“Cuando debemos hacer una elección y
no la hacemos, esto ya es una elección”.
WILLIAM JAMES
Toda elección implica una renuncia, pero en la elección del 6 de junio se trata más que de una renuncia, se juegan dos modelos de país, dos visiones, dos ideologías, son dos opciones antagónicas entre la 4T y el PAN con el grupo opositor para conformar un contrapeso a esa concentración de poder que ha venido minando día a día las intituciones que construyeron una patria y formaron ínsulas de independencia y contrapeso a la presidencia imperial que construyó el partido emergente de la Revolución, el PRI.
Existe la opción del voto diferenciado, reflexivo, útil, porque no todos los candidatos de los diferentes partidos son nefandos ni perniciosos, de modo que si me permite, iremos por partes: Del PRI y el PAN hemos vivido lo bueno y lo malo de sus gobiernos, no es necesario construir una narrativa tipo conferencias matutinas para recordarlos.
Quienes tuvimos la opción de votar en el año 2000 elegimos el cambio al otorgar el voto a Vicente Fox, candidato de la Alianza por el Cambio, conformada por Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), y con el apoyo de Porfirio Muñoz Ledo, candidato presidencial del ahora extinto Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), un desparpajado ranchero y gerente de la Coca Cola logró un histórico triunfo sobre el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que después de gobernar por 71 años perdería la Presidencia de la República. Fox asumiría la presidencia con un índice de popularidad cercano al 80%, pero el tiempo, sus locuras, disparates verbales y actos de gobierno lo mandarían al oprobio.
De Fox vendría Felipe Calderón, panista de luenga militancia, cuya política de combate al exacerbado accionar del narcotráfico (la cual apoyo y apruebo) dejaría una estela de muerte, situación perfectamente aprovechada por los estrategas del PRI, para construir una dulce y tierna historia de telenovela, con la llegada de los Golden boy’s, ‘el nuevo PRI’ en la figura de un personaje hueco pero ‘guapo’, Enrique Peña Nieto, con una ‘esposa’ con rating en las telenovelas, pareja por la que los mexicanos se eclipsaron y votaron. La corrupción del peñanietismo provocó las náuseas del electorado y se eligió un cambio en la persona del tres veces candidato López Obrador, un terco político que había sido jefe de Gobierno de la Ciudad de México, quien enarboló la bandera del combate a la corrupción, que no ha terminado y permanece muy arraigada en el nuevo ‘modelo’ de Gobierno.
La elección del 6 de junio pone en la mesa de la elección la consolidación de la Cuarta Transformación, que sólo apunta a la concentración de los poderes, la desaparición de las instituciones autónomas, el control de los medios de comunicación, de los medios de producción, y de las libertades. Se están dando los pasos que nos conduzcan a una autocracia (régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad).
Un déjà vu lo encontramos en la utopía del régimen comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que comenzó con la creación de nuevas instituciones a modo, destruyendo las que existían, creó una nueva cultura proletaria cuyo propietario de los medios de producción era el Estado, utilizó el recurrente terror de las Fuerzas Armadas y policíacas, la propaganda sistemática oficial una vez desaparecidos los medios de comunicación privados, destruyó la aristocracia, la burguesía, embistió a la Iglesia ortodoxa y sembró el terror. Emergió entonces la autoridad estatal de un solo partido, la autocracia ideológica, la imposibilidad del conocimiento, la administración ultra centralizada, la ausencia de libertades individuales y de la propiedad privada; el resultado, un baño de sangre, sacrificio y fracaso.
En esta elección tenemos la oportunidad de decidir por el país que medianamente permitía construir una democracia que reconoció el triunfo de quien hoy gobierna y defenestrar porque le estorban para sus aviesas intenciones, elegir por la cultura del esfuerzo diario limpio y legal para escalar los estamentos de la sociedad, o adoptar como opción de vida las becas y dádivas económicas que el Estado otorga a cambio de nuestra libertad.
¡El PAN y MORENA, he ahí el dilema!