GUADALAJARA, Jal., (EL UNIVERSAL).- De su trabajo en la cinta «Finlandia» el actor Cuauhtli Jiménez aprendió que el Istmo de Tehuantepec no es un paraíso muxe como se cree.
«Sí hay ciertamente una apertura a la diversidad y las muxes son importantísimas a su cultura pero no dejan de ser objeto de discriminación», dice a EL UNIVERSAL.
En la película de Horacio Alcalá, Cuauhtli interpreta a una muxe llamada Amaranta en una historia en la que se tocan temas como la apropiación cultural a partir del personaje de la española Andrea Guasch, quien trabaja para una firma de ropa fast fashion y tiene la tarea de ir al Istmo a piratear los diseños.
«En ese viaje ella va con una circunstancia personal difícil que la hace conectar con mi personaje que es una chica que trabaja los bordados en un taller de costura perteneciente a Delirio (Noé Hernández)», detalla.
«Amaranta es una chica muxe cuya identidad no es reconocida por su padre con quien tiene una relación de mucha violencia pero que a pesar de eso está enganchada a él y además tiene una relación clandestina con un hombre casado».
La cinta que está en idioma español y zapoteco incluye el trabajo de músicos de Oaxaca y una fotografía de David Palacios que retrata lo hermoso del estado. Además tiene el trabajo de verdaderos muxes y esta semana compite para el Premio Maguey dentro del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.
«Es una película muy humana que apela a conocer las circunstancias de sus personajes para conectar con el espectador», considera Cuauhtli.
Cuauhtli Jiménez comparte que al ser gay sintió una cercanía a su personaje pero sabe que la identidad muxe es algo muy específico por lo que se documentó y viajó a Juchitán para estar en contacto con la reconocida figura de esta comunidad Estrella Vázquez (asesora en zapoteco y vestuario) para entender el gran mosaico que existe en los diferentes personajes del filme.
Su personaje pasa por momentos difíciles por la violencia que recibe de su padre al no reconocer su identidad desde pequeño sino despreciarlo, situación que viven muchas personas en la realidad.
Además, fue un reto para Jiménez del que aprendió sobre esta identidad.
«Yo nunca me imaginé que un director me ofreciera ser una chica porque mido 180, tengo espalda ancha, soy de voz gruesa, soy como grandote en general, entonces una de las cosas que quise trabajar desde el momento en que Horacio me invitó a participar con él fue construir el personaje desde lo formal», detalla.
«Desde un timbre particular con el que hablan, mucho más agudo, una manera de expresarse mucho más delicadas».