«Apostaría, James, que tiene usted tratos de fornicio con mi esposa». Eso le dijo lord Feebledick a su mayordomo. «Milord -respondió muy digno James-. Podré ser lo que usted quiera: bebedor, perezoso y hasta algo ladrón. Pero apostador no soy». El señor en vías de comprar una casa le dijo al agente vendedor: «No me gusta la ubicación de la finca. A 100 metros al norte está una planta tratadora de aguas negras; a media cuadra al sur se halla una fábrica de ácido sulfhídrico; a 200 metros al oriente está el basurero de la ciudad, y a corta distancia hacia el poniente se encuentra una refinería de Pemex». «Privilegiada situación es ésa -adujo el vendedor-. Siempre podrá saber usted desde qué rumbo cardinal está soplando el viento». La Bella Durmiente despertó al sentir sobre su cuerpo el del Príncipe Azul. Cuando por fin dejó de sentirlo le dijo: «Con un beso habría bastado para despertarme». «Sí -admitió el príncipe-. Pero no te quería modorra». El zar del virus, doctor López-Gatell, anunció que la vacuna contra el Covid-19 empezará a aplicarse en la Ciudad de México y en Coahuila. Explicó que mi estado natal fue escogido, entre otros motivos, por la buena disposición que para el caso mostró el gobernador. Eso no me sorprendió. La actitud de Miguel Riquelme ante los problemas, sean de salud, de economía o de seguridad, ha sido siempre de respuesta rápida y efectiva. El manejo que junto con su secretario de Salud ha hecho de la pandemia ha evitado males mayores, y es objeto de reconocimiento por la ciudadanía pese a los graves efectos que en todos los sentidos ha tenido y sigue teniendo la contingencia sanitaria. No es tiempo aún de echar a vuelo las campanas en señal de regocijo por la vacuna, pero no cabe duda de que por fin se ve una luz al final del túnel, si me es permitido ese inédito símil. En estos días previos a la Navidad estoy tristón porque no podré celebrarla, como cada año hemos hecho mi señora y yo, en compañía de mis cuatro hijos y mis 13 nietos. Me alegra, sin embargo, la esperanza de que el próximo año, vacuna y Dios mediante, podremos ya encontrarnos en el abrazo del amor. Mientras tanto cuidémonos como hasta ahora. Confinamiento, sana distancia y cubrebocas son sabia prevención contra lo imprevisible. Tengamos un poco más de paciencia y mucha prudencia. Eso puede salvarnos la vida. Nada nos cuesta, y cuesta nada. Doña Clorila declaró en la merienda de los jueves: «Mi marido es mesero». Preguntó una de las asistentes: «¿Atiende mesas en algún restorán?». «No -precisó ella-. Me hace el amor sólo una vez al mes». (Consuélese, doña Clorila. Sé de otra señora que se quejaba de que su esposo practicaba el sexo anual). En mis gozosas incursiones como director de orquesta sinfónica dirigí varias veces una chispeante obra de Johann Strauss, hijo: «Tritsch-Tratsch Polka». El nombre equivale a nuestro bla bla bla, y alude al chismorreo. Al presentar esa traviesa música decía yo que el chisme en las mujeres es deporte, en tanto que en los hombres es asesinato. Tal afirmación era recibida con aplausos por el sector femenino del público. Recuerdo ahora eso a propósito de don Cotillo, desagradable tipo que gustaba de meter las narices en donde no debía, con lo que causaba toda suerte de conflictos entre sus amigos, parientes y conocidos. Cierto día le dijo con insano placer a uno de sus vecinos: «Vi a tu esposa besándose y acariciándose con otro hombre». Le preguntó el vecino: «¿Es un tipo alto, moreno, de pelo rizado y bigotito?». «Así es» -confirmó el chismoso. Dijo el vecino: «Entonces no es otro hombre. Es el mismo». FIN.
MIRADOR
Por Armando Fuentes Aguirre
Perdonarán ustedes que no diga «el diablo».
Temo que si el maligno oye su nombre piense que lo estoy llamando y venga.
En su lugar diré «el diantre». Así no entenderá lo que digo y no acudirá.
El caso es que una vez el diabl… el diantre vino a visitar sus posesiones en el mundo. Eso quiere decir que vino a recorrer todo el mundo, pues en todas partes el espíritu del mal tiene posesiones.
Andando se topó con un viejo campesino.
-Soy el diablo -le dijo.
-Más diablo que tú debo ser yo -le contestó el hombre-, si me las he arreglado para vivir del campo. No creo que seas el demonio. Para probarme que lo eres conviértete en elefante.
Al punto el malo cobró la forma del enorme animal.
-A ver -lo retó en seguida el campesino-. Ahora conviértete en ratón.
El demonio se transformó en un ratón chiquirritico. Entonces el viejo lo agarró, lo metió en una caja de cerillos y lo arrojó al fondo de un pozo. Ahí sigue todavía.
Ese cuento se cuenta en la cocina de la casa del Potrero estas noches de frío.
-Por eso aquí no hay diablos -dice doña Rosa-. Los únicos demonios que tenemos son los hombres.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA
«…Bajará la temperatura…»
Muy pronto, según entiendo,
el clima descenderá.
Es raro, pues todo ya
en México está subiendo.