Cristina Sánchez Reyes
México, 24 oct (EFE).- Luis Díaz lo ha conseguido. Él es una de las 640.000 personas que se han recuperado de la covid-19 en México, y lo ha logrado pese a tener diabetes. «Saber que estoy vivo todavía me pone muy sensible. Hasta ver a una mariposa me hace llorar», dice conmovido tras haber salido de su hospitalización.
Vive en Juchitán, en el estado sureño de Oaxaca, el cual acumula poco más de 20.000 casos y casi 1.600 muertes. Cuenta que todavía siente miedo por las consecuencias que el coronavirus pueda causarle. «Estoy en terapia para que mis pulmones no queden tan afectados», comenta este sábado en entrevista con Efe.
A Luis, arquitecto de profesión, le tocó ver de cerca la tensión que se vive en los hospitales mexicanos debido a la expansión de la pandemia, que suma ya en México 880.000 contagios y 88.000 muertes; y la falta de material sanitarios, pues «a veces los médicos no tenían ni para cubrebocas, pero seguían haciendo su trabajo», dice.
Reconoce que todavía tiene muchas lagunas mentales de su hospitalización pero lo que no olvida es lo angustiante que resultaron los síntomas de «no poder respirar, y el miedo a ser intubado». «Sabemos que muchos en esa etapa ya no la libran», admite.
LA AMENAZA DE LA DIABETES
Antes del coronavirus, Luis ya había sentido de cerca la muerte. En septiembre de 2017, un potente terremoto azotó el municipio donde vive. Miles de casas sufrieron daños, incluso el hospital Macedonio Benítez, en el que este año fue atendido, quedó totalmente destruido.
«Después de eso me diagnosticaron diabetes. Tenía 37 años», afirma.
Cuando llegó el coronavirus SARS-CoV-2 a México a finales de febrero, Luis sabía que por su enfermedad debía extremar sus cuidados. Sin embargo, debido a su trabajo tenía que acudir a gestiones públicas, donde concurría mucha gente.
«Pienso que en una de esas me contagié, pese a que siempre portaba cubrebocas y careta», rememora.
Sus síntomas comenzaron como un simple resfriado, pero se fueron complicando, su saturación de oxígeno bajó y tuvo que ser hospitalizado.
«Uno de los problemas es que llegué con 350-400 de glucosa -cuando los índices normales son de 130- y tenían que atenderme eso, además de la covid», dice.
Recuerda que los doctores tenían pocas expectativas de su caso, incluso tres o cuatro veces estuvo a punto de ser intubado. «Al final lo evitamos, no sé si fue suerte o milagro», apunta.
Pese a que el hospital tenía el personal y el equipamiento necesario para atender casos como el suyo, afirma que carecían de medicamentos, los cuales tuvo que conseguir por cuenta propia pero considera que ese esfuerzo fue el que le salvó la vida.
Gracias al acceso a un teléfono celular para comunicarse con su familia «en ningún momento me sentí solo. La parte emocional en esos momentos es la diferencia para las personas que estamos internadas», reconoce.
LA VIDA TRAS LA COVID-19
Tras 20 días de hospitalización, Luis fue dado de alta pero dice que la covid-19 ha marcado su vida.
«En lo emocional me encuentro muy sensible. Valoras todo, el aire, el sol, algo que no puedes tener cuando estás ahí hospitalizado», dice.
Físicamente, ha perdido movilidad y fuerza. «Hasta abrir una botella me es imposible todavía», afirma. Pero tiene miedo de las cicatrices que el coronavirus haya dejado en su cuerpo, especialmente en sus pulmones.
Todavía trabaja para poder tener una mejor respiración.
Dice que la clave de haber ganado esta batalla, mientras miles de personas en México y el mundo no han podido hacerlo, fue la atención médica oportuna.
«El golpe económico y emocional es muy fuerte. Yo tuve la liquidez para conseguir los medicamentos, pero muchos otros no tienen ni la posibilidad de la atención, por eso es importante seguirnos cuidando», apunta.
Luis espera que su testimonio sirva para que la gente sea consciente de la gravedad de esta padecimiento. «No vamos a superar esta enfermedad si seguimos minimizando los riesgo y los daños. Estar desprotegidos siempre traerá consecuencias», reflexiona.