“¿Podría darme el fondillo?”. En lenguaje coloquial decir “fondillo” es lo mismo que decir “trasero”. La mesera del restorán se azaró sobremanera al oír la petición que le hizo Babalucas. De inmediato fue en busca del gerente y le contó lo sucedido. Acudió el hombre y le reclamó al cliente: “¿Por qué ofendió usted a nuestra empleada en esa forma?”. Respondió Babalucas: “No sé por qué se molestó. Lo único que hice fue pedirle este platillo”. Y lo señaló en la carta. Lo vio el gerente y dijo: “Ah, vaya. Pero se pronuncia ‘fondiú’”… La madre de familia le preguntó, angustiada, al médico del hospital: “¿Cómo siguió mi hijo? Es el niño que se tragó una moneda de 10 pesos”. Le informó el facultativo: “No ha tenido cambio”… Meñico Maldotado es un joven varón con quien natura no se mostró dadivosa al equiparlo en la entrepierna. Casó con Pirulina, muchacha sabidora. En la noche nupcial ella lo vio por primera vez al natural y le dijo: “Tendremos que denunciar tu caso a la Procuraduría del Consumidor”. “¿Por qué?” —preguntó Meñico, desconcertado. Explicó Pirulina: “Te dieron de menos”… “El camino es por la izquierda, señor Presidente”. Adolfo López Mateos sonrió al ver esa manta, puesta por trabajadores de Altos Hornos de México, en Monclova, para guiar al autobús que lo llevaba en el recorrido por los terrenos de la planta. Es obvio que el letrero contaba con la aprobación del mandatario; de otro modo el Estado Mayor Presidencial no habría permitido su colocación. En aquellos tiempos nada se hacía sin la voluntad presidencial. La tal manta era parte del petate del muerto con el que México solía asustar de cuando en cuando al Gobierno de Estados Unidos a fin obtener de él ventajas para nuestro país. El fantasmón que nos servía para tal efecto era el comunismo. Cualquier acercamiento de México con la URSS era para los norteamericanos motivo de gran preocupación, y entonces nos cortejaban con cuidadoso esmero, no fuera a ser que buscáramos la protección soviética en vez de procurar el amparo de los Estados Unidos. El tal petate ya se nos acabó. La caída de la Rusia comunista puso fin a la Guerra Fría y dejó al “imperialismo yanqui” como único dueño del mundo. Ahora nuestra elemental diplomacia busca en China otro petate del muerto. Pero ni pa’ cuándo, dicho sea al modo popular. A nuestros vecinos del norte ya no les preocupan algazaras como las que organizó AMLO con motivo del bicentenario de la Independencia. Los desmañados esfuerzos que hizo para poner una desorganizada y dividida CELAC frente a una sólida y bien controlada OEA resultaron un petardo, que así se llama a lo que no funciona o falla. Usemos el sentido común. Los Estados Unidos están retecerquita, y China está de a madre lejos. Esa sencilla observación geográfica debería bastar para hacernos volver a la razón. Pero la razón no es artículo fácil de encontrar en el México de hoy… “Mi esposo es el Hombre del Año —comentó una señora en la merienda de los jueves—. Me hace el amor una vez cada 12 meses”. Luego relató que un médico le había administrado al señor una pócima a base de glándulas de mono a fin de vigorizarlo. Preguntó con interés una de las presentes: “¿Dio resultado el tratamiento?”. “Si —contestó la esposa—. Ahora es el macho alfa en la jaula de monos del zoológico”… Doña Frigidia era poco dada al cumplimiento del débito conyugal. Aquella noche le dijo a su marido: “Hoy no. Me duele la cabeza”. Le aseguró don Frustracio: “Te prometo que ni siquiera te la tocaré”. (Supe de un señor que le decía a su esposa “La lámpara de Aladino”. Explicaba el remoquete: “Nomás la rozo y le sale el genio”.)… FIN..
MIRADOR
Es como el ritual secreto de una misteriosa fraternidad oculta.
Cada vez que nos encontramos dos ex-alumnos del sexto año de primaria de la Escuela Anexa a la Normal de mi ciudad, Saltillo, nos estrechamos la mano y empezamos a recitar antes de saludarnos o de decir cualquier otra cosa:
“Guadalquivir, Guadiana, Tajo, Duero, Ebro, Garona, Loira, Sena, Rin, Elba, Vístula, Niemen, Oder…”.
Es la lista de los ríos de Europa que nos hizo aprender de memoria nuestro inolvidable maestro, el profesor César González Carielo.
Si nos viera ahora es claro que no nos reconocería. Murió en un accidente de automóvil a los 22 años de su edad. Miraría a esta cáfila de viejos que alguna vez fueron niños y estuvieron frente a él en el salón y se preguntaría desconcertado: “¿Quiénes son?”.
Nosotros, en cambio, lo recordamos tal como era: alto, espigado, bien parecido, con cabello rizado y un fino bigotillo a la usanza de la época. Era para nosotros como un padre que no tenía muchos más años que nosotros.
Cuando lo encuentre iré hacia él y le diré: “Guadalquivir, Guadiana, Tajo, Duero…”. Estoy seguro de que sonreirá.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Regresa a su país el Presidente de Cuba…”
Algo hay que me tiene a mí
firmemente convencido:
si el pobre hubiera podido
se habría quedado aquí.