México, 15 ago (EFE).- Un escultor diseñó y recreó en la fachada de una casa de la capital mexicana un contemporáneo calmécac, término con el que se conocen las escuelas de los hijos de la nobleza de México-Tenochtitlan, capital del Imperio mexica que se ubicaba en el emplazamiento de la actual Ciudad de México.
La genuina vivienda, custodiada en su cornisa por las figuras de un caballero águila y un caballero jaguar, atrae la mirada de propios y extraños en la colonia (vecindad) 20 de noviembre, a unos metros del popular barrio de Tepito.
El dueño de las casa es Fidel Herrera, pero su diseñador es el artista plástico Javier Nava Solorio. Ambos quedaron atrapados en el bachillerato por la historia prehispánica de México.
Solorio se percató entonces que en el municipio de Coacalaco, en el central Estado de México, un escultor estaba construyendo una casa con relieves de diversos temas sobre la fachada y además trabajaba la incrustación de piedras de diferentes tipos.
«Vi la casa y me llamó la atención», contó Solorio en entrevista con Efe. El escultor en ciernes trabó amistad con el maestro escultor y fue él quien lo inició en ese arte.
Entre semana, Solorio asistía a la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y los sábados se iba a la casa del escultor para «aprender un poco».
«A mí siempre me han llamado mucho la atención nuestras culturas prehispánicas, me gustan y leo mucho sobre ello», relató Solorio.
«Desde que estábamos en la preparatoria Javier comenzó hacer trabajos o trataba de replicar cosas como la Piedra del Sol, conocido como el Calendario Azteca», recordó Herrera.
Solorio comenzó a utilizar esos simbolismos en su casa y años más tarde, se reencontró con Herrera y fue así cómo le hizo la propuesta de remodelar la fachada de la casa de sus padres.
En 2009 elaboró un plan de desarrollo y los diseños. «Es una obra en proceso y no sé ha terminado por diversas razones, pero la idea de terminar sigue y se llama calmécac de Tlacaélel, quien fue hermano de Moctezuma».
BASADA EN DOCUMENTOS HISTÓRICOS
El escultor relató que el diseño de la casa tiene como base el Códice Boturini, que describe el peregrinaje de los aztecas a la fundación de Tenochtitlan, y el Códice Mendoza, que es la crónica más completa de la ciudad.
El primero, también conocido como Tira de la Peregrinación, fue hecho en una tira de amate constituida por 22 láminas que forman un biombo de 5,49 metros.
Mientras que el Códice Mendoza está conformado por 71 páginas: una lista de tlatoanis, un registro de los pueblos sometidos y una narración sobre la vida cotidiana de los mexicas.
Solorio contó que en diferentes plantas recreó la salida de Aztlán (tierra mítica de donde provienen los aztecas), la creación del hombre por parte del dios Quetzalcóatl transformado en hormiga y, finalmente, la fundación de Tenochtitlan encima de una laguna.
«Parte de todos mis trabajos son referidos al México antiguo, me atrae esa parte y cada vez que me dedico hacer otras obras, regreso de nuevo hacia la parte prehispánica. Es una parte de mí», apuntó.
UN DISEÑO CONTEMPORÁNEO
El escultor contó que trató de rescatar la parte prehispánica, «pero no copiar y sí darle una nueva reinterpretación ya que es un arte del México antiguo pero con nosotros es contemporáneo.
Utilizó concreto y varilla «para que la gente atestiguara que con esos materiales de construcción, que regularmente usa un albañil en México, se pueden hacer este tipo de construcciones».
Recordó que la vivienda también tiene la técnica de incrustación de piedras con tezontle, material que actualmente se usa para relleno.
«Con esto demostramos que este arte se puede rescatar y construir con materiales muy comunes», dijo.
La incrustación de piedras también la utilizo porque admira y quiso rendirle un homenaje al arquitecto catalán Antoni Gaudí (1852-1926), emblema de la arquitectura modernista.
Con bastante orgullo, Solorio señaló que en Ciudad de México no existe otra casa como la de la colonia 20 de noviembre y en el Estado de México solo está la suya en Coacalco.
Muchos le han pedido obras similares pero se echan atrás al conocer el precio, que ronda unos 13.000 dólares.
Yo les digo que se trata de una pieza original porque no es copiar una cosa sino crear una pieza», apuntó.