San Diego/Nogales/Yuma/El Paso (EE.UU.), 8 oct. (EFE).- Los habitantes de la frontera estadounidense con México se sienten olvidados, desamparados y estigmatizados por los círculos de Washington. Es habitual escuchar en estas latitudes que los políticos de la capital «no tienen ni idea» de lo que ocurre en el linde. Y es por eso que el desapego a las elecciones presidenciales es común entre los ciudadanos de esa región. La política nacional no es un tema de conversación frecuente, pese a que la mayoría de las decisiones que les afectan son tomadas en la Casa Blanca o en el Congreso.
Recorrer las ciudades fronterizas de San Diego (California), Yuma (Arizona), Nogales (Arizona) y El Paso (Texas) ayuda a entender cómo llega la frontera a los comicios del próximo 3 de noviembre que enfrentarán al presidente estadounidense, Donald Trump, y al aspirante demócrata, el exvicepresidente Joe Biden.
Uno de estos estadounidenses desencantados es Aarón Ruiz, un informático de 32 años que cruza diariamente desde México el puente entre San Diego y Tijuana para ir a trabajar. «Honestamente no creo nada en la política; creo que ninguno funcionaría», suspira Ruiz, mientras anda apresuradamente por el viaducto, al ser preguntado sobre cuál de los dos aspirantes podría mejorar su vida.
Pese al desinterés generalizado, la realidad es que la mayor parte de las áreas limítrofes votan demócrata en las presidenciales: Las ciudades más grandes, El Paso y San Diego, optaron por Hillary Clinton en 2016, con cerca del 70 % de los votos; y en toda la frontera, catorce de los 23 condados con México votaron por la demócrata; mientras que los otros nueve lo hicieron por Trump.
EL CORONAVIRUS AHONDA OTRAS CRISIS
Si bien San Diego es una excepción al ser una de las urbes con mayor renta per cápita y menos desigualdad del país, la mayoría de las comunidades fronterizas tienen problemas económicos estructurales, que llevan a que sus poblaciones estén cerca del umbral de la pobreza.
El poco dinamismo económico es latente en las calles de El Paso, lugar en el que la pandemia del coronavirus ha cerrado «más del 80 %» de los establecimientos, según Pablo Menchón, un desempleado de unos 60 años que ve pasar las horas en un banco junto a otros amigos callejeros.
Sobre las elecciones, admite «no saber nada», aunque dice ser consciente de que Trump es «racista» contra los hispanos y que nunca votaría por él.
Con él coincide Gema Hernández, que describe un panorama «muy triste» en la frontera bajo el Gobierno de Trump, con «mucha discriminación hacia los mexicanos y todas las personas de color», mientras espera el autobús al lado del puente internacional de San Diego.
De este riesgo de exclusión es consciente Fernando García, fundador de la Red Fronteriza por los Derechos Humanos, que busca facilitar acceso a la educación, la organización y la participación de las comunidades «marginadas» en El Paso.
«A la comunidad de la frontera, la pandemia le llegó en un momento donde habían muchas crisis: la económica de por sí, ya que somos comunidades muy pobres; también la de derechos humanos por las políticas migratorias agresivas de Trump, y ahora, la de exclusión», relata García a Efe.
Para él, cuatro años más de Trump en el Gobierno serían «extremadamente difíciles de resistir», dado que sus políticas «han provocado que miembros de la comunidad sean encarcelados, que niños sean enjaulados y que personas detenidas mueran dentro de la detención».
A unos 550 kilómetros de distancia, en Nogales, la opinión de la calle es distinta a la de San Diego y El Paso: aquí, las políticas de Trump contra la inmigración ilegal son mayoritariamente bien vistas.La situación en las calles es también desértica y los carteles de «cerrado» abundan en la avenida Morley, que era la principal vía comercial de esa ciudad de Arizona antes de la crisis sanitaria y que está a escasos metros del puerto de entrada desde Nogales (Sonora, México).
Por esa puerta acaban de transitar Isabel y Areli, dos jóvenes de 21 años nacidas en EE.UU., pero que residen en el lado azteca. Ambas van de la mano mientras se dirigen, según comentan a Efe, a una entrevista de trabajo en una cadena de comida rápida.
Isabel cree que la inmigración de gente desde Sudamérica en busca de trabajo a Nogales «no es una invasión», pero «no va bien para los mexicanos», en alusión a aquellos que cruzan la frontera diariamente para trabajar en empleos no cualificados en EE.UU. «La inmigración es un problema para ambos países», insiste. Es por eso que no descarta sufragar por Trump.
María Ávalo, una mujer mexicana de 67 años que emigró a EE.UU. hace cinco décadas, comparte una visión similar. En su opinión, Trump «no hace nada que moleste» ni a ella ni a su familia ni a la comunidad.
«Los que estamos bien aquí, estamos bien, pero los que apenas están entrando, (Trump) no puede ayudarlos», comenta, apoyada en la pared de una de las pocas tiendas abiertas de la ciudad. Ávalo va un paso más allá y asegura que entre los inmigrantes que cruzan la frontera «hay personas que vienen a matar y a crear desorden».
LA VIGENTE BATALLA DE AMBOS NOGALES
Las opiniones de Isabel y María son muestra de que los recelos a ambos lados del muro entre los dos Nogales, el de Arizona y el de Sonora, siguen vivos.
La historia de desconfianza entre las dos ciudades tuvo su cumbre en 1918, en la «Batalla de Ambos Nogales», ejemplo de la tensa relación entre los dos países durante la década de los 1910, época de la Revolución Mexicana (1910-1924) y la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
La leyenda -y varios expertos consultados por Efe- cuenta que militares estadounidenses empezaron a disparar contra civiles y soldados del lado mexicano porque recibieron un soplo que indicaba que había espías alemanes infiltrados ahí. En ese momento, no había muro, por lo que la ciudad era a la práctica una, aunque convivían dos países. Tras decenas de bajas en el lado mexicano, el entonces alcalde de Nogales (Sonora), Félix Peñaloza, salió ondeando una bandera blanca en señal de tregua, y un francotirador estadounidense lo mató de un disparo.
Este dramático episodio llevó a ambos municipios a pactar el levantamiento de la primera valla fronteriza de la historia entre las dos naciones, forjando el muro que conocemos hoy en día.
Las rencillas de ese suceso están todavía en la mente de sus ciudadanos, detalla Alex LaPierre, director de la Border Community Alliance (Alianza de la Comunidad Fronteriza), en Nogales, Arizona. Sin embargo, a su juicio, la situación ha empeorado con Trump, que ha enervado «todavía más» a los mexicanos. Él, de hecho, no comparte el mismo punto de vista que sus paisanas Isabel y María.
«Cuatro años más de Trump supondrían más militarización de la frontera y esto no beneficia a nadie. Muchas de las decisiones sobre frontera se hacen en Washington y no preguntan a los que vivimos aquí para saber cómo estamos», lamenta el arizoniano, de antepasados franceses.
YUMA, UN FEUDO REPUBLICANO A DEFENDER
Hay que remontarse a las elecciones de 1968, en las que salió victorioso el republicano Richard Nixon (1969-1974), para encontrar unos comicios en los que los habitantes de Yuma votaran por un candidato demócrata, en ese caso, Hubert Humphrey.
Actualmente y desde hace décadas, Yuma es un feudo conservador en la frontera, un bien que Trump es consciente que debe proteger a toda costa, aunque los sondeos dan a Biden como ganador.
A mediados de agosto, y nada más aterrizar ahí para un evento de campaña, Trump aseguró que México pagará por el muro mediante un «peaje» a los vehículos que cruzan la frontera común o un «impuesto» a las remesas que envían los mexicanos a sus familiares desde Estados Unidos.
Esta y otras consignas gustan a Martina Romero, una mujer residente en Tucson (Arizona). Vestida con los colores de la bandera estadounidense, Romero defiende a Efe que el neoyorquino es la mejor opción porque «ha cumplido todas sus promesas, ama a este país y mantiene a sus ciudadanos seguros».
BIDEN GANARÁ EN LA FRONTERA
Aun así, los esfuerzos de Trump en esa región podrían quedar en vano, ya que el histórico apoyo de Yuma y Arizona a los republicanos podría esfumarse el próximo 3 de noviembre, según las últimas encuestas, que dan a Biden como vencedor por casi cuatro puntos.
En California, no hay dudas sobre la victoria demócrata; mientras que en Nuevo México también se espera que gane, con menos ventaja, el candidato liberal. Texas es el único estado fronterizo en el que Trump vence.
Pese a la polarización actual de la sociedad, también en la frontera, en lo que sí coinciden los simpatizantes de ambos partidos es que Washington necesita prestar más atención a la realidad del linde con México para hacerlo un lugar más atractivo desde el punto de vista laboral, de seguridad y turístico. Ese será uno de los retos del próximo presidente de Estados Unidos.
Alex Segura Lozano