Veracruz (México), 15 jun (EFE).- Los exiliados republicanos españoles ganaron una nueva patria cuando llegaron a México huyendo de la guerra civil, según el sentir general de los exiliados congregados esta semana en Veracruz.
A este puerto llegaron hace ahora 80 años sin saber lo que iban a encontrar cuando huían desesperados de una guerra. Lo que hallaron fue un país que les recibió con los brazos abiertos y les facilitó su integración gracias a la iniciativa del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940).
Los actos de esta semana en Ciudad de México y Veracruz sobre la conmemoración del 80 aniversario han servido además para reforzar las relaciones entre los dos países y mitigar el efecto de la petición de hace unos meses de López Obrador de que España pidiera perdón por la conquista a México.
«El exilio no excluye sino que agrega», afirma Angelina Muñiz Huberman, que se considera una exiliada universal al verse obligada a huir de España y Francia y toparse por fortuna en México con sus raíces judías.
México acogió como a hermanos a estos españoles y al cumplirse los 80 años de la llegada de los primeros exiliados republicanos, la ciudad de Veracruz recuerda esta semana la aportación del exilio español a la cultura, educación y económica mexicana.
Entre los exiliados españoles había catedráticos, científicos, escritores, arquitectos, ingenieros, directores de cine, militares o músicos, pero también agricultores y de otros oficios que aportaron a México tanto como recibieron.
Como presidente de la Comisión organizadora de los actos conmemorativos de los 80 años del exilio español en México, Cuauhtémoc Cárdenas aseguró que se está reconociendo «a unos españoles muy importantes para la vida de México por sus excepcionales contribuciones a México desde 1939».
El exiliado José María Cid recordó que tras la odisea sufrida en España y Francia rápidamente hizo amigos cuando llegó a México.
Su padre, comenzó de vendedor de perfumes Max Factor lo que le hacía muy popular entre las jovencitas al tener acceso a las muestras. Luego su popularidad se acrecentó cuando su padre llegó a jefe de personal de Tabacalera Mexicana «porque tenía cigarrillos Delicados para repartir».
Aida Pérez Flores Valdés, licenciada en arquitectura por la UNAM, recuerda la sensación de alegría al llegar a Veracruz. «Veníamos de tanta penuria. A mi mamá le fascinaron las marimbas con las que nos recibieron. El hermano de mi padre no tuvo tanta suerte. Lo capturaron los alemanes y murió en Mauthausen», indica.
«El pueblo mexicano ha sido muy generoso y el presidente que nos acogió Lázaro Cárdenas nos salvó la vida», recuerda Aida.
Isabel Rosique Molina recuerda que un amigo masón de sus padres les ayudó: «En su casa comí por primera vez tamales y atole y nos consiguió una casa de alquiler por 40 pesos a la semana».
Casada con un mexicano es madre de 5 hijos, tiene 7 nietos y 4 bisnietos. «Aquí soy la española y allá la mexicana pero me da igual. Qué nadie me hable mal de México, es mi patria», asegura.
María Teresa Martín, hija de militar republicano que pasó del frente a un campo de concentración en Francia, rememora la determinación de su madre: «Estamos aquí, aquí nos tocó, aquí nos quedamos, dijo tras ver que no regresábamos y no se habló más del tema».
Regresó a los 18 años a España y se la encontró dividida y rencorosa contra los que se fueron y a los que aparentemente «les fue mejor». «La guerra civil la sufrimos todos, los que nos fuimos y los que se quedaron», afirma.
Su madre bordaba muy bien y fue el primer sustento al llegar a México. Al igual que otras españolas exiliadas regresó a España y encontró hostilidad teñida de envidia.
«Me quedé con la pérdida y la nostalgia y regresé a México, mi patria. Yo no pongo nada en la balanza. Vivimos lo que nos tocó vivir. No podemos sentirnos víctimas. La mayor inteligencia es adaptarte y yo podría ahora comer chilaquiles todos los días», asegura María Teresa Martín.
Juan Ramiro Ruiz Durá estudió Medicina en la UNAM especializándose en Ginecología. Vivió brevemente en Madrid al final de la dictadura y luego regresó a México, donde ocupó diversos cargos en centros médicos.
«El exilio es una cápsula de la que es difícil salir. Aunque mis padres no regresaron nunca yo sí lo hice. Hasta me instalé en Madrid de ginecólogo casi dos años. Pero nuestro país es México y decidimos regresar mi mujer y mis tres hijos», agrega.
De España se trajo «un sentimiento de cariño y pérdida. Sin embargo perdimos una patria y encontramos otra. Es una dualidad de sentimientos».