De un balazo en el pecho se quitó la vida. No fui a su velorio, ni tampoco a su sepelio, nunca he visitado su tumba, no sé ni en qué panteón sepultaron su flaco cadáver.
Cuando me dijeron lo que había pasado no lo creí, han pasado los años y sigo sin creerlo. A veces pienso que se trató de una pesadilla de la adolescencia. De un día para otro desapareció y ya.
Semanas después de su muerte, su hermana me buscó y me entregó una carta. Me enteré de que hizo varios escritos antes de quitarse la vida. Calculan que estuvo alrededor de dos horas escribiendo su despedida antes de jalar del gatillo.
Varias veces reescribí su carta tomando el tiempo, calculando cuántos minutos y segundos estuvo pensando en nuestra amistad antes de pegarse un tiro.
Cuando copiaba las palabras, esas frases, ver su letra, me detenía porque la vista se me inundaba. Varias veces moje las hojas de la libreta con mis lágrimas.
Con su muerte nos dañó a varios. Nos hizo sentir culpables por no haber estado ahí cuando la oscuridad llegó a su alma. Las primeras noches después de su adiós soñaba con él, despertaba llorando, a veces lo maldecía por haberse ido así, otras veces rezaba y pedía por él.
“Lo más extraño es que tú y yo siempre tuvimos consejos para las demás personas y nunca tuvimos uno para nosotros mismos. Puede ser que en este momento tú tengas una advertencia para mí, quédatela; a ti te hará más falta.
En este instante valoro la vida como nunca antes. Pensarás que me estoy contradiciendo con lo que estoy por hacer, no te preocupes, siempre te ha dado por juzgar a las personas.
Ahora, que sabiendo cómo eres, no me extrañará que hables de mí como el más pendejo y no sé cuántos calificativos más me acomodes. No te sientas, yo también te quiero.
¿Recuerdas el arco iris en la noche? Nunca lo olvidaremos.
Espero que un día se te quite lo tímido, estorba.
Ninguno de nosotros va a morir apaciblemente, la tabla no miente. Tú, siempre miedoso, no preguntaste. Aunque me atrevo a predecir que te van a matar, los soñadores estorban en un mundo tan frío, pero tú sigue con tu utopía, nunca te des por vencido.
Quítate lo rencoroso e impulsivo, eso pudre el alma.
Estoy comenzando a desistir y las promesas son sagradas. ¡Sálvate! Aún hay tiempo”.
Hoy que miro hacia atrás, veo con calma que su muerte la estuvo anunciando desde meses antes, pero no fuimos, no fui capaz de entender sus mensajes.
Muy joven se cansó de estar aquí, en un globo que gira alrededor del sol, quería descubrir que hay allá en las estrellas y el cuerpo le estorbaba.
Por las noches jugaba con una vieja ouija, la luz de la mañana le parecía aburrida, apenas empezaba a oscurecer se emocionaba, como aquel adolescente que va por su novia a la salida del colegio, él tenía sus citas nocturnas con la tabla.
Varias veces participé con él, con ellos, en esas citas nocturnas, y no terminaba divertido, no me gustaban las preguntas ni mucho menos las respuestas. Acababa cansado, algunas veces terminé vomitando y hubo noches que no pude dormir.
Pendejo: Estés donde estés, deseo que haya luz para ti y los que se fueron contigo.