El Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador corre por dos rutas en la lucha contra el crimen organizado. Una es la criminal, donde no se quiere meter, y la otra es la política, donde está completamente comprometido. En este contexto, por la implicación directa que tiene con el Caso Ayotzinapa y la desaparición de 43 normalistas en septiembre de 2016, se inscribe la detención de José Ángel Casarrubias Salgado, jefe del Cártel de Guerreros Unidos, realizada el miércoles pasado en el sur del Estado de México, en la frontera con Guerrero –oficialmente fue en Metepec-, que trascendió ayer. “El Mochomo”, como lo apodan, había logrado evadir a las autoridades, escondido en Tierra Caliente por viejos enemigos, ahora aliados.
La captura de “El Mochomo” no debe ser vista como un distractor. Desde hace semanas la Secretaría de Seguridad había estado atando cabos sueltos, que había dejado la investigación en el sexenio pasado, a partir de nuevas pistas del Caso Ayotzinapa, y redes de vínculos que conectan a Guerreros Unidos con autoridades policiales en la Ciudad de México. La detención de Casarrubias Salgado, a quien responsabilizan de la desaparición de los normalistas, la anticipaban desde hacía más de 15 días. Y no será la única.
Después de “El Mochomo” deben seguir las de Johnny y José Alfredo Hurtado Olascoaga, apodados “El Fish” y “El Fresa”, quienes se quedaron con lo que fue La Familia Michoacana en esa región de Tierra Caliente. De acuerdo con información de la vieja Procuraduría General de Justicia –hoy Fiscalía General-, “El Fish” controlaba a políticos y policías en siete municipios de Guerrero, además de tener el control en Arcelia, su base de operaciones, donde con el apoyo de líderes de la Confederación de Trabajadores de México local hacían el trasiego de droga. Su hermano, “El Fresa”, fue el responsable de establecer la alianza con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Los Hurtado Olascoaga estaban enfrentados hasta hace unos años con Guerreros Unidos, sin permitirles acceso al corredor criminal hacia el Estado de México. Los hermanos controlaban el poder político y la seguridad en los municipios de Bejucos, Luvianos, Tejupilco, Tlataya, Tenancingo, Almoloya, Zacualpan y Sultepec en el sur del territorio mexiquense, y habían establecido un negocio altamente lucrativo de secuestros en todo Valle de Bravo, cuyas víctimas eran llevadas a su santuario en Arcelia, mientras negociaban los rescates. Desbordado el tema del secuestro en esa zona en 2014, la Marina fue la encargada de llegar a la región y abatir el delito.
“El Mochomo” había tomado el liderazgo de Guerreros Unidos, luego de que las autoridades neutralizaron en diferentes momentos a sus hermanos, Mario, Sidronio y Adán Zenén. El primero era buscado por el tráfico de drogas a Estados Unidos, y al segundo lo responsabilizó el ex-procurador general, Jesús Murillo Karam, de la desaparición de los jóvenes en Iguala. Las investigaciones han determinado que José Ángel es el principal culpable de lo que sucedió con los normalistas, y su detención, de acuerdo los vínculos que han establecido las autoridades, conducen a la Ciudad de México.
En la investigación del Caso Ayotzinapa, la PGR detuvo en octubre de 2014 a Sidronio Casarrubias Salgado y encontró una agenda de contactos donde aparecía el nombre de Omar García Harfuch, en ese entonces coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal en Guerrero, y actualmente secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de la Ciudad de México, que el viernes pasado sufrió un atentado. García Harfuch acusó de inmediato al CJNG como responsable del ataque, y varios supuestos miembros de la organización criminal fueron detenidos y se encuentran presos.
En el atentado murió Rafael Ocampo Alegría, que nació en Iguala, íntimo amigo de García Harfuch, con quien había trabajado desde Guerrero, primero como su jefe de escoltas, y más adelante en la jefatura de la Agencia de Investigaciones Criminales de la PGR, y en el Gobierno de la Ciudad de México. El mismo viernes, en un movimiento extraño, la Guardia Nacional prácticamente secuestró al padre de Ocampo Alegría, que se encontraba en Iguala y fue trasladado a la Ciudad de México.
El padre del escolta asesinado es Rafael Ocampo Millán, quien de acuerdo con funcionarios federales tiene un vínculo familiar con Pedro Millán Flores, presunto jefe de una célula escindida de Guerreros Unidos, abatido junto con otras 13 personas en octubre del año pasado por el Ejército. No hubo explicación sobre el porqué fueron de urgencia por él, pero aparentemente se debió a una protección ante el riesgo, en esos momentos de confusión, que también fuera asesinado.
La investigación sobre Guerreros Unidos por el Caso Ayotzinapa ha mantenido una línea permanente sobre García Harfuch, porque el nombre de “Omar García” apareció tras la desaparición de los normalistas, como una persona directamente involucrada. García Harfuch, en el momento de la desaparición de los estudiantes, se encontraba fuera de Guerrero, en una comisión en El Bajío. El nombre que figuró en las investigaciones era un homónimo.
No obstante, en varias ocasiones, el actual secretario de Seguridad capitalina, ha negado tajantemente que haya tenido vínculos con Guerreros Unidos, aunque dijo saber que había funcionarios que todavía intentaban establecer una relación de complicidad de él con ese cártel guerrerense. La detención de “El Mochomo”, como esperan las autoridades federales, deberá aportar información que permita saber el destino de 42 normalistas de Ayotzinapa –el 43 está plenamente identificado por medio de análisis forenses, que murió y su cuerpo incinerado y tirado al Río San Juan, cerca del basurero de Cocula, donde Murillo Karam consideró que habían asesinado e incinerado a los jóvenes. Pero también, aclarar todo lo relacionado con García Harfuch. “El Mochomo” se encuentra en la prisión federal de El Altiplano, con lo que inicia un nuevo capítulo del Caso Ayotzinapa.