Castalio, piadoso joven de vida honesta y casta, desposó a Frinesia, que sabía más que Aristóteles acerca de la realidad del mundo. La noche de las bodas el tímido galán le dijo a su flamante esposa: “No esperes mucha experiencia de mi parte”. Al punto replicó ella: “Y tú no esperes mucha virtud de la mía”. (La virginidad, decía cierta amiga, es como una moneda: si la pierdes ya nunca volverás a tenerla, pero si la guardas no te sirve para nada). A eso de la una de la tarde doña Panoplia llamó por teléfono a la linda cocinera de la casa. Le dijo: “Yo voy a comer fuera, y mi marido me acaba de avisar que comerá en casa. ¿Qué hiciste?”. “Lo de siempre -respondió la chica-. Bañarme, perfumarme y ponerme la ropa interior que le gusta al señor”. El Instituto Nacional Electoral está sitiado por la 4T. Sucede que es una institución de ciudadanos, y al Presidente López no le gustan los ciudadanos: él quiere súbditos. Inexplicable es eso, pues fueron los ciudadanos quienes lo llevaron a la Presidencia. Y digo “lo llevaron” porque yo no voté por él. No cargo esa culpa en mi conciencia ni tengo anotada tal equivocación en mi libro del debe y el haber. Hay quienes sufragaron por AMLO y ahora, tras de ver lo poco que ha hecho y lo mucho que ha deshecho, cantan la palinodia. (Un momentito, por favor. Interrumpo un instante la escritura para ver qué es eso de “la palinodia”. Define la Academia en medio de tantas indefiniciones, sobre todo la del regreso o no a clases presenciales: “Cantar la palinodia. Retractarse públicamente; reconocer el yerro propio”). Vuelvo a mi tema. Yo no le di mi voto a AMLO en la elección presidencial, ni se lo he dado en ninguna de las consultas chafallonas que ha hecho a lo largo de su reinado. Por lo que hace al asedio en que mantiene al INE reconozco que esa institución es perfectible -¿alguna habrá que no lo sea?-, que sus elevados costos gravitan onerosamente sobre la economía nacional. Esas fallas, sin embargo, son consecuencia de la democracia misma, que cierto parecido tiene con la cabra: es muy latosa, muy ruidosa y muy costosa. Pero de ahí a pretender que el organismo electoral desaparezca, o que volvamos a los malos tiempos -pésimos con Bartlett- en que las elecciones las organizaba, escrutaba y calificaba el gobierno, hay mucha diferencia. Con grandes esfuerzos se logró que un instituto formado por ciudadanos, autónomo e independiente del poder político, tenga a su cargo los procesos electorales. Dejar al INE en estado de indefensión frente a quienes quieren apoderarse de él es renunciar a la lucha por hacer de México un país más moderno, más democrático y más libre. Yo no incurriré en esa omisión, pues si lo hago tendré luego que andar por ahí cantando la palinodia, y no me sé ni la letra ni la música. Un tipo le dijo a otro: “Voy a divorciarme de mi mujer”. Quiso saber el amigo: “¿Por qué?”. Explicó el primero: “Acostumbra cantar bajo la ducha”. El otro se sorprendió: “Muchas esposas cantan bajo la ducha”. Acotó el tipo: “¿Con mariachi?”. (Nota. Con trío habría sido menos reprobable, menos costoso y también de menor riesgo, por esto del Covid). Ya conocemos a don Chinguetas: es un marido tarambana. Cierto día doña Macalota, su esposa, llegó inesperadamente y lo sorprendió en erótico episodio con una mujer morena, no de las que pintó Julio Romero de Torres, sino más bien de esas que bailan en los teatros de carpa con el nombre artístico de “La Mulata de Fuego”. Al ver a su esposa don Chinguetas se disculpó. “Perdóname -le dijo-. Lo hice por debilidad”. Preguntó hecha una furia doña Macalota: “¿Y a poco la vieja ésa es vitamínica?”. FIN.
MIRADOR
¿Quién es esta mujer cuyo retrato cuelga en uno de los salones de la casa del Potrero?
No lo sé. Nadie lo sabe.
Sus cabellos son rubios; sus ojos tienen color claro; su mirada, que te sigue por donde vas, es sugestiva.
Y sus labios. Finos, se abren apenas para insinuar una sonrisa que no llega a sonrisa, que queda en un asomo de sonrisa, como si la dama temiera entregarse al sonreír.
Ninguna marca tiene esa fotografía que permita adivinar el lugar o la fecha en que se hizo. El vidrio y el marco hacen suponer que es de finales del siglo antepasado, o primeros años del pasado. Pero eso no dice nada acerca de la identidad de la modelo.
A mí no me preocupa que se ignore quién es la dama del retrato.
Sé que algún día -o más bien alguna noche- me lo dirá cuando en la sala estemos solos ella y yo.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Primero los pobres…”
Es cierto. Según entiendo,
en esta transformación
primero los pobres son
los que van empobreciendo.