Lord Feebledick recibió un anónimo. Se usaba aún esa cobarde forma de joder al prójimo, sustituida ahora por el anonimato de los mensajes en los medios electrónicos y las redes sociales. En aquel escrito «un amigo» le informaba a milord que su esposa, lady Loosebloomers, lo hacía cornígero siguiendo un calendario establecido: los lunes con el vicario, que tenía ese día libre; los martes con el guardabosque; los miércoles con el caballerango; los jueves con el chofer; los viernes con el jardinero; los sábados con el encargado de la cría de los faisanes y los domingos con el mayordomo, que por ser librepensador no iba a ninguna iglesia y podía disponer del día. Lord Feebledick puso en conocimiento de su mujer el dicho anónimo. Lo leyó ella y no negó su contenido, pues en el colegio de Miss Jellyrump había aprendido a decir siempre la verdad. Tras aceptar su culpa le hizo a su marido una formal promesa: «En el futuro dejaré de ver al jardinero. Después de todo me hace falta un día de descanso en la semana». «¿Solamente dejarás de ver al jardinero? —se atufó mi lord—. Y ¿qué me dices de todos los demás?». «Feebledick —le contestó lady Loosebloomers en tono de reproche—. Recuerda que cuando tú dejaste el cigarro lo hiciste poco a poco»… Uno de los mayores fiascos entre los muchos que el régimen de López Obrador registra en estos dos años ha sido la designación de Rosario Piedra como titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Su notoria incapacidad y falta de cualidades para desempeñar el cargo condujeron a la crisis más grave en la historia de esa dependencia. La ocupación del recinto de la CNDH constituye un mayúsculo problema que, según todas las evidencias, será muy difícil resolver. Estamos en presencia de una nueva versión del Auditorio Che Guevara padecido por la Universidad. Los reprobables actos de vandalismo cometidos por la mujeres que tomaron el edificio de la calle de Cuba, actos que demeritan grandemente su protesta, dan idea del talante extremista y radical de esas personas, que difícilmente se avendrán a cualquier forma de diálogo o conciliación, y más cuando su movimiento es tildado de político por el Presidente, que en todas partes ve moros con tranchete conservador o neoliberal, sin reconocer que son las deficiencias de su gente la causa de conflictos como éste. Por lo que hace a la señora Piedra lo mejor que podría hacer en estas circunstancias sería renunciar al cargo que detenta sin otra razón que su apellido. Su salida serviría para facilitar una vía de arreglo que se antoja problemática con ella al frente de la Comisión. Entretanto el régimen lopezobradorista sigue dando tumbos a diestra y a siniestra. Más, desde luego, a siniestra que a diestra… Castolo, joven varón de vida irreprochable, casó con Pirulina, muchacha que tenía por lema «Pecar es humano, pero se siente divino». Al empezar la noche de las bodas el recién casado tomó por los hombros a su flamante mujercita y le preguntó: solemne: «Dime, Pirulina: ¿soy yo el primer hombre con quién haces esto?». «No te lo puedo decir —respondió ella—. Todavía no sé qué vas a hacer»… Dulciflor invitó a su novio: «Te espero esta noche en mi casa, Pitolino. Mis papás te van a encantar. No van a estar ahí»… Don Cucurulo, señor de edad madura, declaró en modo terminante: «No me gusta ver películas pornográficas». «¿Por qué? —le preguntó un amigo—. ¿Van contra tus principios? ¿Lastiman tu integridad moral?». «No es eso —replicó el provecto señor—. Lo que pasa es que odio ver a un cabrón que en tres minutos tiene más sexo que el que he tenido yo en toda mi vida»… FIN.
MIRADOR
Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan
Se va el crepúsculo por el camino de la tarde, y tiende el oro y la grana de su capa de torero en la rivera del Guadalquivir.
Antes Don Juan esperaba con ansiedad que terminara el día, pues las horas nocturnas eran para él de gozo y de placer. Ahora teme la llegada de la noche. En ella se le despierta el pensamiento, y el sevillano ha rehuido siempre el acto de pensar. Piensa que el mucho pensar estorba el mucho vivir.
Con las sombras le llegan a Don Juan otras tinieblas, malos recuerdos de riñas y pendencias; de intrigas cortesanas; de necias ambiciones de poder. Entonces se pone triste, y se hunde en su sillón frailero por ver si así esas memorias ingratas no lo ven.
Pero un recuerdo lo mira y va hacia él. Es un recuerdo de mujer. Con él las tinieblas se disipan, y el corazón y el alma del anciano se estremecen de luz.
Ya es de noche en el mundo, mas no en Don Juan. La evocación de aquel antiguo amor ha hecho que en Don Juan amanezca el día.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
«… Estamos avanzando, dice un vocero oficial…».
Un misterio se me esconde,
y quiero decirlo aquí:
vamos avanzando, sí,
pero quién sabe hacia dónde.