Madrid, 26 jul (EFE).- Un gato, un ratón y un perro, estos son los tres personajes de la tira cómica «Krazy Kat», obra de una de las figuras más relevantes del cómic estadounidense, George Harriman, y que la editorial Taschen ha recopilado en un ejemplar de más de 600 páginas que ponen de manifiesto por qué es una obra atemporal.
La editorial acaba de poner a la venta este nuevo libro, firmado por el artista visual Alexander Braun, con el formato al que ya nos tiene acostumbrados esta casa donde los libros se convierten en objeto de coleccionista.
En concreto, «George Herriman’s ‘Krazy Kat’. The Complete Color Sundays 1935-1944» saldrá a la venta por 200 euros y con estas características: tapa dura, 30 x 44 cm, 632 páginas y en caja de cartón con asa.
¿Y qué nos vamos a encontrar en su interior? Pues todas las historias en color de Krazy Kat, de 1935-1944, y una introducción pormenorizada firmada por Braun, quien arroja luz sobre el origen multiétnico de Herriman y sobre lo que hace que esta obra de arte atemporal protagonizada por un gato andrógino sea tan «extraordinaria», cuentan desde Taschen.
Y lo es con una premisa muy sencilla: al gato negro le encanta el intrigante ratón blanco, que no para de lanzarle ladrillos a la cabeza mientras que el policía canino Pupp, que alberga en secreto un amor apasionado por el gato, intenta evitarlo.
Con estos personajes George Herriman (Nueva Orleans 1881 – Los Ángeles 1944) juega sin cesar en su legendaria tira de periódico Krazy Kat, que publicó desde 1913 hasta su muerte en 1944.
«Con ingenio, una detallada caracterización y creatividad visual y verbal, Herriman presentó este medio novedoso a todo tipo de personas, algunas de ellas poco dadas al humor: Gertrude Stein, F. Scott Fitzgerald, Pablo Picasso, James Joyce, Jackson Pollock, Charlie Chaplin, Frank Capra, o Willem de Kooning (todos ellos seguidores de KK), entre muchos otros», informa Taschen.
Y fue gracias al magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst, fan declarado de Herriman, a quien otorgó carta blanca en sus periódicos, que el artista «pudo explorar libremente durante años innumerables variaciones absurdas y melancólicas del tema del amor no correspondido», recuerdan desde la editorial.
Así, Herriman pudo trabajar con libertad para explorar el potencial del medio y amplió sus límites formales con paisajes surrealistas y dadaístas, un lenguaje que jugaba con jerga, neologismos y ortografía fonética o referencias académicas.