Para un soberbio, soberbia y media. Así es como se puede definir el choque entre vanidades y la lucha de poder que escenifican dos subsecretarios, Martha Delgado, de Relaciones Exteriores, y Hugo López-Gatell, de Salud. La primera es la responsable de ir negociando por el mundo la compra de medicamentos y vacunas contra el Covid-19; el segundo es el zar del coronavirus y responsable de la estrategia federal. Los pleitos entre los dos fueron exteriorizados en una entrevista que le dio Delgado a El Universal el lunes, donde reveló que su jefe, el secretario Marcelo Ebrard, y el presidente Andrés Manuel López Obrador, tuvieron que intervenir y persuadir a la Secretaría de Salud —léase López-Gatell, porque el secretario Jorge Alcocer es disfuncional—, para que aceptaran las compras de vacunas anticipadas contra el virus.
Estas declaraciones no fueron un escándalo porque en este país las cosas más relevantes son intrascendentes, pero lo que hizo Delgado fue denunciar que la Secretaría de Salud estaba saboteando los esfuerzos para comprar anticipadamente las vacunas contra el coronavirus, con lo que, en acción inversa, quería dejar vulnerable a millones de mexicanos y sentenciándolos prácticamente a una eventual muerte. La revelación no trajo consecuencias para López-Gatell, porque en Palacio Nacional, sus objeciones a todo lo que no es su iniciativa, a todo lo que le reste protagonismo y lo que se aleje de sus cálculos políticos, es perdonado por el Presidente, a quien complace y da sustento a sus caprichos políticos.
Pero este conflicto alcanza dimensiones diferentes, porque jugó con la vida de los mexicanos y tendría que haber consecuencias, de existir un Gobierno serio y responsable. La historia de sus sabotajes, no obstante, tiene otra cara, no menos grave, la de la subsecretaria Delgado. De acuerdo con funcionarios, no todo es atribuible a López-Gatell, sino también hay una carga de responsabilidad —no presuntamente criminal, como en la que incurrió el subsecretario de Salud— de Delgado, que ha chocado con su contraparte en el Gobierno y con su equipo. “Gatell es muy difícil, soberbio y necio”, agregó un funcionario, “y si delante le pones a alguien igual o peor que él, generar acuerdos se convierte en algo imposible”.
A la dificultad de hablar y negociar con López-Gatell, quien como en público y en privado se comporta con soberbia e ironiza lo que plantean sus interlocutores, la forma brusca, atropellada e igualmente arbitraria de Delgado, como describen a la subsecretaria, hace más difíciles las cosas. Ebrard ha tenido que recurrir al Presidente para que se puedan solucionar los problemas palaciegos, y López Obrador lo ha hecho de manera coyuntural, sin resolver de fondo el problema, que es el propio caos que ha propiciado con la caótica administración de su equipo y la tolerancia a sandeces, como la de Delgado y López-Gatell, que anteponen su posición ante cualquier otra cosa, incluso, evitar que mueran más mexicanos.
Es absurdo que se cobren facturas en público, gastando energía en sus pugnas burocráticas y su correlación de fuerzas dentro de Palacio Nacional, antes que enfocarse en contener colectivamente la pandemia. Vamos tarde. “Estamos tres semanas retrasados”, le dijeron fuentes de la Secretaría de la Defensa Nacional a las reporteras María Idalia Gómez y Elizabeth Hernández. El personal de salud, la primera línea en la batalla contra el coronavirus, está mermado. Por un lado, el alto número de decesos, consecuencia del mal equipamiento que le dio el Gobierno federal, o la mala calidad de los equipos que sin orden ni estrategia compraron desesperadamente, porque López-Gatell, cuando estaban en tiempo y forma, convenció al Presidente de que no era necesario. Por el otro, el agotamiento por la estrategia del subsecretario de aplanar la curva pensando en camas de hospitales y no en la contención de la pandemia mediante su caza, como hasta ahora lo está haciendo el Gobierno de la Ciudad de México, con la masificación de las pruebas Covid, para determinar el aceleramiento del virus y poder analizar y romper los ciclos del contagio.
La pelea entre Salud y Relaciones Exteriores, se agudizó a la par del aceleramiento de contagios en los últimos días de noviembre. Gómez y Hernández reportaron que la segunda ola que se expande por todo el país, llevó a que 19 Estados cerraran ese mes con aumento en el número de muertes oficiales, mientras que otros 24 registraron incremento en los casos activos en 14%, y de fallecimientos en 19.7%.
En tan sólo cuatro días, agregaron, el número de Estados con algún porcentaje de aumento en los pacientes positivos pasó de 15 a 24, mientras que otras dos Entidades se sumaron a las 17 con incremento en las defunciones reportadas hasta el 28 de noviembre. Tanto en contagios como en fallecimientos directos, dijeron, la Ciudad de México ocupa el primer lugar con un total de 152 decesos y 10 mil 356 positivos más que los registrados entre el 1 y el 14 de noviembre, cuando las alzas hospitalarias llevaron a las autoridades locales a añadir un tipo de alerta al color naranja del semáforo epidemiológico.
La situación está en su peor momento de lo que estuvo durante el primer pico de la pandemia, y las pugnas personales han superado los esfuerzos colectivos para enfocarse en la lucha contra el virus. Siguen los forcejeos, donde la Secretaría de Relaciones Exteriores parece pasarle los costos a López-Gatell y criticándolo en público. Ayer mismo, el canciller Marcelo Ebrard, al término del anuncio del Plan Nacional de Vacunación, proclamó “misión cumplida”, trasfiriendo toda la responsabilidad restante al subsecretario.
No se sabe qué cumplió, pues aún ni llegan las vacunas a México, ni está claro cómo cumplirán las metas del plan en que se propone vacunar unas 125 mil personas al día en 2021. El Presidente no da ningún golpe de timón, y ve pasiva e irresponsablemente por su inacción, el conflicto de egos entre subsecretarios y su lucha de poder.