México, 29 jun (EFE).- El triunfo en las urnas de Andrés Manuel López Obrador comenzó a gestarse con el movimiento estudiantil de 1968, creció en la elección de 1988 y detonó el 1 de julio de 2018, en los comicios que lo llevarían a la Presidencia de México.
Ese día comenzó con filas en las casillas de votación que dieron un pista de lo que podría pasar en la jornada, que resultó histórica con más 56 millones de votantes y cerró con los otros contendientes reconociendo su derrota.
En nueve horas de votación se resumieron décadas de lucha de López Obrador, que con el nombre de su coalición Juntos Haremos Historia, integrada por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y los partidos del Trabajo y Encuentro Social, anticipó el resultado.
La aplastante victoria de López Obrador, con 53 % de los votos, siguió a sus recorridos por todo el país, su discurso anticorrupción, su destacada presencia en redes sociales y su primer lugar en prácticamente todas las encuestas.
Ello, aunado a sus atinadas presentaciones en los debates entre candidatos y unos adversarios en horas bajas, fortaleció su candidatura y le dieron el triunfo.
Apenas el 9 de julio de 2014, la autoridad electoral mexicana le otorgó a Morena su registro como partido político nacional, creado por López Obrador tras su salida del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 2012.
Con dos intentos previos de llegar a la Presidencia con el PRD, el de 2018 se antojaba como el último de López Obrador.
Su gestión como jefe de Gobierno de Ciudad de México entre 2000 y 2005 lo impulsó a buscar en 2006 el primer puesto político del país, que al final perdió ante Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional (PAN), por 0,56 % de los votos.
«La derrota de 2006 no lo doblegó y se volvió a presentar en 2012 (cuando perdió ante Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional-PRI), y no fue hasta 2018 cuando convenció y no solo a los que lo impulsaron», dijo a Efe Álvaro Arreola, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Arreola considera que una de las virtudes de López Obrador es haber tenido la fortaleza de construir un partido. Con casi cinco años de vida, Morena ya se hizo del control del Congreso federal y también de la mayoría de las entidades federativas en cuanto a su poder legislativo se refiere.
Los 12 años transcurridos entre el primero y el tercero intentos fueron aprovechados por el actual mandatario y, como presume, se dedicó a visitar todos los municipios del país, unos 2.458, para constatar problemas y recoger demandas y protestas.
«Es casi imposible que alguien pueda hacer lo que López Obrador hizo en los últimos 20 años. Es un hombre que logró atraer a las masas y a estos niveles no hay otro en México», apuntó Arreola.
Para el académico de la UNAM, la victoria de López Obrador no se podría entender sin considerar al menos dos momentos históricamente importantes: el movimiento estudiantil de 1968 y la elección presidencial de 1988.
La matanza de estudiantes de 1968 «es una herida que permanece y que se vuelve abrir en 1971 ante otra embestida del Gobierno mexicano contra los movimientos estudiantiles, y los resultados electorales de 1988 marcaron un nuevo derrotero», cuenta.
También cita el agotamiento de un sistema político en que el PRI ganaba a toda costa y que llegó a una crisis en los comicios de 1988, oficialmente ganados por Carlos Salinas pero con una enorme sospecha de fraude. López Obrador, entonces del PRI, se había unido a una corriente del partido que opuso a la candidatura de Salinas.
El candidato perdedor en ese entonces fue Cuauhtémoc Cárdenas, postulado por el Frente Democrático Nacional, coalición que evolucionó en el PRD, al que López Obrador se unió en 1989.
Para Arreola las tres décadas transcurridas desde esos comicios están marcadas por movilizaciones para abrir espacios democráticos. «La sociedad no se cansó y el sistema político sí y se vino a menos», dijo el catedrático.
El PRI finalmente perdió la Presidencia en 2000 ante Vicente Fox, del PAN, a quien sucedió su correligionario Calderón. Pero el otrora partido hegemónico recuperó la silla presidencial en 2012 con Peña Nieto.
No obstante, de acuerdo con Arreola, «la sociedad vio agotado ese modelo del régimen del sistema político mexicano, en el que se apalancaron dos o tres fuerzas tradicionales corruptas y aliadas solo para conquistar espacios como el PRI, el PAN y en 2012 se les unió el PRD».
Esos partidos «nunca entendieron que el rechazo a la corrupción, al fraude y a todos los controles corporativos iba en serio y que la sociedad exigía cambios; esa fue su gran negación».
Fue entonces, según el especialista, «que la sociedad maduró y comprendió que el modelo supuestamente democrático y de representación que se nos vendió estaba agotado, tanto que los partidos tradicionales están casi a punto de desaparecer».
«La sociedad no se fijó si este hombre tenía un partido político. Es un personaje que se mantuvo leal a su propuesta, nunca se adulteró, que siempre fue necio y que con un discurso muy simple logró convencer a 30 millones de mexicanos», finalizó.