Hace miles de años, nuestros ancestros miraban al cielo y veían un campo de luces. No sabían lo que eran, pero notaron algo asombroso: Sus movimientos eran predecibles, y tenían coincidencias con las estaciones, las mareas y las cosechas.
Esta fue la base para que todas las culturas antiguas inventaran la astrología. Y en pleno siglo 21 aún amamos la astrología.
A la gente le atrae el misticismo, pero solo la astrología sigue teniendo espacios en los periódicos. En la India los astrólogos tienen shows en las principales cadenas, y en Taiwán, donde siguen el horóscopo chino, muchas mujeres planean los nacimientos en años de suerte, tanto que en 2010, que fue el año del tigre, los horóscopos decían que no era un año afortunado, y los índices de natalidad cayeron.
Aunque sepan que no es ciencia, ¿por qué tantas personas de tantas culturas aún buscan sentido en las estrellas?
Hoy en nuestro lado del planeta creer en la astrología consiste en leer el horóscopo, que es un pronóstico personal del signo zodiacal. Y es como una droga de inicio, a pesar de que nunca, jamás, son específicos, porque la lectura de la fortuna para cada signo es prácticamente aplicable a la vida cotidiana de todos.
La tarea de este podcast es la investigación, así que vámonos atrás en el tiempo para indagar sobre el origen de esta… esta… cosa… La idea de 12 signos zodiacales se remonta a más de 2000 años, a la antigua Babilonia, actualmente Irak. Allí notaron que había doce lunas nuevas en el curso de cada año. Con esa lógica evidente, dividieron la trayectoria de sol en 12, cada una identificada por una constelación.
Así fue que utilizar símbolos en las estrellas, como un toro o un escorpión, fue de bastante ayuda para seguirlos año con año, y de esa forma nacieron los signos solares. En sus inicios, era la constelación donde estaba el sol cuando alguien nacía la que identificaba el signo correspondiente.
El ejercicio de pronóstico que ofrecía ese sistema no tardó en ser aplicado a las personas, en un principio las poderosas. Así que esto implicó, por encargo, que se diseñara un instrumento más preciso, y así nació la carta astral, que es es una foto instantánea de cómo estaba cielo en el minuto exacto en el que las personas nacían. Así ya no sólo se contaba con el signo solar, sino también se incluía el signo lunar y el ascendente, que implica saber con precisión si el sol salía o se ponía a la hora de llegar a este mundo.
La carta astral a su vez está dividida en doce casas para las distintas áreas de la vida, e incluye la posición de los planetas y los grados entre ellos.
Para este caso, el signo solar es importante, pero resulta que también importa si, por ejemplo, alguien nacía con Marte, el planeta guerrero, en la casa del amor.
Así pues, las Cartas como esta son antiguas y se usaron profusamente para predecir los destinos de figuras notables a lo largo de la historia.
Recordemos que era un mundo donde creíamos que todo nos orbitaba, y la astronomía ubicaba estrellas y planetas de acuerdo a esa lógica, por eso, la astrología interpretaba su influencia en nosotros de acuerdo al geocentrismo, es decir, con la tierra como centro del universo.
Entonces era común que los astrónomos combinaran su labor con la astrología, pues muy, muy pocas personas en esos tiempos tenían los conocimientos para interpretarla, y por eso no es extraño que fuera precisamente un astrónomo quien difundiera esta versión de la astrología por el mundo.
Y no fue cualquier astrónomo. Fue ni más ni menos que el mismísimo Claudio Ptolomeo.
En el siglo II en Egipto, Ptolomeo escribió uno de los libros de astronomía más importantes de la historia, el primero en señalar con precisión las velocidades y órbitas de los planetas alrededor de la Tierra. Así fue como la gente calculó los calendarios de los siguientes 1500 años. Era muy preciso. Estaba hecho a la perfección.
Y resulta que con esa bien ganada fama, Ptolomeo también escribió uno de libros de astrología más influyentes de todos los tiempos, el Tetrabiblos, en el que claramente no dividía el mundo en ciencia y no ciencia. El mundo de Ptolomeo es un mundo y una época en donde la astrología era sentido común.
Ese libro ayudó a difundir la astrología griega por el Oriente Medio hasta la India, pero uno de los pocos lugares donde no fue popular fue en China, porque ya tenían un sistema zodiacal basado en el año de nacimiento, sistema que también tiene miles de años.
Se volvió un negociazo. Para el siglo XVI la realeza europea empleaba astrólogos hasta para ir al baño.
La influencia era inevitable. Shakespeare se refirió a la astrología en casi todas sus obras trágicas.
En El Rey Lear, los eclipses de sol y luna presagian la muerte. Romeo y Julieta tienen mala estrella y mueren trágicamente.
En Julio César, Casio le dice a Bruto: La culpa, querido Bruto, no es de las estrellas, sino de nosotros mismos que consentimos en ser inferiores.
Mientras en Europa bullía la fiebre por saber lo que pasaría con la nobleza, dos ideas comenzaban a revolucionar el mundo y el lugar de la astrología.
Recordemos que todavía entonces se creía que éramos el centro del universo. Luego, científicos como Galileo Galilei echaron a perder la fiesta al establecer que en realidad orbitamos alrededor el sol.
Imagínense la hecatombe para el negocio… De repente, la noción astrológica de que todo está conectado a los humanos se interrumpe. No fue un tema menor.
Sin embargo, la astrología como estudio legítimo no desapareció tan rápido. Recordemos que era el modo de vida de muchísimas personas. Incluso Galileo hacía horóscopos para su familia o clientes de dinero para cubrir sus gastos. Esto de ser freelance es más antiguo que la prostitución misma.
Pero luego vino el golpe final: EL MÉTODO CIENTÍFICO
En el siglo XVII hicimos descubrimientos científicos radicales. La gravedad. El espectro de la luz. El movimiento de la sangre a través de venas. Inventamos telescopios que nos permitieron descubrir nuevas lunas y planetas.
Con todo este montón de descubrimientos empezamos a desarrollar un sistema para determinar qué era absoluta verdad: se creaba una hipótesis, se probaba y se intentaba replicar los resultados. Si algo no se podía probar, repetir o reproducir con las mismas condiciones, no era ciencia. Así nació el método científico.
Así pues, con ese filtro se comenzó a analizar todo… y, obviamente, los primeros turnos fueron para la astronomía y la astrología.
¿Estudiar los planetas y las estrellas? Eso pasaba la prueba porque había forma de comprobarlo.
¿Predecir su influencia en los acontecimientos? Imposible, no generaba pruebas, no se podía reproducir, no se podía verificar, los resultados nunca coincidían. Punto… No era ciencia.
Y, a partir de allí, la astrología y la astronomía se dividieron para siempre.
Ya íbamos de gane… La astrología se empezó a olvidar en occidente por siglos… Ya estábamos caminando directo hacia la luz, hacia el conocimiento, hacia la verdad… Y entonces… Los medios de comunicación echaron a perder todo otra vez…
En 1930 un periódico londinense publicó una columna del entonces desconocido astrólogo Richard Harold Naylor única y exclusivamente para para destacar el nacimiento de la princesa Margarita. Desde que nacieron los medios sólo pensaban en una cosa, quedar quien con sus clientes principales.
El astrólogo de marras escribió que la princesa tendría un «desprecio por los límites», lo cual supuestamente fue cierto, y afirmó que cuando la princesa tuviera siete años, ocurrirían eventos de suma importancia en la familia real. Y resulta que poco antes de que Margarita cumpliera siete, su tío, el Rey Eduardo séptimo abdicó, al trono de Gran Bretaña.
Su hermana mayor se convirtió en la sucesora. Es decir, la Reina Isabel.
Luego del “cumplimiento” de esa predicción, Naylor regresó al periódico y tuvo una columna regular. Allí se fastidió todo otra vez, y más porque en vez de escribir sobre la realeza y los eventos mundiales, comenzó a escribir horóscopos para lectores comunes basados solo en los signos solares. Otros periódicos imitaron la idea y… bueno… la humanidad dio diez pasos atrás… no, menos… como veinte…
Hoy, a pesar de que vivimos en una era que basa sus comodidades y ventajas en los descubrimientos de la ciencia, los periódicos rara vez se van a la rotativa sin incluir el horóscopo.
Pero no podemos echarle toda la culpa a los medios de comunicación, no somos Donald Trump… Por esa época, otra tendencia le dio gran impulso a la astrología: el psicoanálisis. y uno de sus fundadores fue Carl Jung, quien popularizó los tipos de personalidad.
Sus ideas inspiraron tests de personalidad, como el Myers-Briggs, que grandes empresas usan con sus empleados incluso en nuestros días. Y sí, tristemente, Jung también fue un apasionado estudiante de la astrología.
Hay una carta que le escribió a Sigmund Freud el 12 de junio de 1911: «Ocupo gran parte de mis tardes con astrología. Me atrevo a decir que descubriremos mucho conocimiento en la astrología, que se ha proyectado intuitivamente al cielo».
Y luego, a fines de los años 60, las cosas se pusieron mucho peor, porque entramos en una nueva era. A lo mejor tus abuelos la conocen.
Esa cancioncita pegajosa se llama El amanecer de la Edad de Acuario, y los responsables de esta atrocidad fueron los integrantes del grupo coral The 5th Dimension (la quinta dimensión) que cantó que el amor estaba en las estrellas.
Y no fueron los únicos, Roberta Kelly también nos salió con esta brutal mamarrachada.
Sin embargo, a quien podemos señalar como la más culpable de retornar el interés sobre la astrología en pleno siglo veinte es Linda Goodman, quien en el nada lejano 1968, hace apenas 51 años, publicó su libro Signos del Zodíaco.
Allí se fregó todo. Fue el primer libro de astrología en llegar a los más leídos del New York Times, vendió más de 30 millones de copias, y se tradujo a 15 idiomas.
El libro prometía ayudar a los lectores a reconocer los sueños ocultos, los deseos secretos y el carácter real al entender los signos zodiacales. Escribió que los signos literalmente cambian la vida, e informaba sobre lo que hoy reconocemos como la personalidad de cada signo zodiacal.
Demasiado tarde, la comunidad científica alzó la voz ante el descomunal engaño. Más de 180 científicos prominentes decidieron declarar sobre el tema y enviaron cartas a los periódicos para solicitar que imprimieran una advertencia junto con los horóscopos que dijera: «el siguiente pronóstico astrológico se debe leer solo como entretenimiento. Dichas predicciones no tienen bases confiables en hechos científicos».
Pero ya estaba digerida la jalea. A todos les encantaba saber que la miseria de sus vidas, sus estúpidos errores y sus peores decisiones no eran culpa de ellos, sino de las estrellas… que conveniente.
La cosa se puso horrible, al grado de que el entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, confesó que él y su esposa consultaron astrólogos para tomar decisiones difíciles.
En los ochentas y parte de los noventas, obvio cuando no existía internet, incluso se podía llamar a líneas telefónicas directas para tener guía cósmica.
Y bueno… si aún a estas alturas te interesa saberlo, los signos solares en los que se basan los horóscopos actuales en los que tanto confías ya ni siquiera son precisos.
En los más de 2000 años desde que se crearon los signos, la Tierra se inclinó. Los signos solares se movieron, y técnicamente ya son trece los signos… y por cierto ese nuevo signo se llama Ofiuco.
Pero ya a nadie le importa. hay miles de entrevistas a astrólogos a los que se les hace ver este asunto y simplemente se encogen de hombros. A nadie le interesa porque están vendiendo sus servicios y ganando dinero con eso.
¿Y por qué a nadie le importa?
Porque es enorme la cantidad de gente que tiene miedo de perder el control.
Las personas que sienten menos control sobre su vida son las que más recurren a la astrología y se identifican más con sus horóscopos. Y también está demostrado, con el método científico, ¿lo recuerdan?, que la actitud positiva que tienen tras leerlo puede mejorar su desempeño en tests cognitivos y de creatividad.
La ciencia, la de a deveras, la del método científico, ha comprobado que algo no necesita ser real para tener efectos reales, y por supuesto que le ha puesto nombre: efecto placebo, y constituye básicamente en que simplemente creer, así sea en una estupidez, puede ser suficiente para lograr algo.
Hay estudios del efecto placebo que demostraron que aunque el paciente sepa que toma una píldora falsa, puede funcionar igual.
Así que es precisamente el efecto placebo de saber algo sobre nuestro futuro, así sea una idiotez aplicable hasta a los perros, es el que mantiene vivo este fenómeno de la astrología.
Y si el efecto placebo te parece poco, hay otro fenómeno, también científicamente probado, que demuestra por qué la gente cree en los horóscopos.
Se trata del Efecto Barnum, llamado así por el famoso artista y promotor de circo, P.T. Barnum. Está basado en un estudio de 1949 en el que 39 estudiantes universitarios recibieron perfiles de personalidad y se les dijo que estaban basados en un examen psicológico, pero en realidad todos los perfiles eran idénticos y falsamente describían rasgos genéricos, cosas como «tu adaptación sexual te ha presentado problemas» y otras cosas que a todo el mundo le pasan por lo menos alguna vez en su vida.
Todos, menos uno de los estudiantes, dijeron que concordaban con la descripción.
El Efecto Barnum sugiere que todos pueden verse reflejados en cualquier horóscopo que les presenten. Y más cuando estas descripciones tienden a ser ambiguas y son positivas, caso preciso y exacto de los horóscopos.
Esa es la razón por la que la gente se ve tan fácilmente en sus horóscopos, porque la persona quiere que sea verdad, desea que sea cierto. Las personas se convierten en cómplices en el proyecto de corresponder y encajar con la mayor exactitud posible con el horóscopo que están leyendo.
Por eso, advertir a un Acuario tonterías como «aferrarte a emociones negativas nublará tu intuición». O a un Tauro que «no deberías distraerte con detalles, porque debes concentrarte en la vista más amplia», puede encajar perfectamente con el problema que esos dos individuos encuentren en su día a día, aún cuando se trata de advertencias que le pueden servir prácticamente a todo el resto del planeta.
Y bueno… hay que decirlo… Internet sólo empeoró las cosas.
Susan Miller, fundadora de astrologyzone.com, comenzó a escribir horóscopos en internet en 1995, y desde entonces millones de personas alrededor del mundo la leen. Son tan devotos que si Miller publica tarde, lo que pasa con frecuencia, sus fanáticos hacen una revuelta en internet.
Si cabe pensar en algo divertido de esta horrenda situación, es que los mismos astrólogos se quejan de que este estropicio ya se salió de control por completo, porque ahora cualquier hijo de vecina se puede autodeclarar astrólogo, montar su canal de youtube y dedicar su existencia a decir cuanta burrada se le ocurra, pues al final sólo se trata de decir mentiras de la forma más ambigua posible para que los creyentes se aglomeren alrededor de sus videos para decir “ah… si es cierto… a mi me pasó hace veinte años”…
Sólo de 2016 a 2017, las visualizaciones de videos de astrología en YouTube crecieron 62%. En Facebook, crecieron 116%. Y en Twitter hubo casi 300% de crecimiento en la participación.
La tendencia no ofrece expectativas positivas de que la lógica se imponga al absurdo, pues en la medida de que los jóvenes se desapegan más y más de la religión, es cada vez más probable que se vuelvan más espirituales, y esa actitud es el caldo de cultivo perfecto para que la astrología crezca.
Según investigaciones recientes los jóvenes son menos religiosos, pero más espirituales que nunca.
¿Y por qué demonios la astrología puede suplir funciones de la religión?
Pues porque es personal, porque la carta astral y el horóscopo son personales, y de esa forma logra algo diferente que la religión tradicional, en la que se pertenece a un gran rebaño.
Otro aspecto de la adivinación que resulta atractivo para los jóvenes es que se aplica a la idea de alcanzar una comprensión de lo divino, y eso provoca que se sientan cercanos al pensamiento de varios dioses, de un solo dios, o un acercamiento al gran misterio… Como quieran llamarle.
Todo lo que nos distraiga de nuestra frágil humanidad vale para salir corriendo de cualquier religión y caer en los brazos de esquilmos baratos.
La astrología atrae a los humanos porque satisface nuestro deseo de encontrar nuestro lugar, aunque sea diminuto, en un vasto universo. Incluso si no somos su centro.
Y así nos encontramos con personas muy inteligentes que buscan saber cuándo se van a casar, por qué les suceden rupturas amorosas, por qué tienen enfermedades, por perder un empleo, por perder la esperanza y la fe en la vida, o para reponerse del dolor más sobrecogedor que han sufrido, y si se alejan de los fantasmitas amigables o los espectros barbones con falda, más acudirán a este tipo de suertes simplemente porque les dan herramientas para soportar los vaivenes de la existencia humana.
Finalmente, no todo está perdido. Poco a poco también crece el número de personas que entienden de forma temprana que las cosas malas que nos suceden casi siempre tienen buenos finales.
Con todo, y a pesar de todo, el universo nos muestra que no necesitamos de brujas ni adivinos para tener buena estrella.
Este reportaje fue publicado originalmente en elreportero.com.mx y está disponible en https://www.elreportero.com.mx/2019/07/astrologia-el-podcast-de-elreportero.html