No se me acerquen mucho, por favor. No se me acerquen. Es que ¿saben ustedes? huelo. Y no a ámbar, como dijo el hidalgo de la Mancha. La tinta con que me marcaron el dedo pulgar después de que en mi ciudad, Saltillo, voté en la elección del domingo que pasó, no tiene olor a rosas gongorinas o de Gertrude Stein, ni trasciende al clavel que evoca al clavo ni al nardo canónico de que escribió López Velarde. Menos aún posee profumo di donna, scent of a woman, perfume de mujer. Huele a rayos, para decirlo con expresión inédita. Es miércoles ya, y todavía es fecha en que cualquiera pensaría que puse el dedo en indebida parte. Desde luego uno no espera que la tal tinta huela a madreselva, jazmín de Arabia o alhelí, pero ojalá los fabricantes evitaran que tuviera el olor mefítico que tiene. En fin, detalle intrascendente es ése. Lo importante es que los coahuilenses tuvimos una elección en orden y tranquila, bien organizada y cumplida bien por la autoridad electoral. El PRI, según es bien sabido, arrasó en las urnas y dejó muy abajo tanto al PAN como a Morena. Me preguntarán a qué se debió eso. (Nota de la redacción. Nadie le hace la pregunta al columnista, pero aun así él la contesta). Se debió, desde luego, a la sólida estructura que el partido tricolor mantiene en el Estado, contrastante con el desbarajuste que priva en los demás partidos. Influyó igualmente la buena labor que ha llevado a cabo el gobernador Riquelme, y que los ciudadanos reconocen. También los coahuilenses negaron su sufragio a los candidatos de Morena porque se han percatado de la forma en que López Obrador ha tratado a Coahuila, lo mismo que a otras Entidades que no gozan de su preferencia, quitándole recursos y negándole todo apoyo, incluso el que está obligado a darles. A todo eso debió en Coahuila su sonoro triunfo el PRI, con el cual dio aliento al partido nacional. Yo no soy priísta —a ningún partido pertenezco—, pero felicitaré personalmente a mis amigos del PRI cuando dentro de algunas semanas se me quite este olor que todavía traigo. Como dice Jesús R. Cedillo, colega al que aprecio y admiro: puf… La mujer le manifestó al joven analista: «Soy ninfómana». Repuso el apuesto psiquiatra: «Antes de que siga ha de saber que mis honorarios son de 2 mil pesos la hora». Inquirió la mujer ansiosamente: «¿Cuánto por toda la noche?»… «Estoy embarazada» —le informó Dulcibel, joven soltera, a su mamá. La señora profirió una interjección jaculatoria aprendida de la suya: «¡Mano Poderosa!». Precisó Dulcibel muy apenada: «No fue con la mano»… Bien dice el dicho popular: «Hijo de tigre, pintito». El primogénito de don Usurino Matatías, el hombre más avaro de la comarca, fue a cenar con su novia en restorán. A la hora de la cuenta le dijo: «Tú has pagado las últimas diez veces. Vamos a echar un volado a ver quién paga ahora»… Un caballero de buen porte acudió a la consulta de un médico y le dijo que de continuo se sentía cansado. Le preguntó el facultativo: «¿Qué edad tiene?». «65 años» —respondió el paciente. «Es natural entonces —indicó el doctor— que sienta esa fatiga. ¿Tiene actividad sexual?». «Sí —replicó el hombre—. Cuatro veces al año». «¿Cuatro veces? —repitió el galeno—. ¿Por qué tan pocas?». Explicó el visitante: «En primer lugar no soy casado. En segundo, soy algo tímido con las mujeres. Y en tercer lugar soy Obispo de mi iglesia»… Doña Facilisa no salió del lecho esa mañana, pues tenía temperatura. Su esposo, don Cucoldo, le comentó a un compadre: «Mi señora está en la cama con 38». Dijo el otro: «Todos conocemos los devaneos de la comadrita, pero creo que ahora se pasó de la raya»… FIN.
MIRADOR
Ésta es la hora que no es ninguna hora. El día no es todavía día, y la noche no acaba de ser noche.
En su lecho —esto pretende ser prosa poética, por eso el que escribe no escribió «en su cama»— el hombre se da vueltas tanto de cuerpo como de alma. Ya está sobre su costado izquierdo o sobre el derecho; ya sueña, ya recuerda.
Entonces una sombra se le aparece al hombre. Esa sombra es él mismo. Le hace preguntas que el hombre —la sombra— no puede contestar.
«¿Quién eres?».
«¿Qué eres?».
«¿Por qué eres lo que eres?».
«¿Por qué no eres?».
Esas preguntas, y la reiteración cacofónica de la palabra «eres», hacen saber al hombre que su prosa no es poética. Es solamente prosa. Y muy prosaica.
Se vuelve entonces en la cama al otro lado.
Por el cristal de la ventana entra la primera claridad del día.
Tampoco eso es prosa poética. Es lugar común.
El hombre sufre porque no es lo que quisiera ser.
Pero sufre más porque es lo que es.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
«… AMLO se deslinda de su hermano…».
Se alaba el separatismo,
pues el tal Pío desvaría,
pero también debería
deslindarse de sí mismo.