Al presidente Andrés Manuel López Obrador le gusta jugar con fuego, y lo hace una vez más al retar a los opositores, a los que invita a participar en la siguiente consulta popular que tratará sobre el desafuero.
Si bien es cierto que este tipo de ejercicio democrático es inédito, en la consulta ciudadana del domingo la población no lo vio como la oportunidad para exigir justicia por los supuestos delitos cometidos por los ex-mandatarios de la nación.
El Presidente, a pesar de la bajísima participación, lo vio como un éxito, pero realmente fue muy poca la gente que exigió juicio político contra Ernesto Zedillo, Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Ante esto, el jefe del Ejecutivo lanzó la no tan velada amenaza de que aunque no se logró la participación esperada de la población, él tiene la facultad de llevarlos a juicio, por lo que no se explica entonces para qué se hizo toda una faramalla de consulta ciudadana cuando la suerte de los ex-mandatarios está echada.
Voces a favor y voces en contra, porque así de polarizada está la sociedad mexicana, chocan ante lo que llaman justicia, aunque la mayoría insiste en que la justicia no se pregunta, se aplica, por lo que la consulta estaba de más.
Pero ahora, la siguiente encuesta versará sobre si la gente quiere que termine su mandato, que ha sido todo, menos tranquilo, pues tiene abiertos varios frentes de batalla: desabasto de medicamentos, mal manejo de la pandemia, declaraciones polémicas, su pleito con los órganos electorales, imposiciones, líos de sus hermanos y que de alguna u otra manera han sido sepultados, franco enfrentamiento contra intelectuales, periodistas y todo aquel que piense diferente a él; en fin, un sinnúmero de problemas que ha enfrentado en la mitad de su sexenio.
A eso agréguele los problemas que a los mexicanos preocupan y ocupan, como la impresionante ola de violencia que azota a todo el país; los miles de desaparecidos, la guerra entre los cárteles del narcotráfico, porque tampoco ha funcionado su política de “abrazos, no balazos”; en sí, todas sus decisiones y acciones son polémicas, aunque no todo lo que ha hecho es malo, por supuesto que no, pero al poner en charola de plata su cargo de mandatario, con la consulta sobre la revocación del mandato, es como echar abajo la decisión de los millones de mexicanos que lo llevaron al poder, pues recordemos que las elecciones en donde ganó la Presidencia han sido en las que más alta participación ha habido en la historia del país.
En una de esas le toman la palabra y sus opositores, como los llama por pensar diferente a él y no estar de acuerdo en sus polémicas decisiones, logran su objetivo de arrebatarle la Presidencia, con el caos político, jurídico, mediático y todo lo que se le ocurra que pasaría tras una decisión de esa naturaleza.