“Los fanatismos que más debemos combatir son aquellos que pueden confundirse con la tolerancia”. FERNANDO ARRABAL
Estamos viendo una creciente polarización política que se refleja en una intolerancia cada vez mayor. No es un fenómeno que se limite a México. Otros países están sufriendo la misma tendencia, que ha coincidido con el ascenso de los políticos populistas. Quizá la causa se encuentre en las “benditas redes sociales”. Bari Weiss, la polémica escritora milenial que renunció como editorialista del New York Times este 14 de julio, argumentó que había sido sometida a hostigamiento por parte de sus colegas debido a sus opiniones y había sufrido un “ambiente iliberal”. En su carta de renuncia apuntó: “Twitter no está en el cabezal del New York Times, pero Twitter es su editor final”. Unos días antes había renunciado James Bennet, director de la página editorial del periódico, ante las críticas por haber publicado un artículo del senador republicano Tom Cotton que pedía una respuesta militar a las protestas por la violencia policial contra la población de raza negra.
Los medios de comunicación se resisten cada vez más a divulgar opiniones que no reflejen su línea editorial. En Estados Unidos los puntos de vista en el New York Times o el Wall Street Journal, o en Fox News y CNN, son radicalmente opuestos y mutuamente excluyentes. Cada vez es más raro ver una posición de izquierda en el Journal o una conservadora en el Times.
Lo mismo está pasando en nuestro país, aunque, afortunadamente, hay un mayor esfuerzo de algunos medios por mostrar puntos de vista diferentes.
La divergencia excluyente es natural en las redes sociales por su misma arquitectura. En Twitter, Facebook o Instagram, uno construye una comunidad de ideología similar a la propia. Los que tienen puntos de vista diferentes, por otra parte, rara vez aportan argumentos o datos para el debate. Se convierten en trolls que se interesan solamente en insultar, descalificar o difamar a quienes no comparten su línea de pensamiento.
Este afán de descalificación ya no se limita nada más a las redes sociales. Gobernantes populistas como Donald Trump, Jair Bolsonaro o Andrés Manuel López Obrador han asumido la misma posición: quien no está conmigo es un traidor a la patria o a la causa.
Este 15 de julio, un grupo de intelectuales de izquierda y centro publicaron en nuestro país una carta en la que, aunque reconocieron la legitimidad y contundencia del triunfo de López Obrador en 2018, señalaron que éste “ha mantenido una actitud despreciativa, no sólo hacia las instituciones autónomas, sino también hacia las esferas científicas y culturales, así como muy notorio hacia el movimiento de las mujeres que luchan por la igualdad”. El Presidente, que al parecer tiene tan poco que hacer que puede darse el tiempo de escribir una carta de respuesta, ha respondido con nuevas descalificaciones. En una carta titulada “Bendito coraje” tildó a los “abajofirmantes” de “neoliberales o neoporfiristas” y afirmó que quieren “el regreso al país de la corrupción, de los potentados, de los intelectuales orgánicos, de los privilegios, de la hipocresía, de la marginación, del clasismo y del racismo”.
Podríamos pensar que la intolerancia es producto de unas redes sociales que tienden a polarizar a la sociedad, pero la tendencia empezó antes. Los medios se fueron radicalizando desde los años noventa. Fox News se creó en 1996 con el propósito específico de ofrecer una contraparte ideológica a CNN, que dominaba el mercado de la televisión informativa en Estados Unidos. Y sus creadores encontraron que la sociedad estaba ávida de la polarización.
NARCISISMO
“Sin presumir, soy el presidente más atacado en los últimos 100 años”, dijo ayer López Obrador. La afirmación, más que mostrar a un presidente hostigado, refleja un narcisismo exacerbado, que no le hace bien a nuestra República.
Twitter: @SergioSarmiento