Algún rincón de Buenos Aires pudo ser testigo del encuentro entre dos hombres que se admiraban, dos genios en lo suyo. Eduardo Galeano, como «mendigo de buen fútbol», seguía los pasos de Diego Armando Maradona, ese que tenía la «insoportable responsabilidad de trabajar de dios». Pero no ocurrió.
«El peor pata de palo», como se definía el escritor y periodista uruguayo, y el futbolista más amado y odiado a partes iguales en todo el mundo, tan amigo de la pelota como de la polémica, que este viernes cumple 60 años, habían acordado reunirse en la capital argentina.
«No, no se vieron, porque arreglaron un encuentro en Buenos Aires, pero no pudo ser», explica a Efe Helena Villagra, viuda de Galeano (1940-2005), autor de «Las venas abiertas de América Latina» o «El libro de los abrazos» y uno de los más reconocidos escritores que incluyeron el fútbol en su obra.
Nunca sabremos qué hubiera surgido de esa charla entre dos personas con tantas afinidades futbolísticas e ideológicas. Lo que sí es conocido es que, después de las muchas líneas dedicadas por Galeano a Maradona, alguien tan poco dado a exhibir sus afectos como ‘el 10’ abrió su alma en 2005, cuando supo que aquel había fallecido.
«Gracias por luchar como un 5 en la mitad de la cancha y por meterles goles a los poderosos como un 10. Gracias por entenderme, también. Gracias, Eduardo Galeano: en el equipo hacen falta muchos como vos. Te voy a extrañar», dijo al periódico argentino La Nación.
Maradona, «el vengador -según el autor uruguayo- de la derrota argentina en la guerra de las Malvinas, mediante un gol tramposo y otro gol fabuloso» en el Mundial de 1986, agregó: «Gracias por enseñarme a leer el fútbol».
FÚTBOL Y FANTASÍA
En su búsqueda de la belleza balompédica, Galeano obtuvo del ‘Pelusa’ «las mejores horas de alegría y de placer» y siempre reconoció en él y el brasileño Edson Arantes do Nascimento ‘Pelé’ a los mejores futbolistas que vio en su vida.
Su libro «El fútbol a sol y sombra» (1995), biblia imprescindible para quienes defienden que deporte y letras pueden convivir, incluye ocho relatos en los que aparece Maradona.
En uno de ellos, «Gol de Maradona», narra un tanto del hoy técnico de Gimnasia y Esgrima de La Plata cuando integraba los equipos infantiles de Argentinos Juniors, en 1971.
«El número 10 de Argentinos recibió la pelota de su arquero, esquivó al delantero centro del River y emprendió la carrera. Varios jugadores le salieron al encuentro: a uno se la pasó por el jopo (tupé), a otro entre las piernas y al otro lo engañó de taquito. Después, sin detenerse, dejó paralíticos a los zagueros y al arquero tumbado en el suelo, y se metió caminando con la pelota en la valla rival. En la cancha habían quedado siete niños fritos y cuatro que no podían cerrar la boca».
Diego, que vivía «en una casa pobre de un barrio pobre», era «el más querido de todos» los ‘Cebollitas’, recuerda Galeano.
LA SOMBRA DE MARADONA
Pero, sin duda, es «Maradona» el relato que mejor disecciona al futbolista y sus circunstancias, su choque frontal con el poder y hasta la carga de ‘ser’ él.
«Él estaba agobiado por el peso de su propio personaje. Tenía problemas en la columna vertebral, desde el lejano día en que la multitud había gritado su nombre por primera vez. Maradona llevaba una carga llamada Maradona, que le hacía crujir la espalda», detalla Galeano, que agrega: «No había demorado en darse cuenta de que era insoportable la responsabilidad de trabajar de dios en los estadios, pero desde el principio supo que era imposible dejar de hacerlo».
Según el escritor, su enfrentamiento con los estamentos futbolísticos y con la camorra napolitana hizo que «la máquina del poder» se la tuviese «jurada», en alusión a sus sucesivos positivos por cocaína y efedrina: «Él le cantaba las cuarenta, eso tiene su precio, el precio se cobra al contado y sin descuentos».
La esposa de Galeano rememora para Efe la visita que ambos hicieron a Nápoles (Italia) para recorrer la ciudad que convirtió a su patrón, san Gennaro, «en san Gennarmando» cuando el ‘Pibe de Oro’ jugó allí (1984-1990), tiempos en los que, como narra en «Maradona», «el sur oscuro había logrado, por fin, humillar al norte blanco que lo despreciaba».
«Fuimos a ver sus, digamos, santuarios que están en todos lados. Lo aman», detalla Villagra.
ESTRELLA DE PLATA Y LATA
Quizá el más emotivo relato dedicado a Maradona sea «El parto», de «Bocas del tiempo» (2004), último de Galeano publicado en vida.
Cuenta el nacimiento de Diego Armando y explica que su madre, doña Tota, «encontró una estrella, en forma de prendedor», en el suelo del hospital cuando fue a dar a luz.
«La estrella brillaba de un lado, y del otro no», narra Galeano en una mágica fábula de lo que luego sería su vida.
«Esa estrella de plata y de lata, apretada en un puño, acompañó a doña Tota en el parto. El recién nacido fue llamado Diego Armando Maradona», concluye.
La figura del astro argentino vuelve a surgir con fuerza en dos obras póstumas, «Los hijos de los días» (2011) y «Cerrado por fútbol» (2017).
En el primero, narra el ‘gol del siglo’, el que marcó a Inglaterra después de la famosa ‘mano de Dios’ en el Mundial’86, «cuando bailando, con la pelota pegada al pie, dejó a seis ingleses perdidos en el camino».
En el último, antología de líneas publicadas en otros libros, el autor que dijera en 1995 que «en el frígido fútbol de fin de siglo, que exige ganar y prohíbe gozar, (Maradona) es uno de los pocos que demuestra que la fantasía puede también ser eficaz» baja al «ídolo generoso y solidario» a tierra y argumenta que Maradona es ese «dios sucio, pecador, el más humano de los dioses».