Reynosa (México), 27 jun (EFE).- Las trágicas muertes por ahogamiento en el río Bravo reflejan el peligro que entraña esta frontera natural entre México y Estados Unidos y tienen en alerta a los migrantes que anhelan cumplir su sueño americano.
«En mi cabeza no está cruzar por el río, ya tengo aproximadamente 3 meses de estar aquí», comentó a Efe Emily una migrante hondureña alojada en el albergue Senda de Vida en Reynosa, en el nororiental estado mexicano de Tamaulipas.
Emily admite que aunque anhela cruzar trata de no desesperarse por la situación de encierro, «los niños molestan, pero por el río no se me pasa por la cabeza cruzarme, anduviera sola lo hago, pero con el niño no», puntualizó.
Su compañera de albergue, la guatemalteca Arely García, tiene también casi tres meses esperando su turno para ser llamada a una audiencia de asilo por parte de las autoridades estadounidenses.
Asegura que la trágica muerte de un padre e hija en las aguas del río Bravo en el municipio mexicano de Matamoros -unas imágenes que han dado la vuelta al mundo- la han hecho recapacitar.
«Yo también ando con un niño, he querido esperar porque lo quiero hacer legal, no quiero cruzarme el río porque pienso en mi hijo y la verdad es que este proceso ha sido muy difícil; quisiéramos que esto caminara pero no camina, esperamos que las autoridades se pongan la mano en el corazón y hagan conciencia, que se vengan por nosotros», relató.
A pesar de las recomendaciones de representantes de organismos de derechos humanos y de las autoridades mexicanas sobre los peligros de cruzar ilegalmente a Estados Unidos, algunos migrantes por desesperación arriesgan su vida por el sueño americano.
«Está muy fuerte el calor para estarle intentando, por el calor uno se anda deshidratando a veces en el camino y el agua en los charcos está muy caliente», afirmó Gustavo González García, un mexicano del céntrico estado de Guanajuato que fue deportado de Estados Unidos.
Este mexicano se quedó en Reynosa para esperar el apoyo del Instituto Tamaulipeco para Migrantes para volver a su pueblo, Empalme Escobedo, porque aseguró que ya no piensa arriesgar su vida intentando llegar de manera indocumentada a Estados Unidos.
Fortino López Balcázar, representante de los Derechos Humanos, dijo que la sugerencia que se hace a los migrantes es a que esperen cruzar de formal legal para evitar los riesgos de una incursión ilegal por el río, porque el peligro también existe del lado estadounidense.
«Les recomendamos que no lo hagan, que lo hagan por vías legales, ya actualmente el Gobierno de EE.UU., aunque es lento el procedimiento ha estado recibiendo ya a los migrantes para darles asilo político», enfatizó el activista.
En el presente año fiscal estadounidense, la Patrulla Fronteriza estacionada en Laredo (Texas, EE.UU) vigila un extenso territorio de la frontera con Tamaulipas, uno de los estados más violentos de México.
En este recorrido, se han rescatado más de 1.600 personas y levantado los cuerpos de casi 50 fallecidos por deshidratación o ahogados en el río Bravo, en el periodo señalado.
«Lo que vemos muy a menudo es gente que está en algún rancho en el desierto que no tienen agua, eso es lo más peligroso, porque muchos no se dan cuenta que con la falta de agua pueden perecer muy rápido», sostuvo Greg Bullock, jefe de División de la Patrulla Fronteriza en el Sector de Laredo, Texas.
Aseguró que la Patrulla Fronteriza lo que hace es tratar de localizarlos y darles de beber, tal vez conducirlos a un hospital porque «lo que queremos es rescatarlos».
Desde mediados de octubre, miles de migrantes -en su mayoría centroamericanos- están cruzando México para llegar a Estados Unidos, lo que ha provocado un choque diplomático entre ambas naciones.
Y en las últimas semanas, tras la firma de un acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos, el país latinoamericano ha implementado mayores controles con más de 20.000 efectivos en las fronteras sur y norte del país.