Una impactante tragedia ocurrió ayer en Jesús María: un hombre asesinó a su papá y después se suicidó.
Esta no es la primera vez que algo así ocurre en Aguascalientes, pues apenas en febrero, una mujer provocó un incendio-explosión en su casa, lo que causó la muerte de sus hijos; y hace pocos años atrás, otra madre de familia ahogó a sus niños tras pelear con el marido.
Este tipo de noticias impactan en la sociedad, pues se supone que la familia es donde uno debería estar seguro, tranquilo, amado, pero cuando ocurre algo así se descompone todo el núcleo cercano.
Y en este caso se supone que de por medio está el motivo económico, lo que lo hace aún más grave; ¿qué pasará por la mente del que comete un crimen de esta naturaleza? ¿qué intereses pueden ser superiores al amor y el respeto al padre, a la madre, a los hijos, a los hermanos?
El respeto parece ser la clave, pues es inconcebible que a alguien que se le respeta y se le quiere se le haga daño, pero ya lo hemos visto incontables veces en este medio impreso: el alza impresionante de violencia intrafamiliar que no pocas veces termina en tragedia, como en este lamentable caso.
Aunque el autor del homicidio-suicidio no era un joven, sino un hombre hecho y derecho, eso no le quita que en un momento de ofuscación cometió el peor de los crímenes: quitarle la vida a su propio padre.
Lamentablemente la violencia se está normalizando en Aguascalientes en todas sus expresiones, pues apenas el sábado ocurrió un impresionante enfrentamiento en la salida a Calvillo, cuando un criminal de altos vuelos provocó un caos, donde salieron involucrados y afectados civiles, que como pudieron se resguardaron de un balazo.
Pero estos hechos se han vuelto cotidianos y ya no parecen tener el mismo impacto, pues en sólo meses se han cometido feminicidios, asesinatos, ejecuciones, suicidios y todo tipo de hechos que parecen ya no sorprender a una sociedad ocupada cada quien en sus asuntos y si a esto le agregamos la “nueva normalidad”, pues los resultados están a la vista.
Tal vez esta pandemia nos obligue, todavía más, a hacer un alto en el camino, que sea el pretexto idóneo para replantear nuestros valores, nuestras creencias, nuestros afectos. No es posible que nos hagamos indiferentes a muestras de increíble violencia, porque un hecho como el descrito en las primeras líneas pronto pasará a la historia, pues vendrán, lamentablemente, nuevos hechos de sangre aún peores que los anteriores.
Ahora vale preguntarse cada uno de nosotros: ¿Cuáles valores imperan en nosotros? ¿los tenemos? ¿les hacemos caso? ¿los transmitimos a las nuevas generaciones? la respuesta parece ser no. Por eso estamos como estamos, lamentablemente.