“¿Alguna vez ha visto usted los ojos de su esposo en el momento de hacer el amor?”. Esa pregunta le hizo el consejero matrimonial a doña Troila. Respondió ella: “Sólo en una ocasión”. Inquirió el terapeuta: “Y ¿qué vio en ellos?”. Contestó la mujer: “Vi una mirada de infinito rencor, de odio, aborrecimiento, inquina, saña, malquerencia, desprecio y animadversión”. El consejero quedó boquiabierto al escuchar aquello. Preguntó asombrado: “¿Cómo puede ser eso? ¿A qué atribuye usted esa fea mirada de su esposo en el momento de hacer el amor?”. Replicó doña Troila: “A que mientras yo lo hacía él me estaba viendo por la ventana”… Hay preguntas que no tienen respuesta. Por ejemplo: ¿dónde está la otra mitad del Medio Oriente?… Con cierta frecuencia mis cuatro lectores me preguntan si he sufrido alguna forma de presión con motivo de mis críticas a la 4T y a su caudillo. Ninguna, respondo siempre, a menos que puedan considerarse así las veces en que mi nombre ha aparecido en las mañaneras de AMLO en la lista de los 10 mayores críticos del régimen. Eso sí: un par de empresas con las que durante muchos años tuve relación profesional, televisiva una, editorial la otra, suspendieron todo trato conmigo, sin explicación alguna, poco después de la llegada de López Obrador a la Presidencia. Están en su derecho, claro, y no sólo no tengo nada que reclamarles, sino incluso les guardo afecto y agradecimiento por los muchos buenos recuerdos que de mi trato con esas dos empresas guardo. En cambio, sí fui objeto de acoso y hostigamiento por parte de Rubén Moreira cuando fue gobernador de Coahuila, mi natal Estado, hasta el punto en que la Secretaría de Gobernación, sin yo pedirlo, me inscribió en el programa de protección a activistas sociales y periodistas en riesgo. Pero ésos son gajes del oficio. Digo todo esto porque el régimen de López Obrador se está mostrando abiertamente represivo en casos como el de los científicos acusados de delincuencia organizada, o el del funcionario del Centro de Investigación y Docencia Económicas destituido de su cargo por haber expresado su opinión contraria a una medida que condujo al despido de colegas suyos en el Conacyt. Está visto que quienes en una u otra forma son parte del aparato controlado por López Obrador no pueden abrir la boca para hablar. La única y precaria garantía de su permanencia en el puesto es el silencio. En boca cerrada no entran fiscales, auditores, interventores ni investigadores… Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, se sentó en el Bar Ahúnda junto a una bella mujer que bebía su copa en la barra, y entabló conversación con ella. A manera de introducción le dijo. “Yo soy Géminis. ¿Cuál es tu signo?”. Al punto respondió ella: “El de pesos, guapo”… Jolly Highass, cantante popular llamado “The Singin’ Lark of the Wild West”, estaba jugando póquer en el saloon de Pecos, Texas, lugar de su residencia, cuando entró el sheriff del pueblo y le anunció: “Tu casa se está incendiando. Adentro, sin poder salir, se hallan tu anciano padre, tu madre paralítica, tu esposa y tus ocho hijos”. De inmediato el hombre se levantó de la mesa a fin de ir en auxilio de los suyos. Lo detuvo el sheriff: “Hey, Jolly. ¿Por qué antes de irte no nos cantas aunque sea una cancioncita?”… El joven Impericio llegó virgen al matrimonio, y así se lo informó a su flamante esposa al empezar la noche nupcial. “No importa —lo tranquilizó ella—. El conocimiento que a ti te falta a mí me sobra”. Aquello, sin embargo, fue un desastre, pues el novio se condujo con total ineptitud. “Qué bueno —declaró la desposada—. Así no me dará tanta pena no saber cocinar… FIN.
MIRADOR
Ninguno de los perfumes que se venden en París o Nueva York tiene la fragancia que despide el té de yerbanís cuando hierve en la cocina de la casa de Ábrego.
Quizás es su aroma lo que hace que don Abundio evoque cosas del pasado. Cuenta:
—Allá en aquellos años había una cruz de piedra a la orilla del camino. Si las muchachas casaderas querían que su marido fuera de la Ciénega, Jamé o el Saltillo, besaban la cruz por el lado del poniente. Si querían que el galán viniera de Casillas, Rayones o Santiago, la besaban por el lado del oriente. Rosa, mi mujer, llegó a los 20 años sin casarse. Era ya una solterona. Entonces besaba la cruz por los dos lados.
Reímos todos, menos doña Rosa, que se encalabrina. Retoba con enojo:
—Viejo hablador.
Don Abundio forma el signo de la cruz con los dedos índice y pulgar, se lo lleva a los labios y jura:
—Por ésta.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Medalla ‘Belisario Domínguez’ a
quienes han luchado contra el Covid…”
Ciertamente en el papel
esas recompensas crecen,
pero no se la merecen
ni AMLO ni López-Gatell.