Muy lejos de los mensajes de optimismo pueril del Presidente, quien asegura que lo peor de la crisis económica ya pasó, su secretario de Hacienda, menos elocuente y mucho menos carismático, acaba de darnos un baño de realidad brutal y pronostica que el año entrante el país sufrirá “la peor crisis económica desde 1932”, lo que nos remite a ese año terrible en que nuestro país se encontró al borde de la bancarrota como efecto de la Gran Depresión que desde Estados Unidos se extendió colapsando a todo el sistema financiero mundial.
Fue aquel el año en que la situación política y la grave crisis económica, que significó una caída del PIB estimada en 14 por ciento, y se saldó con el abandono del patrón oro, una devaluación del peso de casi 100 por ciento y al final el enfrentamiento entre el ingeniero Pascual Ortiz Rubio y Plutarco Elías Calles, que reavivó las pasiones revolucionarias y terminó con la renuncia del presidente, el último de los mandatarios mexicanos que no terminó su mandato.
Para ser justos hay que reconocer que las condiciones de la economía se vieron afectadas severamente por la pandemia, tras lo cual hay que entender que la irresponsabilidad con que el mandatario actual ha manejado la economía, pensando que se trata de un asunto “que no tiene mucha ciencia” y que incluso llevó a su primer secretario de Hacienda a decir que él no iba a ser el “cabeza de turco” de tal manoseo imprudente, ha agravado las cosas de tal manera que lo que viene, según lo confirmó Arturo Herrera, será un período de turbulencias.
En este contexto hay que reconocer ya los perniciosos efectos de la incertidumbre provocada por las decisiones presidenciales que han ahuyentado la inversión y que en general hace que hacer negocios en nuestro país sea de alto riesgo, ante el mensaje de que la certeza jurídica de antes está irremediablemente perdida, lo que quedó demostrado tan temprano como cuando se decidió terminar con el proyecto del NAICM de Texcoco.
Seguramente el mandatario usará su tribuna de esta mañana para desmentir a Herrera y asegurar que, porque él así lo asegura y con eso basta, estamos en pleno proceso de recuperación, aunque lo cierto es que lo que su administración se verá obligada a hacer es a recortar más allí donde ya no queda casi nada, pues lo cierto es que la administración federal carece de recursos y no puede esperar elevar la recaudación ante los efectos de la caída del PIB de este año, estimada por el secretario en 7.4%, aunque otros cálculos hablan de hasta el 9.5% negativo.
Habrá que esperar para saber si de cualquier manera AMLO, cuya apuesta de derrochar el dinero en programas sociales improductivos está comprometida por la falta de dinero, se empeñará también en continuar con proyectos cuestionables en su efecto y utilidad como el tren ese que comprometerá el ecosistema de la Península de Yucatán o esa también dudosa inversión de la refinería de Dos Bocas, en Veracruz.