Varsovia, 30 ago (EFE).- Polonia conmemora este domingo el 80 aniversario del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que sigue vivo en su arraigada cultura del martirio y que vuelve a la palestra después de que Varsovia haya exigido a Alemania reparaciones de guerra.
«S.O.S.: estoy bajo fuego enemigo» fue el mensaje de auxilio que el comandante de la fortaleza de Westerplatte, cerca de la ciudad de Gdansk (entonces la ciudad libre de Danzig), envió a sus superiores en la madrugada del 1 de septiembre de 1939, bombardeado por la artillería nazi: era el comienzo la II Guerra Mundial.
A partir de ahí, las fuerzas alemanas desplegaron su «guerra relámpago», lo que les llevó a conquistar fácilmente una Polonia abandonada por sus aliados (Reino Unido y Francia), y a controlar gran parte de Europa, especialmente entre 1941 y 1942, años del apogeo nazi.
El 17 de septiembre de 1939, las fuerzas soviéticas invadían Polonia desde el Este en virtud del pacto Ribbentrop-Molotov, lo que borraba del mapa a este país centroeuropeo.
Tras ser dividida por nazis y bolcheviques, Polonia perdió la mayor parte de su Ejército, casi un millón de hombres, mientras su población civil, especialmente la de origen judío, comenzaba a sufrir el drama de la ocupación.
Alrededor de 70.000 soldados murieron en esas primeras semanas de guerra, 130.000 resultaron heridos y 700.000 fueron hechos prisioneros por los alemanes o los rusos.
Otros 80.000 lograron escapar hacia Rumanía y acabaron sumándose como tropa extranjera a los ejércitos de Francia y Reino Unido, mientras las pocas unidades que permanecieron en libertad en Polonia pasaban a la lucha clandestina.
Los polacos siguen recordando la II Guerra Mundial con una mezcla de angustia y orgullo, y una sensación de que su país estaría ahora infinitamente mejor de no haber sido por ese conflicto.
Ese dolor es especialmente intenso cuando se recuerda el ataque soviético y las cuatro décadas de régimen socialista que siguieron al fin de la guerra, en 1945, lo que evidencia que el pueblo polaco, o al menos sus dirigentes, no han acabado de reconciliarse con Moscú.
La reconciliación con Alemania puede parecer total, aunque tampoco está tan claro si se tiene en cuenta las reparaciones que Varsovia reclama de Berlín por la destrucción de infraestructuras e inmuebles, la pérdida demográfica y el empobrecimiento que produjo la guerra.
Una destrucción que se cebó con ciudades como Varsovia, la «París del Este», como se la conocía en la década de los años 30, destruida en casi un 80 %, y que pasó de tener un millón de habitantes antes del conflicto a apenas un millar escondidos entre los escombros cuando los soviéticos entraron en enero de 1945.
Para Polonia, esa indemnización asciende a cerca de un billón de euros, mientras Alemania prefiere hablar de mera «responsabilidad moral», como su ministro de Exteriores, el socialdemócrata Heiko Maas, dijo este agosto durante una visita a Varsovia.
Así son las heridas de la guerra, difíciles de sanar para la sociedad polaca, arrasada por un conflicto que sólo en este país dejó seis millones de muertos, de ellos la mitad judíos.
Precisamente los descendientes de la comunidad judio-polaca, que antes de la guerra suponía el 10 % de la población del país, piden hoy al Gobierno de Polonia que les compense por las propiedades requisadas durante el comunismo, a lo que Varsovia se niega.
En otros casos, ciudadanos polacos sin ningún título de propiedad se apoderaron de las viviendas pertenecientes a judíos muertos o exiliados, cuyos descendientes reclaman algún tipo de indemnización por esas pérdidas; una exigencia que la Casa Blanca ha respaldado públicamente.
Pero también existe cierto orgullo entre la sociedad polaca por su heroica resistencia contra la invasión nazi y soviética, y por acontecimientos como el Alzamiento de Varsovia de 1944 o la victoria de los Aliados contra los nazis en Montecassino (Italia), en la que fueron decisivos los soldados polacos en el exilio.
Este domingo se cumplirán 80 años del comienzo del conflicto más sangriento de la historia, como saben bien en Polonia, un país que se considera mártir, donde sigue existiendo el temor a una nueva invasión rusa y la sensación de que nunca se le ha compensado debidamente por los daños sufridos en la guerra.
Por Nacho Temiño