México, 16 ago (EFE).- Las icónicas discotecas LGBT de la Zona Rosa de Ciudad de México cambian las luces y el espectáculo por tacos y enchiladas en un esfuerzo por sobrevivir a la crisis de COVID-19 en el país, donde al menos 15 % de los establecimientos nocturnos ya quebraron.
Después de operar de forma ininterrumpida por 21 años, el Cabaré-Tito cerró cinco meses por la pandemia, por lo que ahora es el Restauran-Tito, un cambio de giro con el que el Gobierno de Ciudad de México les permite operar al 30 % de su capacidad.
«Ahorita como tal no tenemos fiesta, pero tenemos todas las adecuaciones, nos reinventamos, dijimos ‘no tenemos ingresos ya, necesitamos hacer algo’, entonces abrimos en modo restaurante, es momentáneo», explica en entrevista con Efe el gerente Arian Esteves.
UNA CRISIS NOCTURNA
Además de cerca de 517.000 contagios y más de 56.500 muertos, la pandemia del coronavirus ha desaparecido casi 1,2 millones de empleos formales en los cinco meses y medio que lleva en México.
La economía tuvo una contracción histórica del 18,9 % anual en el segundo trimestre del año.
En este contexto, la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas, Bares y Centros de Espectáculos (Anidice) ha reportado la quiebra de 15 % de los 18.000 negocios de este giro, del que dependen 400.000 empleos directos.
Tan solo en el grupo Cabaré-Tito hay una plantilla de 250 trabajadores, pero ahora solo están activos cerca de 20 pese al apoyo de los dueños.
«Fue de tajo el anuncio de ‘se cierran’, fue muy triste, emocionalmente sí fue bajarnos en la cuestión de pensar en ingresos, en pensar también en los compañeros, realmente mucha gente depende de esta empresa y fue muy desolador todo esto», comenta Lorenzo Antonio Vargas, encargado del club Fusión.
Después de la emergencia sanitaria que paralizó los sectores económicos no esenciales en abril y mayo, el Gobierno emprendió la «nueva normalidad» el 1 de junio con un semáforo epidemiólogico que señala las actividades permitidas para cada uno de los estados.
Pero solo uno, el sureño Campeche, está en el color amarillo (de nivel medio de riesgo), por lo que el resto aún no puede abrir bares o discotecas, como Ciudad de México, que está en naranja o peligro alto.
«Tratamos de mantenernos a flote, nuestros jefes realmente nos están apoyando mucho para que este barco siga funcionando, pero no tenemos una fecha exacta (para reabrir como discoteca)», indica Vargas.
LUGAR DE COMUNIDAD
La importancia de la Zona Rosa radica en ser un espacio para la comunidad LGBT, que ha afrontado discriminación en la pandemia por el confinamiento y la falta de lugares seguros de esparcimiento.
Por ello, Javier Nájera no dudó en apoyar al Cabaré-Tito cuando se transformó en restaurante, al considerar necesario que estos establecimientos sobrevivan por su valor para la comunidad.
«Es muy importante que hagan este tipo de cosas porque lejos, a lo mejor, de que sea algo para que haya entretenimiento, pues creo que incentivamos también la reactivación de la economía, como país, y creo que eso es algo muy importante», opina.
Otros sitios del área también se reinventan, como El Marra que ahora es una lonchería con drag queens como camareras, o el Rico Club, que se transformó en Rico Restaurante con nachos y tortas de cochinita pibil.
«Sí hay restaurantes, hay miles de restaurantes en todo el país, en toda la ciudad, pero restaurantes para la comunidad LGBT no hay, entonces yo creo que nuestros clientes de Cabaré-Tito, que nos son fieles, estaban esperando esta apertura en esta modalidad porque es un lugar donde se sienten protegidos», explica Esteves.
Y aunque hay consumidores ansiosos por volver a la «vieja normalidad», el gerente pide paciencia, apoyo y respeto inequívoco a las normas sanitarias para superar la crisis.
«No nos vamos a quedar así después de que pase toda esta tormenta del COVID, regresaremos a ser lo que éramos antes, como antro, que la gente se venga a divertir, a bailar, a cantar y a llorar, es lo que la gente extraña, pero ahorita es restaurante», subraya.