Ya conocemos a Afrodisio Pitongo. Es un hombre proclive a la concupiscencia de la carne. Invitó a don Castulio, compañero suyo de oficina, a ir con él a una casa de mala nota. “¡Uh, no! -rechazó la invitación el púdico señor-. Ni siquiera puedo acabarme lo que tengo en mi casa”. Propuso el salaz Afrodisio: “Entonces vamos a tu casa”. Don Moneto, señor adinerado, le mostró su nueva mansión a Babalucas. En el vasto jardín de la lujosa residencia el rico señor había hecho colocar un lago. “En el lago -le comentó don Moneto a su invitado- voy a poner dos góndolas”. Recomendó Babalucas: “Ponga mejor una góndola y un góndolo, para que se reproduzcan”. Sigue ahora un cuento que no entendí cuando me lo contaron, pero al parecer es de color bastante subido. Las personas que no gusten de los cuentos que no entendieron cuando se los contaron, pero que al parecer son de color bastante subido deben saltarse hasta donde dice: “Aplaudo, y con las dos manos para mayor efecto”, etcétera. En el antro un tipo le preguntó a una chica: “¿Cuántas copas se necesitan para ponerte beoda?”. Respondió la interrogada: “Con cuatro tengo. Pero no me llamo Beoda”. (No le entendí). Aplaudo, y con las dos manos para mayor efecto, a la Escuela Libre de Derecho de la Ciudad de México, cuyo rector, don Ricardo Antonio Silva Díaz, promovió un amparo contra la reforma judicial que el régimen de la 4T pretende establecer por designio del Poder Ejecutivo a través de Arturo Zaldívar, ministro presidente de la Suprema Corte. Dicha reforma, a juicio de quien promueve aquel recurso, pone en riesgo la autonomía de los jueces, y por tanto la recta impartición de la justicia en México, con lo que peligra el Estado de Derecho en el país. Labor de buenos juristas, especialmente de quienes desde la cátedra trasmiten a las nuevas generaciones de abogados la noción del respeto al orden jurídico, es levantar la voz ante las amenazas que se ciernen sobre la legalidad. La reforma pretendida por el Gobierno actual contiene disposiciones cuya aplicación iría en contra de principios que no se deben vulnerar. La Escuela Libre de Derecho es una institución insigne, respetable y respetada. Merece aplauso y reconocimiento la defensa que esa comunidad académica y su rector hacen de la ley ante un régimen que privilegia el poder de un solo hombre frente al imperio de la justicia. La chica adolescente le pidió a su padre: “Háblame de sexo”. El señor se azaró. Respondió, confuso: “Habla de eso con tu madre”. “No -opuso la muchachita-. No quiero saber tanto”. Don Libidio les contó a sus amigos: “Mi esposa Hotimia y yo éramos muy ardientes cuando novios. Hicimos el amor antes de casarnos”. Declaró uno: “Muchas parejas han hecho el amor antes de casarse”. Inquirió don Libidio: “¿En el atrio de la iglesia?”. Leovigildo estaba muy enamorado de Loretela, pero sus finanzas no eran precisamente boyantes. Aun así se animó a pedirle que se casara con él. “Lo haré -repuso la muchacha- cuando tengas 100 mil pesos en el banco. No me gustaría empezar nuestro matrimonio en condiciones económicas difíciles”. Pasó un año, y Loretela le preguntó a su galán: “¿Cuánto tienes ya en el banco?”. Respondió Leovigildo, apenado: “325 pesos”. “Casémonos -dictaminó Loretela, cuyas amigas se habían casado todas en el transcurso de ese año-. Después de todo ya no te falta tanto”. La señorita Peripalda, catequista, fue a confesarse con el padre Arsilio. Le dijo: “Acúsome, padre, de que por la noche me asaltan las tentaciones de la carne”. Le indicó el sacerdote: “Recházalas con energía”. “¡Oh no! -se asustó la penitente-. ¿Y luego si ya no vuelven?”. FIN.
MIRADOR
Desde el balcón alto de su casa la joven mujer contempla el mar.
No mira su majestad, ni encuentra en él belleza alguna como hacen los pintores y los turistas. En el mar ella ve un peligro, una amenaza.
Y es que el hombre a quien ama vive en el mar, y por eso en el mar puede morir. Es el tiempo de los veleros, y en uno de esos barcos, frágiles como la esperanza, el marinero ha ido a los Mares del Sur cruzando el Cabo de Hornos.
Debió haber regresado ya, y aún no ha vuelto. Por eso la mujer se pasa todo el día en el balcón alto de su casa oteando el horizonte marino. Lo mismo hacen otras muchas mujeres de la isla.
El día es gris y lóbrego. La tempestad nocturna se disipó en la madrugada, pero no se fue del todo. Dejó su niebla atrás. No se ve el mar. No se ve el mundo.
De pronto una nota de color aparece a la entrada de la bahía. Es una bandera roja que corona el mástil de un navío. Ahora el día gris y lóbrego se ha convertido en el día del gozo y la esperanza.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…AMLO no felicita a los
atletas olímpicos mexicanos…”
Aunque salgan en las listas
no los felicitará,
pues los considera ya
unos aspiracionistas.