En su noche de bodas el novio bajó de la suite nupcial al lobby bar del hotel, a eso de la una de la mañana. Con voz débil le pidió al barman: “Dame tres copas de ajenjo”. “No se lo recomiendo, joven -le indicó el cantinero-. El ajenjo es anafrodisíaco. Disminuye el deseo sexual”. “Precisamente -replicó el exánime, exhausto y agotado galán-. Es para dárselo a mi novia”. Larga vida he vivido, gracias a Dios o al misterio al que con ese nombre desconocemos. Siento pena al decir que he estado en este mundo más tiempo del que estuvieron en él mis abuelos, mis padres y mis suegros, segundos padres para mí. Todos ellos merecían vivir más que yo, pero así es la vida. O así es la muerte. La mayoría de mis amigos de bohemia juvenil tampoco viven ya. A unos se los llevó el alcohol, a otros el tabaco, a los demás alguna de las numerosas chingaderas que la vida tiene. Yo los sobreviví, no sé por qué motivo. Y quiero seguir viviendo. Será que ya me acostumbré. (Me pregunto si también se acostumbra uno a la muerte). Pero advierto que estoy rozando los filos del melodrama, y eso no va con mi talante ni con la naturaleza de este escrito. Ignoro si mi vida ha sido fecunda, pero sí sé que ha sido jocunda, o sea placentera. Desde luego muchas veces esa impredecible dama, la vida, me ha asestado golpes de los que duelen hasta la última gota de la sangre. Pero ¿quién soy yo para estar libre de ellos? Comparo a la vida con una niña que, vendados los ojos, le tira garrotazos a la piñata, y en vez de darle a ella te da a ti. Pero ¿verdad que es mejor estar en la fiesta que no haber venido a ella? Yo sigo recibiendo dones que por poco merecidos son muy agradecidos. Recientemente el Colegio Nacional del Notariado Mexicano me nombró, por votación unánime, Cronista del Notariado Nacional, honor que cuento entre los más altos que he recibido. Por muchos años fui fedatario -lo sigo siendo, emérito- y el hecho de que quienes forman parte de ese Colegio me hagan su Cronista es algo que me llena de emoción. Me conmovieron las palabras que en su expresivo discurso dijo el Presidente del Colegio, el Notario don Guillermo Escamilla Narváez: “En la vida hay pocas ocasiones en que se reúnen tanto cariño, tanto reconocimiento y tanto agradecimiento en torno de una persona. Tal es el caso de don Armando Fuentes Aguirre, ‘Catón’. Lo hemos leído y lo hemos escuchado. Oírlo en su estilo, en su tono y su ritmo, nos lleva a gozar y reflexionar. Y en mi caso ese mismo sentimiento se repite cada mañana. Me hace bien leerlo; me hace bien sonreír y pensar con él”. Gracias por esos generosos conceptos. Y gracias a mi querido tocayo, Armando Javier Prado Delgado, que tantos y tan buenos frutos ha conseguido para el Notariado Nacional. A través de él la vida me ha hecho dos regalos: el de la benevolencia y el de la amistad. Por este medio envío un saludo afectuoso y agradecido a todos los notarios y notarias del país, de mi Estado y mi ciudad. Doy fe. Tres señoras de la alta sociedad: doña Panoplia, doña Gules y doña Blasona, charlaban en el salón de té Nia Solium. Comentó doña Blasona: “Hay tres cosas que jamás le prestaría yo a otra mujer: mi cepillo de dientes, mi coche y, desde luego, mi marido”. Dijo doña Gules: “Yo sí prestaría mi cepillo de dientes. Total, después me compraría otro. Pero mi coche y mi marido a ninguna mujer se los prestaría”. Terció doña Panoplia. “Yo también le prestaría mi cepillo de dientes a otra mujer. Y, pensándolo bien, también le prestaría a mi marido. Lo que a ninguna le prestaría sería mi coche. Porque a mi marido ya más o menos sé lo que la vieja le va a hacer, pero al coche quién sabe qué le haga”. FIN.
MIRADOR
-¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
Así gritaba aquel pastor.
Sus compañeros acudían a todo correr esgrimiendo sus palos y sus hondas para defender sus rebaños, pero la voz de alarma era falsa. El lobo no venía. El pastor mentiroso los había engañado.
Cierto día el pastor volvió a gritar:
-¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
Los otros pastores ya no hicieron caso de él. Esta vez, sin embargo, el grito del pastor era verdadero: venía el lobo.
Llegó la fiera y se comió al fabulista.
Le explicó al asustado pastor:
-Siempre fue muy aburrido. Tú, en cambio, tienes imaginación.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…AMLO persigue a Anaya…”
Pero lo hace sin sorpresa:
anuncia su decisión;
después emprende la acción.
Y ya se le fue la presa.