La mujer del reverendo Rocko Fages le dijo: “Ya sé que eres misionero, pero también hay otras posiciones”. En la fiesta de la oficina don Algón se puso tan borracho que se llevó a su esposa al cuarto del archivo. La abuelita le indicó a su nieta en edad de merecer: “El camino al corazón de un hombre pasa por su estómago”. Seguramente la muchacha ya había merecido, porque respondió: “Eso sería en tu tiempo, abuela. Ahora pasa más abajo”. Don Poseidón, el padre de Glafira, envió a su hija a la ciudad porque estaba teniendo relaciones más que amistosas con Pafnuncio, el encargado de la granja. Poco tiempo después el severo genitor llamó por teléfono a Glafira a fin de saber cómo se estaba portando. La compañera de cuarto de la chica le dijo a don Poseidón: “Glafira no le puede contestar, señor. Está en la cama con amigdalitis”. “¡Uta! -profirió con enojo el vejancón-. ¡Ahora con un griego!”. Una amiga de Afrodisio le preguntó: “¿Cómo te gustan los muslos en la mujer? ¿Gruesos o delgados?”. Respondió el lúbrico individuo: “Más bien prefiero lo intermedio”. Todos los hombres y mujeres libres en el mundo le debemos gratitud a Francia. Si fuera yo hacedor de frases haría ésta: “La libertad habla en francés”. En efecto, fueron franceses los pensadores que por primera vez pensaron que eso de que los reyes son designados por Dios es soberana pendejada (perdonen mi francés). Lo demostraron cortándole la cabeza a uno y a su reina. Bien se puede decir que los franceses inventaron la libertad. También inventaron deliciosas tentaciones y modos muy variados de caer en ellas. Yo tenía 20 años la primera vez que fui a París. Los he vuelto a tener cada vez que he regresado. Aquella vez primera, lo confieso, los parisinos me disgustaron. No lograba hacerme entender por ellos, y eso que les hablaba en su propia lengua. Peor me sucedió cuando les hablé en inglés: se ponían furiosos y me dejaban hablando solo. Aun así me enamoré para siempre de París. Era París y yo tenía 20 años. Hoy se celebra la fiesta nacional de Francia. En todo el mundo libre -eso de “el mundo libre” es expresión de Churchill, quien decía que la cruz más pesada que había cargado durante la Segunda Guerra fue la cruz de Lorena, símbolo del obstinado Charles de Gaulle- en todo el mundo libre, digo debería celebrarse este día a fin de dar gracias a la Francia lo mismo por Descartes que por Brigitte Bardot; igual por Flaubert que por Edith Piaf; tanto por Racine como por Maurice Chevalier. Yo, que aprendí en sexto año de primaria a cantar en francés La Marsellesa -nuestro maestro era volteriano- me pongo ahora en pie y lanzo un vibrante grito al estilo mexicano: Vive la France!… Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. En la playa le pidió a su esposa: “Dile a tu mamá que se meta al mar antes que nosotros, para que ahuyente a los tiburones”… El guía del safari le informó al cazador: “Le tengo dos noticias: una mala y otra peor. La mala es que su esposa entró por equivocación en la aldea de los caníbales. La peor es que ya habían comido”. Jactancio es un sujeto vanidoso, pagado de sí mismo, presuntuoso. Le propuso a una chica: “Harás el amor conmigo y luego iremos a comer pizza”. La bella joven lo rechazó de plano. Le dijo lisa y llanamente: “No”. Jactancio se sorprendió: “¿No te gusta la pizza?”. El joven marido llegó a su departamento después del trabajo. Su mujer lo recibió cubierta sólo por un vaporoso negligé que dejaba a la vista todos sus encantos, y sin decir palabra se puso de rodillas ante él. “¡Joder! -exclamó el muchacho, exasperado-. ¡No me digas que otra vez chocaste el coche!”. FIN.
MIRADOR
El peregrino va por el camino de Santiago.
Se dirige al santuario porque así lo prometió. Un perro rabioso mordió a su hijo más pequeño, y el hombre le ofreció al apóstol llevarle una cruz de coral y plata si salvaba al niño. El niño no murió, y ahora su padre va por el camino de Santiago.
En una aldea el hombre conoce a una muchacha y le hace el amor entre los juncos que bordean el río.
Al día siguiente sigue su peregrinación, pero ahora se pregunta si el pecado que ha cometido hizo enojar al santo.
Llega al santuario el caminante, y en el altar mayor abre la caja en la que lleva la cruz de plata y de coral.
A la cruz le han nacido rosas en los brazos.
Al peregrino le nacen rosas en el corazón.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“… Las lluvias provienen
de la cola de un ciclón…”
Se preguntaba un señor
con enojo en el sentir
si no podrían provenir
de alguna parte mejor.