El jueves corrió como un reguero de pólvora el anuncio y el video en que el mandatario estatal aseguraba que estaba ordenando el cierre, a partir de ayer, de antros, bares, cantinas, billares, salones de fiestas y esos negocios que hoy son sinónimo de propagación del Covid-19, argumentando, con toda la razón, de que son los contactos sociales la principal fuente de nuevas infecciones, sin mencionar que se elevó el número de nuevas infecciones, que ya pasaron de un promedio de 65 a 70 al día, el número de muertes y sobre todo la ocupación de las camas con respiración asistida de que dispone el sector sanitario estatal, el IMSS y el ISSSTE.
Muchos se congratulaban por la medida, especialmente los médicos y los trabajadores sanitarios auxiliares, que ya dan muestras de agotamiento ante la ingente cantidad de personas que tienen que atender, cuando seguramente hoy alcanzaremos la cifra de los 7 mil contagiados, que sabemos que son más, tanto porque hay que sumar a más de un millar diagnosticados por los laboratorios privados, como porque la escasez de pruebas nos da la certeza de que por allí andan muchos más portando el virus de manera asintomática.
Varios sectores hablaron ayer en términos aprobatorios de la medida anunciada, en tanto que los colectivos médicos la aplaudían también pero decían que resultaba insuficiente, pues para que fuera eficaz había que extenderla de dos hasta las seis e incluso hasta las ocho semanas, sin saber que desde Palacio se había dado ya la contraorden.
Llamó la atención que numerosos bares y cantinas, que abrieron sus puertas ayer a media mañana, avisaban a sus clientes que incrementarían, según ellos, las medidas de protección, pero que abrirían sus negocios tal y como lo hicieron, pero fue el anuncio en redes de un centro nocturno el que adelantó que el mandatario había retirado el ordenamiento, pese a que el Diario Oficial de hoy contenía el decreto que supuestamente ordenaba el cierre.
Se supo después que la tarde del jueves el gobernador se reunió con los dueños de estos negocios y en ese encuentro, ante las quejas de los propietarios anunció que estaba bien, con la condición de que se incrementaran las supuestas medidas de protección en esos locales que, en su inmensa mayoría, no guardan ninguna, pues allí se fuma, se deja entrar a quien quiera, se supera el aforo permitido, en el entendido de que poner un envase de gel desinfectante no sirve para nada.
Reglamentos municipales dijo desde temprano que la ‘sugerencia’ de que ellos apliquen los cierres no era vinculante y que además la instrucción era tan ambigua que no les daba soporte legal para clausurar ningún negocio reglamentado, amén de que la postura de la Alcaldía de la capital es la de escuchar las órdenes de Palacio como quien escucha las campanas que anuncian misa.
Al parecer la ambigüedad del decreto, que ya interpretado por abogados es letra muerta, es del todo intencionado para evitar que parezca que el mandatario anunció una cosa y más tarde acordó otra, y para que los negocios puedan seguir operando como lo hicieron ayer desde media mañana y hasta la madrugada de hoy, como lo harán hoy y como lo seguirán haciendo hasta que las circunstancias nos persuadan a todos que la pandemia está en su etapa más crítica y puede empeorar por la culpa de quienes piensan que no ir a una cantina es un enorme sacrificio.