México, 16 jun (EFE).- Cada vez más niños quieren aprender danza en México, influenciados por las grandes figuras del ballet de este país, que, tal vez por la riquísima cultura o por el abundante talento, nunca terminan de abandonar su tierra natal.
Un gran «boom» tanto en número como en calidad está inundando las academias y escuelas profesionales de esta disciplina tan sacrificada de la que artistas como Isaac Hernández o Elisa Carrillo, premiados en 2018 y 2019 respectivamente con el Benois de la Danse, el galardón más relevante a nivel mundial, son, tal vez sin querer, instigadores.
«Es un trabajo que se ha venido haciendo desde hace años: a finales de la década de 1970 se empezaron a formar bailarines profesionales que ahora son docentes de esta generación tan relevante. Es un círculo completo», explicó a Efe Irma Morales, profesora de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea (ENDCC) y exprimera bailarina de la Compañía Nacional de Danza (CND).
Debido a la proyección y al recorrido como bailarines en distintos ballets del mundo, los mencionados y muchos otros ejecutantes, han traído a México a coreógrafos, maestros y bailarines de alto nivel tanto para ofrecer muestras de danza como para dar clases magistrales en la CND y en la ENDCC.
«El que ellos estén trayendo cosas nuevas y gente de renombre, es un gran acierto y para nosotros es muy importante abarcar estilos o conocer coreógrafos» opinó Michelle Cutri, bailarina de la CND, en entrevista con Efe.
Este domingo la compañía mexicana estrena una función de Carmina Burana del compositor alemán Carl Orff, coreografiada por Nellie Happee, precedida por Barba azul, en versión del ruso Vasily Medvedev, y el estreno mundial de concierto para violín, de la coreógrafa mexicana Yazmín Barragán.
Con esta representación los bailarines, junto a la orquesta y el coro del teatro del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad, dan cuenta del nivel técnico, estilístico e interpretativo que se puede alcanzar en el país latinoamericano, trasladando al espectador a un espectáculo digno de los mejores ballets del mundo.
El Jarabe Tapatío, del céntrico estado de Jalisco, la Danza del Venado o la Polka Norteña, ambas procedentes del norte del país, son solo una pequeñísima parte de la tradición artística mexicana, en la que actualmente también hay cabida para el ballet profesional.
A los más talentosos y trabajadores en ocasiones se les presenta la posibilidad de estudiar danza en algún otro país como Rusia, Cuba o Alemania, país que le brindó la oportunidad a Elisa Carrillo, y donde pueden perfeccionar su técnica o conocer el funcionamiento de grandes compañías.
Esta estadía en el extranjero, como fue el caso de Carrillo, a veces se convierte en una prolífica carrera lejos de casa y esto, especialmente para un mexicano, se vuelve difícil en muchas ocasiones, por lo que, por amor a su país y a su familia, mantienen siempre un pie en México.
«Estamos agradecidos como maestros y como público de que compartan su trabajo y de que sean representantes del país. Siempre hay un vínculo, no sé si por ser mexicanos, la patria nos hace que regresemos», detalló Morales, quien también fue primera bailarina en la CND, después de haberse ido a Cuba con una beca, y profesora de Carrillo.
Sin embargo, el éxito no significa lo mismo para todos y muchos prefieren desarrollar su carrera en su propio país a pesar de las dificultades que encuentra el ballet en México y en toda Latinoamérica.
Agustina Galizzi es la primera bailarina de la CND y aunque nació y estudió su carrera en su país natal, Argentina, eligió quedarse en México tras entrar en la compañía desde el año 2000.
«Yo elegí quedarme aquí pero hay gente de México que elige irse. Es un problema cultural porque en Latinoamérica no se les da este apoyo a los artistas por lo que muchos deciden irse. Para mí la CND es una compañía muy grande que está al nivel de muchos ballets del mundo. Eso te hace crecer como artista estando aquí y sopesar lo que quieres», expresó Galizzi.
La pasión por las artes unida a este círculo de aprendizaje que está consiguiendo prender el interés en muchos niños -y anteriormente en otros que ahora ya no son tan niños- han colocado a la danza clásica de México en un lugar privilegiado y para ello el sudor y las lágrimas de muchos bailarines y maestros han caído por el camino.
Sin embargo, cuestionados por los sacrificios de esta profesión, tanto maestros como aprendices dejan a un lado el dolor de pies, el agotamiento mental y el cuidado extremo de la condición física para destacar lo satisfactorio que puede llegar a ser bailar cada día si es que es realmente tu pasión.
«Hay dosis fuertes de sacrificio pero no se siente así. La satisfacción es enorme, se convierte prácticamente en una droga: quieres seguir en los salones, en el escenario y cuando terminas tu carrera quieres enseñar a los demás», explicó desde la pasión la maestra de la CND Natasha Lagunas, quien bailó en esta misma compañía durante 12 años.
La visión de los jóvenes bailarines es sorprendentemente similar, como es el caso de Cutri, quien opinó que aunque es «una carrera difícil y bastante celosa», reconoció que «si es tu pasión es maravilloso» y recordó que en la CND todos aman lo que hacen ya que «si no te gusta es imposible vivir de esto».