En la suite nupcial la enamorada novia le dijo con emoción vehemente a su flamante maridito: “¡No puedo creer que ya sea tu esposa!”. Respondió él, irritado e impaciente: “¡Lo creerás cuando logre de-satorarme el maldito zipper del pantalón!”… “Menudita”. Así se llama una linda canción escrita por don Ignacio Fernández Esperón, Tata Nacho. Se la cantaba yo a mi novia, mi esposa hoy, sin más acompañamiento que el de mi guitarra, pues no tenía dinero para contratar a un trío profesional de trovadores. Ni mi guitarra ni mi voz son ya las de antes, pero mi corazón sigue siendo el mismo. Tan romántica introducción sirve para introducir un cuentecillo nada romántico. La nueva gerente del banco resultó ser una chica bajita de estatura y fina de cuerpo, o sea menudita. El contador, hombre machista e ineducado, le dijo con burlón acento: “¿Gerente tú, a quien podría yo llevar en la bolsa trasera del pantalón, como a mi celular?”. Respondió ella: “Si eso hicieras llevarías más inteligencia en las nalgas que en la cabeza”… La linda Dulciflor le propuso a su novio Galantino: “¿Qué te parece si esta noche vamos al cine?”. “Me gusta la idea —respondió él—. Déjame ver qué películas exhiben hoy”. Preguntó ella, desilusionada: “¿Qué vamos a ver la película?”… Mis cuatro lectores tienen una imaginación ante la cual la mía empalidece. Imaginen, les pido por favor, una agencia de viajes que ofreciera el tour “Europa Clásica” sin incluir en el itinerario las visitas a Roma y a París. Algo similar sucedería con el ya de por sí polémico Tren Maya si omitiera en su recorrido a dos de las más bellas ciudades no sólo de la zona maya, sino también de toda la República: Mérida y Campeche. Incontables son las veces que he estado en esas joyas de México, y cada una de esas ocasiones ha sido un deslumbramiento. De no ser porque preso me encuentro tras de las rejas que nos impuso el desgraciado virus, volvería a ambas ciudades a disfrutar de nuevo el trato de su gente, sus maravillosas bellezas y su inefable gastronomía, regalos todos esos para el alma y para el no menos importante cuerpo. Se supone que el dicho tren se concibió como un atractivo turístico. Cualquier otro propósito para él es poco viable, ya sea el transporte de productos o pasajeros locales. Si el recorrido deja de tener estaciones cómodas y prácticas en Campeche y Mérida la ruta perderá por lo menos la mitad tanto de su interés para los turistas como de su posible utilidad para los mismos habitantes de la zona maya. Más allá de cuestiones de política se debe velar por el bien de esa obra que tanto dinero costará a los contribuyentes, y que no debe hacerse pensando en el capricho de un individuo o en el interés de un sexenio, sino en el beneficio de la península y de toda la nación… El indignado cliente llamó al mesero del restaurante Mible. Le dijo con enojo: “¡Hay tres moscas en mi sopa!”. Respondió, imperturbable, el individuo: “Pensé que le gustaban, caballero. Como ayer se comió tres…”… Don Chinguetas llegó de un viaje antes de lo previsto. Al llegar a su casa se dirigió inmediatamente al baño, pues venía poseído por una urgencia natural menor. Al entrar ahí ¿qué vio? A doña Macalota, su esposa, en la bañera, acompañada por un mancebo de apostura viril y músculos de atleta. Antes de que el boquiabierto marido pudiera pronunciar palabra (con la boca abierta es muy difícil enunciar alguna) doña Macalota le dio una explicación: “Leí en internet que muchas personas se ahogan en la tina del baño, y contraté un salvavidas”. (Permítame un consejo, don Chinguetas. Revise bien al individuo. Si no tiene hoyo no es salvavidas)… FIN.
MIRADOR
Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que estuvo ante la Catedral de Chartres, dio un nuevo sorbo a su martini —con dos aceitunas, como siempre— y continuó:
—Hay una buena noticia: las religiones nunca desaparecerán. Hay una mala noticia: las religiones nunca desaparecerán. Si la muerte nos mostrara sus estadísticas veríamos quizá que más seres humanos han muerto por motivos de religión que por causa de epidemias o de crímenes. Muchas de las mayores maldades de los hombres se han cometido, y se siguen cometiendo aun en nuestro tiempo, en el nombre de Dios. El más reciente ejemplo es el de Afganistán. Y pese a todas esas muertes la humanidad no puede vivir sin religión. En ella encuentra remedio a sus pesares, consuelo para sus aflicciones, esperanza en su desesperación. Entristezcámonos: las religiones nunca desaparecerán. Alegrémonos: las religiones nunca desaparecerán.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Habrá más renuncias
en el Gabinete de AMLO…”
En medio de esta babel
que cada día se ve peor
preguntó cierto señor:
“¿No podrá renunciar él?”.