El doctor López-Gatell, que seguramente ya se enteró que sus dones de predecir el futuro son tan cuestionables como sus cifras, ha encontrado la cuadratura al círculo y ahora presenta como una victoria lo que en realidad fue un yerro de cálculo, uno grave, y ya dejó dicho, pues es más seguro, que como dijo el siempre recordado Mario Moreno, la pandemia durará mucho, o poco, o a lo mejor quién sabe, lo que entre otras cosas nos recuerda que a la par de la crisis sanitaria en el país siguen sucediendo cosas muy graves.
No es un secreto que durante los ciento y pico que llevamos con esto del Covid-19 casi como monomanía, amén de los quebrantos de nuestra economía, los graves problemas del país están allí, y como en el caso de la inseguridad siguen aumentando, como constatamos cada día, donde si no hay una masacre en Guanajuato, la hay en Sonora, o en Oaxaca o en Sinaloa, como se reportó en la última semana.
Sin embargo tuvo que pasar un atentado, un desafío abierto al Estado, como ayer en la Ciudad de México, para que el asunto vuelva a ocupar nuestra atención, entretenidos como estamos en el juego de corroborar qué nueva ocurrencia pasa hoy en Palacio, donde un día se da una prédica contra las perversas feministas que quieren la igualdad para las mujeres y no ser amas de casa o cuidadoras de mayores de edad y al siguiente se defiende la militarización del país con el mismo ahínco con que se censuró en el pasado reciente.
Las imágenes que ya conocemos todos son elocuentes, pues recuerdan al ya tristemente célebre ‘Culiacanazo’, pues a bordo de una camioneta de 3 toneladas, un comando como los que se movilizaron en octubre en la capital sinaloense apareció en una de las zonas más exclusivas de la capital con la intención de asesinar al titular de la SSP capitalina, para lo cual llevaban un verdadero arsenal, con el que ultimaron a dos escoltas del funcionario y a una mujer que pasaba por el lugar.
Otro asunto que de nueva cuenta está en el plano informativo que le corresponde, que es el primero, es el de la ofensiva del Gobierno Federal, donde están de fiesta por la próxima entrada en vigor del T-MEC, un tratado que se firmó el sexenio pasado pero con el concurso del actual, pero cuyo espíritu no parece estar en línea con esa política de ahuyentar a los inversores extranjeros y con una visión de una política económica más acorde con la que existía en el país previo a nuestra integración al GATT.
Las querellas de los inversionistas estadounidenses contra las constantes trabas que les pone el Gobierno mexicano, evidenciadas con la ofensiva contra la española Iberdrola, en otras circunstancias debería dirimirse en tribunales, en la OMC o en las instancias creadas para tal efecto con el nuevo pacto comercial, aunque vivimos otros tiempos y parece que los afectados por las decisiones de Palacio dieron con el clavo, señalando el camino que en lo sucesivo tenga cualquier sector afectado por esas extrañas decisiones presidenciales, es decir, ir a acusarlo con Donald Trump, que parece ser la única persona a la que nuestro presidente escucha.
Aquí, y esto era impensable hace unos meses, lo que apura a muchos es la cada vez más grande posibilidad de que Trump no sea reelecto.