Como se esperaba, el Tercer Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador fue un festín de buenas noticias, pues ésa es la visión que él tiene del país.
No fue ninguna sorpresa que resaltara los puntos fuertes de su administración, como el combate al huachicol y a la corrupción, aunque la justicia no sea pareja para todos, en fin, los muchos aciertos que ha logrado fueron los que abrieron el esperado resumen de la mitad de su sexenio.
Pero no mencionó los cambios en su gabinete, que ya son varios a la fecha, y que muchos de sus cercanos colaboradores no han dado el ancho, a decir verdad.
No habló de las serias diferencias que tiene con actores políticos, de gobernadores para abajo: empresarios, intelectuales, periodistas, en resumidas cuentas, con todo aquel que no piensa igual que él.
No mencionó sus muchos conflictos con los ex-mandatarios y políticos de varios partidos y que todas las semanas se hacen presentes en redes para criticarlo, algo que por cierto lo tiene sin cuidado.
Cierto, no se escatiman sus aciertos, que a la vez han sido opacados por cuestionadas decisiones presidenciales, como la de centralizar nuevamente el poder y tomar las riendas desde su Gobierno de Petróleos Mexicanos, la Comisión Federal de Electricidad, el precio del gas y, eventualmente, de todo lo que se pueda controlar desde la esfera política a ese altísimo nivel.
Llama la atención una visión tan optimista de una nación que se está desangrando por la violencia, uno de los grandes pendientes en esta administración; de miles de familias que lloran a sus seres queridos que están desaparecidos y que a lo largo y ancho del país suman miles; de niños con cáncer que mueren porque no tienen medicamentos, aunque las autoridades de salud lo nieguen; de miles de mexicanos que han perdido la vida por un desastroso manejo de la pandemia porque, según el informe de ayer, todo está bajo control.
Y debería de haber hablado sobre su propia seguridad y bienestar, pues siendo la máxima autoridad en el país estuvo en un riesgo innecesario no una vez, sino tres, cuando una runfla de profesores literalmente lo secuestró y no le permitió el paso durante su gira de trabajo en Chiapas, lo que debe de poner en alerta a su círculo de seguridad; en fin, el Presidente tiene muchos frentes de batalla abiertos a mitad de su sexenio.
Cierto, el de Tabasco goza de una gran popularidad en algunos sectores de la sociedad mexicana, en aquellos que son beneficiados por programas sociales que les dan apoyos a manos llenas y que no dudarían en respaldarlo en la nueva consulta pública sobre la revocación de mandato, cosa que por supuesto no va a suceder, y el Presidente terminará su gestión de 6 años, porque es un derecho y una obligación que se ganó en las urnas.
El Mandatario concluyó su mensaje, el tercero, con la convicción de que está cumpliendo su misión.
El Presidente, definitivamente, tiene otros datos.