Nuevamente ayer en Aguascalientes se resolvió un secuestro virtual, cuando policías municipales localizaron a una mujer originaria del Estado de Sonora, la cual fue víctima de un plagio exprés.
Sin embargo, la hermana de la afectada no hizo caso a su sentido común y realizó un par de depósitos de 10 mil pesos cada uno a una cuenta bancaria, hasta que se le ocurrió pedir ayuda a las autoridades y así resolver el penoso asunto.
La Policía lo único que hizo fue recomendarle a la familia ya no depositar dinero y no contestar el número de teléfono celular del cual los estaban extorsionando.
El siguiente paso fue hacer un recorrido por hoteles y moteles de la ciudad, de donde invariablemente se “rescata” a la mayoría de los “secuestrados”, pues es la manera en que los facinerosos logran controlar a su supuesta víctima.
Lo increíble en sí no es el “rescate” de la víctima, sino que la gente, incrédula, siga cayendo en este tipo de engaños.
Y esta historia que acaba de leer, se repite semana tras semana, lo único que cambia son los protagonistas; ahora fue una mujer adulta, pero en la trampa suelen caer personas de todas las edades, de todos los sectores, incluso algunos de los que se enganchan en las extorsiones son profesionistas, que se asustan ante los argumentos de quienes los amenazan al otro lado del altavoz.
Bandas delictivas bien organizadas se aprovechan de la ingenuidad de la gente que, a pesar de las campañas informativas por prensa, radio y televisión, sigue cayendo en sus trampas de las que buscan obtener un beneficio económico a cambio.
Y bien se sabe, porque se ha publicado profusamente, que la gran mayoría de llamadas para timar proviene de las cárceles de todo el país, donde se supone que son lugares de “amplia seguridad”, no obstante los reos se dan sus mañas, evidentemente, para tener celulares y así cometer todo tipo de ilícitos, ya que las extorsiones ocurren generalmente por teléfono móvil, por WhatsApp, aunque también no faltan los fraudes cometidos afuera de los bancos con el señuelo de haber encontrado un fajo de billetes y repartirlo con el “suertudo” que lo halló, pero lo que hacen los tramposos es cambiar los billetes por recortes de papel, por lo que cuando el afectado se da cuenta ya es demasiado tarde, pues los rateros disfrutan entonces del dinero mal habido.
Esta modalidad ocurre a lo largo de todo el año, pero se agudiza a finales del mismo, cuando se entregan los aguinaldos y ahorros a los trabajadores.
Ingenuidad, inocencia, codicia, las razones pueden ser muchas, pero la gente sigue cayendo en estos cuentos, que lo que logran no solamente es quitarles su dinero sino, sobre todo, también su tranquilidad.