Culiacán (México), 17 oct (EFE).- El miedo continúa latente en Culiacán cuando se cumple un año del operativo fallido para capturar a uno de los hijos de Joaquín «el Chapo» Guzmán, que detonó una violencia de dimensiones nunca vistas y dejó al menos ocho muertos en este municipio del noroeste de México.
El estruendo de la metralla, el bloqueo de las principales vías, el despojo y quema de vehículos, el enfrentamiento entre pistoleros y militares, el correr de mujeres, niños y hombres por las calles de la capital del estado de Sinaloa, aún está muy presente en la mente de sus habitantes, en esta efeméride bautizada como «el jueves negro».
Esa inédita acción del narcotráfico logró poner de rodillas al Gobierno mexicano, que se vio obligado a liberar a Ovidio Guzmán y terminó por evidenciar la ineficiencia y abandono en la lucha contra el crimen organizado en Sinaloa.
«Ese día supimos que quien manda en Sinaloa es el narco y hoy sabemos que lo que sucedió ese 17 de octubre puede volver a suceder en cualquier momento si al crimen organizado le pega la gana», asegura a Efe Kevin, un reportero de nota roja local.
Ese día, Kevin estuvo en la zona cero del conflicto, hasta donde llegó una gran parte de los más de 300 sicarios que el Cártel de Sinaloa movilizó para liberar a Ovidio Guzmán. Un año después recuerda cómo en busca de la noticia buscó refugio en la Fiscalía de Sinaloa y tuvo que caminar sobre decenas de casquillos.
UN SUCESO REPETIBLE
Miriam Ramírez, coordinadora de la campaña #JuevesNegroNuncaMás, está convencida de que, si siguen prevaleciendo las mismas condiciones de inseguridad en Sinaloa, esto puede volver a ocurrir.
«No tenemos ninguna duda de que en cualquier momento se puede volver a repetir una situación de esa magnitud, pues el poder que tiene el crimen organizado quedó demostrado y la incapacidad de las autoridades locales también quedó demostrada», dijo a Efe.
Miriam considera que la mayor lección del «jueves negro» ha sido terminar con «la idea romántica de que el crimen organizado en Sinaloa era bueno, que era el bandido noble que ayuda a las comunidades, que da empleo o que genera bienestar».
Sobre las investigaciones del caso, Miriam dice que ha pasado un año sin rendición de cuentas de las autoridades locales. «Nos han hecho sentir que se han deslindado totalmente del tema», lamentó.
Esta misma semana, el fiscal general de Sinaloa, Juan José Ríos, recordó a medios que quien se encarga de las investigaciones es la Fiscalía General de la República.
LAS INCÓGNITAS DEL OPERATIVO
Según un detallado informe del Gobierno federal, el ‘jueves negro’ dejó 8 muertos, además de 19 heridos. No obstante, el Gobierno de Sinaloa sostiene que hubo 13 muertos, 3 de ellos civiles ajenos a los enfrentamientos.
Este baile de cifras refleja el descontrol vivido en esas horas, en las que el Gobierno primero se mantuvo en silencio y, luego, presentó varias versiones de los hechos.
Primero señalaron que soldados habían hallado fortuitamente a Guzmán en un domicilio, pero al día siguiente rectificaron al asegurar que fue un operativo de captura para cumplir una orden de extradición de Estados Unidos.
Además, el jefe del Ejército, Luis Cresencio Sandoval, admitió que la operación fue «precipitada y mal planeada» y que se tuvo que liberar a Guzmán ante la respuesta violenta de los sicarios.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que la liberación la acordó el gabinete de seguridad, pero en junio pasado rectificó al asegurar que él mismo dio la orden.
EL REFUGIO DE PEPE
La vivienda de Pepe Delgado se convirtió ese 17 de octubre en un pequeño albergue para mucha gente que se quedó atrapada en el centro de Culiacán ante la embestida del Cártel de Sinaloa. Este profesor universitario tuvo que sortear la muerte a bordo de un taxi desde la universidad hasta su casa, en una ruta similar a la que seguían los sicarios.
«Lo que se vivió ese día fue una especie de demostración de cómo están las cosas en la ciudad: Los grupos que hay en esta ciudad, el poder que tienen, la manera en que están armados, la capacidad de organización (…) es lo suficientemente preocupante como para saber que es posible que vuelva a suceder», afirma a Efe.
Ese día, después de que el taxi logró dejarlo a una calle de su casa, tuvo que correr los 100 metros más difíciles de su vida.
«Llegué a mi casa y me desahogué porque tenía muchísimo miedo. (…) Temí por mi vida, por que pasara una patrulla, por que esa patrulla no se encontrara con una camioneta de gente armada», rememora.
NO AL OLVIDO
«El Gobierno no hizo nada después del 17 de octubre. Le apostó a que se nos olvidara lo que sucedió. No hubo ninguna política pública diferente de los últimos 20 años», aseguró a Efe Esteban García, fundador de Culiacán Valiente.
Días después cerca de 3.000 personas marcharon pidiendo paz por la misma zona cero: «El sentimiento de odio, de miedo y de frustración nos invadió después de los hechos trágicos en donde nos habían tomado la ciudad».
Pese a ello, reconoce que «ha habido una tolerancia hacia la cultura que ha impuesto el narcotráfico» y que lo sucedido fue «la suma de años de silencio. Esa permisibilidad que dio la sociedad a que la semilla del narcotráfico floreciera», concluyó.