«La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida».
RUBÉN BLADES
Sorprende oír a Donald Trump decir que la relación entre México y Estados Unidos es «más cercana que nunca» o que el nuevo T-MEC «es el más grande, justo y avanzado acuerdo comercial jamás logrado por algún país». También escuchar a Andrés Manuel López Obrador afirmar que «el tratado de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá» es «un gran logro en beneficio de las tres naciones y de nuestros pueblos».
No olvidemos que Trump hizo campaña en 2016 contra los inmigrantes mexicanos y el libre comercio, ni que López Obrador viene de una izquierda nacionalista que se opuso al TLCAN y consideraba a Estados Unidos como el enemigo por antonomasia de México. No hay que remontarse mucho en la historia. En su libro Oye, Trump, de 2017 López Obrador señalaba que el empeño de Trump «de estigmatizar a los mexicanos en una forma semejante a como Hitler estigmatizó a los judíos, es legal, moral y políticamente inadmisible». También que «Trump miente al decir que la culpa de que los trabajadores y las clases medias de Estados Unidos no cuenten con empleos, buenos salarios y bienestar la tienen los migrantes y las inequitativas relaciones comerciales con México».
John M. Ackerman, uno de los intelectuales orgánicos de la 4T, tuiteaba apenas el 24 de febrero de 2018: «Trump equipara a migrantes con ‘serpientes traicioneras’. Y el empleado de la Casa Blanca en México», Luis Videgaray, «flojito y cooperando, como siempre. Nunca había llegado tan bajo la diplomacia mexicana». Este 8 de julio por la noche, sin embargo, Ackerman calificó como «victoria contundente la visita» de AMLO a Washington.
Trump nunca dejará de ser Trump. Un día antes de recibir a López Obrador tuiteó fotos tomadas previamente en Arizona inspeccionando el muro que, en la opinión de López Obrador en 2017, ofendía «a la humanidad, a la inteligencia y a la historia». El presidente mexicano, sin embargo, no cayó en la provocación; mantuvo la visita y dijo a Trump en Washington: «Usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía». Olvidó, quizá, la amenaza de Trump de cerrar la frontera con México si nuestro Gobierno mantenía la política de puertas abiertas a los migrantes centroamericanos. La diplomacia es el arte de mentir sin dejar de sonreír o de levantar la copa para el brindis.
La actitud paciente de López Obrador habría ocasionado la furia de Ackerman si la hubiera mostrado Enrique Peña Nieto, quien, sin embargo, canceló su visita a Trump de marzo de 2018 porque éste insistía en declarar que México pagaría por el muro. López Obrador, en cambio, se ha ganado a Trump, lo ha hecho aprobar el T-MEC y ha conseguido que lo presente públicamente como su amigo.
En mi opinión, la política exterior de México debe ser pragmática, especialmente la que tiene que ver con Estados Unidos. La asimetría entre los dos países es enorme, pero la geografía hace imposible sustraerse a la influencia de nuestro vecino. Recientemente entrevisté al ex-presidente de Uruguay, José Mujica, quien me decía que López Obrador debía ser muy cauto en su visita a Washington: «El gran problema es estar tan lejos de Dios y tan cerca de Trump».
Pues bien, López Obrador, actuó con cautela, logró una visita sin incidentes y reafirmó su cercanía personal con Trump. Los demócratas se molestaron y su candidato presidencial, Joe Biden, recordó que Trump llamaba «violadores» a los mexicanos. Andrés Manuel sin duda podrá acercarse en su momento a Biden; pero, por lo pronto, logró el objetivo que Peña Nieto nunca consiguió de acercarse a Trump.
SAFIRO
César Duarte, el ex-gobernador de Chihuahua, ha sido detenido por su participación en la Operación Safiro, con S, que buscaba dar financiamiento ilegal al PRI en la campaña de 2016. La pregunta ahora es si Duarte se mandaba solo.