México, 25 oct (EFE News).- Tras vivir 16 años en Estados Unidos y formar una familia, Ana Laura López fue deportada a México. Como tantos otros mexicanos, ve en las próximas elecciones una oportunidad única para que gane Joe Biden e impulse una reforma migratoria que le permita lo que más anhela: regresar y ver a sus hijos.
Su historia es un patrón muy común. Huyó a los 24 años de la pobreza en México, al tercer intento logró cruzar la frontera por Tijuana y gracias a las redes de apoyo de migrantes se instaló en Chicago, donde tiró adelante con mucho esfuerzo.
A los 40 años, ya con trabajo estable, estudios e hijos, quiso regularizar su situación migratoria, pero se le denegó y fue deportada a México, donde tuvo que iniciar una vida desde cero vendiendo dulces en la calle.
«Yo me siento de aquí y de allá, y es un sentimiento que nadie me va a poder quitar», cuenta a Efe una resiliente Ana Laura, quien fundó el colectivo Deportados Unidos en la Lucha y aspira a un «cambio político» en el país donde construyó su hogar.
LA ANHELADA REFORMA MIGRATORIA
Ana Laura no puede contener las lágrimas al pensar en las graduaciones y cumpleaños que se ha perdido de Ángel y Dani, quienes viven con su padre en Chicago, adonde ella no puede regresar en 20 años.
Por eso, esta mujer que se opone a «las políticas tan insensibles e inhumanas» del presidente Donald Trump tiene toda la esperanza puesta en que «que haya una reforma migratoria» que facilite la «reunificación familiar» gracias al demócrata Joe Biden, a pesar de que fue vicepresidente de Barack Obama, cuyo Gobierno deportó a 3 millones de indocumentados.
«Todos estamos esperando un cambio. Si llega Biden, tiene una responsabilidad muy grande porque Barack Obama nos falló. Tiene esta responsabilidad porque si llega, estoy segura que será por el voto migrante», sostiene en una entrevista en el taller de serigrafía que fundó junto a su colectivo.
Pero Ana Laura advierte que si Biden fracasa o contradice su hoja de ruta para ayudar a 11 millones de migrantes indocumentados, la lucha no termina.
«Poco a poco se van a ir sintiendo cambios en Estados Unidos, es necesario e inevitable», opina, porque muchos de los futuros votantes han visto las «rudas» políticas migratorias del Gobierno o tienen «papás que han sido deportados».
EN MANOS DE LOS HIJOS DE LOS MIGRANTES
A Ben Moreno le cuesta hablar español. Aunque nació en el fronterizo estado de Coahuila, su familia se mudó a Dallas (Texas) en busca de trabajo cuando solo tenía 3 meses. A los 48 años, fue deportado a México por no tener papeles.
Este padre de familia que dirigía una empresa de acabados en Indianápolis (Indiana) no quiso pasar años encerrado en una estación migratoria batallando su caso en vano, por lo que firmó su deportación.
Allá quedaron sus dos hijos: Vanessa, una abogada especializada en migraciones, y Bernabé, estudiante de Ingeniería.
Ambos tienen la nacionalidad estadounidense, por lo que podrán votar el 3 de noviembre y está convencido de que lo harán por Biden.
«Se ocupa de una persona que respete a la ciudadanía y se haga respetar. Donald Trump no respeta a la gente, ni a la Casa Blanca ni a Estados Unidos. Dice que ama a Estados Unidos, pero no ama nada más que a él mismo, no le importa la gente», asegura.
«Biden nos va a regresar este respeto», añade Ben, quien dice hablar en primera persona porque pese a no tener la ciudadanía nadie le puede quitar el sentimiento de pertenencia del país en el que pasó toda su vida.
Aunque fue deportado en 2014 bajo la Administración de Obama, no le guardia «ni rencor ni resentimiento» al expresidente, porque hizo las cosas según la ley y sin el «tono de racismo» que usa Trump.
Además, está convencido de que Biden restablecerá el programa DACA para «soñadores», un amparo migratorio temporal que permite estudiar y trabajar a los migrantes que llegaron siendo niños, el cual es motivo de una batalla judicial en el Supremo.
LOS EMPRESARIOS ESTÁN CON TRUMP
No fue nada fácil la llegada a México para Israel Concha, un mexicano de 38 años que creció en Texas.
Tras exceder la velocidad con su automóvil, fue detenido, encerrado dos años en un centro migratorio lejos de su hijo recién nacido y deportado al inseguro estado de Tamaulipas, en la frontera, donde fue secuestrado el primer día que puso los pies en suelo mexicano.
«La situación ha cambiado mucho. Tengo familiares nacidos en Estados Unidos que hasta ellos tienen miedo de ser deportados. Nuestras familias migrantes están batallando porque el presidente usa nuestra comunidad como carne de cañón para construir su muro y ser reelegido», denuncia Concha.
Tras su deportación, fundó la organización New Comienzos de apoyo a mexicanos deportados y afirma que recibe llamadas que le cuentan cómo se «saturan» los centros de detención de migrantes de Estados Unidos, a los que considera «máquinas de hacer dinero» para el Gobierno.
Por eso no tiene duda que la mejor opción es el Partido Demócrata, puesto que los republicanos «bloquearon» una reforma migratoria en el Congreso, aunque admite que no toda la comunidad mexicano-estadounidense lo ve igual.
«Estamos viendo que muchos deportados se inclinan al lado demócrata, pero el empresariado mexicano que ha vivido en Estados Unidos le va al lado de Trump. Argumentan que les ha ido muy bien en cuanto a negocios pero a la vez saben lo que pasa en nuestra comunidad», cuenta.
Al final, el objetivo de los deportados, que son de ambos lugares y de ninguno a la vez, no es otro que recuperar la libertad de reunirse con sus familias. Pero no todos se volverían a instalar en Estados Unidos.
«México me gusta también, aquí las cosas son complicadas y hay mucho que hacer», concluye comprometida Ana Laura, quien en este país ha hecho lo que, dice, mejor saben hacer los migrantes: «Trabajar».