No hay hombre más humilde que un crudo. Sabes que tienes cruda si al día siguiente de la noche anterior le pides a tu esposa un par de aspirinas, y cuando saca el algodón del frasquito le suplicas con gemebunda voz: «¡Por favor, viejita, no hagas tanto ruido!». Cierto crudo rezaba con gran devoción: «¡Dios mío, haz que esté enfermo de gravedad! ¡No quisiera saber que lo que estoy sintiendo es una cruda, porque entonces no volvería a beber jamás!». Este día voy a dar algunas recetas para remediar la cruda. Debo confesar, empero, que ninguna de ellas la he probado. Debo a la vida, entre otros muchos dones, el de no haber sentido nunca lo que una cruda es. Ciertamente no soy abstemio, y en ocasiones varias he empinado el codo más de lo que podía aguantar el resto de mi cuerpo. Pero por causa que nadie ha sabido explicarme he sido ajeno a las torturas que siguen a una noche tormentosa y líquida. Estoy seguro de que muchos me envidiarán ese atributo. Nada hice para merecerlo, es cierto, y por eso mismo lo agradezco más. Espero servir a los bebedores transcribiendo algunas recetas contra la resaca de los españoles, o hangover que dicen los americanos. Una consiste en cortar en rodajas un pepino sin quitarle la corteza. Se añaden a las rodajas dos cucharaditas de sal y se maceran. Luego se toma poco a poco la mixtura resultante. Otra receta, aunque bastante más cara, es ésta, para elegantes: una copa de champaña bien helada, una cucharadita de coñac y unas gotas de amargo de Angostura. Se bebe la mezcla de un solo trago. Dicen que el resultado es inmediato. Nada sabrosa y más convencional es la siguiente recomendación: el crudo debe meter los pies en una tina de agua caliente y ponerse sobre la cabeza una bolsa con hielo. Tradición de crudos es el coctel llamado Bloody Mary, que al decir de expertos nunca falla. Seis partes de jugo de tomate, una de vodka, un poco de salsa inglesa y hielo. Si no cura, por lo menos refresca. Los griegos pensaban que llevar un anillo de amatista mientras bebían era tener un seguro contra la cruda. En un curioso epigrama el poeta Píndaro desautoriza tal superstición, y concluye con unas palabras de prosaica sabiduría: «Contra los malos efectos del vino el agua es lo mejor». Ahora bien (o, mejor dicho, ahora mal): ¿qué es lo que produce la cruda? ¡El alcohol!, responderán inmediatamente los enemigos de los espíritus etílicos. Falso. La cruda es provocada por los microorganismos que los expertos llaman «congéneres» del vino o el licor, impurezas químicas suscitadas por el proceso de la fermentación, y que nada tienen que ver con el contenido alcohólico de la bebida. Tomando en cuenta el número y concentración de esas impurezas, las crudas más graves -opinan los entendidos- son las causadas por el whisky de maíz sin refinar, la espantosa bebida de los hillbillies norteamericanos. Siguen luego las resacas provocadas por el oporto, el jerez y el vino tinto de baja calidad. Las bebidas más nobles, las que menores crudas causan, son el buen whisky escocés, el vodka, el buen tequila y el mezcal puro. Eso dicen los que gustan del mezcal puro, el buen tequila, el vodka y el buen whisky escocés. Quién sabe. A fin de cuentas el mejor medio de evitar la crudas es no buscarlas, o saber tomar el vino o el licor en vez de que el licor o el vino se lo tomen a uno. No beba vino, postulan los andaluces, el que no sepa mearlo. Pero a todo esto ¿por qué he escrito lo anterior? ¿Por qué he abordado hoy un tema tan ajeno a la naturaleza de este espacio? Porque el nefasto 2020 nos dejará una cruda que habrá de durarnos el resto de nuestras existencias. FIN
MIRADOR
Por Armando Fuentes Aguirre
Se va el año con su cortejo oscuro de penas y dolores.
El que viene -¿podremos en esta ocasión llamarlo «nuevo»?- se presenta incierto. No sabemos si traerá alivios o más desazones.
El mundo enfermó súbitamente, y nosotros, la humanidad, con él. Una inmisericorde plaga sembró la muerte en todos los confines, y puso sufrimiento en millones de hogares en los cinco continentes.
Ahora la vacuna es esperanza. Toca a los gobiernos hacerla llegar con eficacia y prontitud, de modo que la ciencia remedie los efectos de la imprudencia e imprevisión del hombre.
Desde luego la vida seguirá. Siempre ha seguido. Nos lo dicen los niños que ahora nacen; nos lo dice el amor de los enamorados; nos lo dice el ritmo inmutable de la naturaleza.
Seguirá la vida, y todo esto será como un mal sueño del cual vamos a despertar.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA
«…Se acaba el año…»
Del uno al otro confín,
atravesando los mares,
se oye en todos los lugares
el mismo clamor: «¡Por fin!».