México, 5 jul (EFE).- Durante años la medallista olímpica de saltos Paola Espinosa fue una mujer dura que si fallaba un clavado se castigaba el resto del entrenamiento, pero aprendió a fluir y en los Mundiales de este mes espera marcar diferencia con su alegría.
«Ya no me enojo conmigo misma. Antes me enojaba si un clavado me salía mal, ahora entiendo bien el entrenamiento con sus días buenos y los malos», confiesa en entrevista a Efe Espinosa, quien llega hoy a Gwangju, Corea, donde buscará ser protagonista en las pruebas de trampolín de los mundiales.
Con un par de preseas olímpicas en saltos sincronizados desde la plataforma, de bronce en Pekín 2008 y de plata en Londres 2012, Espinosa es una de las deportistas mujeres más emblemáticas de la historia del deporte mexicano.
Ahora, con nada que demostrar porque también fue campeona mundial de plataforma individual en Roma 2009, la saltadora asume el reto uno de los Mundiales más duros porque ocurre el año preolímpico, lo cual significa que la calidad será mayor, además de que llega a Corea cuando apenas se estabiliza luego de ser madre en el 2017.
«Desde los Juegos Olímpicos de Río 2016 solo competí internacionalmente en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que no se comparan con los Mundiales. Cuesta decir en qué lugar voy a quedar, aunque pelear por las medallas es una meta siempre presente», asegura.
Luego de ser madre de una niña engendrada con el medallista olímpico de saltos Iván García, la clavadista se mudó de los saltos de plataforma a los de trampolín, en los que logró buenos resultados hace años. Reconoce que lanzarse de tres metros no da miedo como sucede en los de 10, sin embargo necesita más ritmo en sus rutinas.
«Lo más complicado es el estribo (impulso sobre el trampolín), si pisas un poco más a la izquierda o la derecha no sale bien. Debes tener un ritmo para aprovechar la elasticidad máxima del trampolín, elevarte mejor y hacer mejores saltos», explica.
Cuatro meses antes de los Olímpicos de Río 2016, Paola sufrió una crisis de espalda baja. Le diagnosticaron sacroileitis y ciatalgia en el lado derecho, sin embargo se recuperó y alcanzó el cuarto lugar en la prueba de plataforma.
Después de esa competencia quedó embarazada y, al regresar, cambió al trampolín y se fue a vivir con su esposo en Guadalajara, donde se puso bajo las órdenes del entrenador Iván Bautista, uno de los mejores preparadores del mundo, con varios medallistas olímpicos.
«Iván no me abruma mi cabecita, hace relajado el entrenamiento, todo en él es estudiado y funciona y tenemos una conexión. Ahora me siento tranquila, feliz, llego todos los días a la alberca con una sonrisa y me gusta mucho entrenarme», revela.
Paola no usa recursos para atraer a la buena suerte. No usa amuleto ni recita mantras porque cree más en el trabajo aunque en competencias importantes como los Mundiales programados en Gwangju, del 12 al 18 de julio, suele repetir las mismas rutinas.
«En esos casos ceno a la misma hora, duermo a la misma hora y repito todo», confiesa.
Al mudarse al trampolín, Paola se trajo la maestría de la prueba de plataforma y por las condiciones de su nueva especialidad, en la que se impulsa mejor y toma más ritmo, sus vuelos suelen ser más elegantes, lo cual coincide con una filosofía de vida en la que todo fluye con armonía y belleza.
Con su trayectoria no tiene que demostrar nada. Lleva más de 15 años como una de las mejores del mundo y ha ganado medallas en todas las grandes competencias de su deporte. No renuncia a sumar más triunfos en su carrera, pero ahora salta concentrada en algo más simple: el acto infantil de saltar.
«La alegría es la clave», reitera, confiada en que con eso puede volver a ser de las mejores en los Mundiales de este mes y unos días más tarde en los Panamericanos de Lima, en los que será la cabeza de la delegación mexicana.