Dicen que los bienes son para remediar los males, y eso es lo que hacen hoy en día miles de mexicanos.
Apenas inicia el año y se puede ver la escena de cada enero: decenas de personas haciendo fila en el Monte de Piedad para obtener un préstamo que les ayude a solventar urgentes compromisos.
Esta escena no es nueva y una gran cantidad de pignorantes empeña hasta la camisa, figuradamente hablando, porque se excedieron en las fiestas de Navidad y como siempre pasa, se gasta más de lo que se recibe.
Pero en miles de casos más, si no es que la mayoría, empeñar una prenda para obtener un porcentaje de su valor en efectivo se hace necesario, porque no hay dinero que alcance. Miles de personas han perdido su empleo durante la pandemia y echan mano de lo último que les queda para sobrevivir en lo que encuentran el medio para conseguir el sustento para sus hogares.
El Monte de Piedad y otras casas de empeño han tenido auge siempre, pero en los últimos meses su actividad se ha visto acrecentada, porque no son pocas las familias que no tienen para comer y sus necesidades más básicas, pero principalmente porque la gran mayoría de la población económicamente activa no tiene acceso a instituciones bancarias o de préstamos, donde le exigen una lista interminable de requisitos, que muchos no pueden presentar.
Y como bien dice el nombre de estos establecimientos, son casas de empeño, donde se le otorga a la persona que lleva una prenda -que puede ser desde un celular, pantallas de TV, computadoras, joyas, electrodomésticos y hasta automóviles, y son estos objetos los que se dejan en garantía del préstamo- un monto que no excede el 70% regularmente y se da un plazo para recuperarlos, aunque en muchos de ellos existen los refrendos, que consiste en pagar intereses antes de la fecha de pago y sólo en tres ocasiones, lo que otorga más tiempo para poder liberar las prendas.
Definitivamente, el Monte de Piedad y otras instituciones de este tipo de asistencia son la única posibilidad de que la ciudadanía acceda de forma rápida y no tan complicada a préstamos monetarios y le evita enredarse con los temibles usureros, que casi piden un ojo de la cara por el dinero que prestan y que cobran con creces, muchas veces utilizando métodos indebidos e indecentes, cuando por cualquier cantidad otorgada cobran interés sobre interés.
Pero pues esta cuesta de enero apenas empieza, y la verdad es que nadie sabe cuándo terminará, porque todos los días, todos los meses del 2020, la pendiente nunca declinó. Esperemos un mejor año, económicamente hablando.