Quizá tenía yo tres años. Me ponía frente al aparato de radio que mis padres oían en la sala y pensaba que dentro de aquella prodigiosa caja había hombrecitos diminutos y mujeres pequeñitas que decían cosas y cantaban. A esa temprana edad empecé a sentir una extraña fascinación por la radio, encantamiento que me llevó a ser locutor a los 14 años de edad. Obtuve mi licencia en la SCOP —por Xola—, luego de dos días de exámenes. La recibí de manos de Eugenio Méndez Docurro, quien me indicó al entregármela: “Es usted el locutor más joven del país”. Desde entonces soñaba ya en tener mi propia estación de radio. Cumplí mi sueño, y ahora mi mujer me dice: “Pero ese sueño te está quitando el sueño”, por las dificultades que implica sostener una emisora cultural, sin anuncios comerciales. Considero milagro que el próximo febrero vayamos a cumplir —si el tiempo no lo impide y previo permiso de la Autoridad— 25 años de estar transmitiendo, las 24 horas del día, “lo más popular de la música clásica y lo más clásico de la música popular”. Nuestro lema: “Radio Concierto: en el aire música que no se lleva el viento”. Por ese amor que le tengo a la radio me alegró mucho un mensaje que recibí hace días, firmado por José Luis Rodríguez Cavazos, de Monterrey, y que a la letra dice: “Don Armando: Como supongo que está usted enterado, Opus, la estación cultural de Nuevo León, ha sido restituida al lugar que le corresponde, el 102.1 de FM, de acuerdo a la decisión anunciada por el gobernador Samuel García. Consideramos ese rescate un triunfo netamente ciudadano, después del despojo que significó su eliminación el 31 de julio de 2017, por decisión del gobernador de ese momento. En lo personal, y a nombre del Grupo Opus, colectivo ciudadano que se empeñó en conseguir el regreso de Opus, deseo manifestarle nuestro agradecimiento por el apoyo que nos brindó a través de sus columnas periodísticas, que sin duda ayudaron a dar mayor visibilidad al tema ante la sociedad”. Hasta ahí la misiva, que por medio de estas líneas agradezco. Ya he dicho que no conozco personalmente al flamantísimo gobernador nuevoleonés Samuel García, pero le envío un merecido aplauso por la prontitud y eficiencia con que atendió la demanda de los oyentes de Opus. El dicho aplauso lo doy con las dos manos, para mayor efecto: ¡Clap clap clap clap clap clap clap!… Narraré ahora un episodio histórico que algunos investigadores tachan de apócrifo, pero que sucedió a principios del pasado siglo en la llanura de Río Negro, a 15 millas de Picadillo, Texas. (Se pronuncia Picadilo). Hubo ahí un enfrentamiento entre apaches y soldados de la Unión a quienes sirvió de explorador y guía Pancho el Mexicano, famoso por su conocimiento de la táctica llamada “contrahuella”, que usaban los guerreros indios para engañar a sus perseguidores. Se ponían los guaraches con lo de atrás para adelante, y así parecía que iban a un rumbo cuando en verdad se dirigían al opuesto. Al principiar la escaramuza, una flecha le pegó en el cuello al Coronel Highrump, que por tal motivo no pudo ya hablar. Requirió papel y lápiz y escribió: “El que tenga más balas vaya a Picadillo a solicitar refuerzos”. “Ése soy yo” —dijo al instante Pancho. Y así diciendo montó su veloz caballo, el Flamazo, y salió al galope hacia el fuerte. Al Coronel y a los soldados les llamó grandemente la atención el hecho de que, aunque los apaches le arrojaron a Pancho lanzas, flechas y mentadas de madre, él no les disparó un solo tiro. Cumplió su misión: a poco llegó la caballería y puso en fuga a los guerreros indios. Los soldados le preguntaron al mexicano: “¿Por qué no les disparaste a los apaches? Lo que el Coronel escribió fue: ‘El que tenga más balas…’, y tú dijiste: ‘Ése soy yo’”. Replicó Pancho: “Ah que la chingá… Yo leí: ‘El que tenga más bolas’”… FIN.
MIRADOR
Me dicen que tengo buena memoria.
Quizás es cierto. Recuerdo sueños que soñé hace 20 años, y sueño recuerdos que recordé hace 30.
Extraña cosa es la memoria. Te recuerda cosas que quisieras olvidar, y te hace olvidar cosas que recordar quisieras. Yo no recuerdo el rostro de mis nietos al nacer, pero sí el de mis abuelos a los que vi, niño yo, en su ataúd.
He olvidado, por ejemplo, que ahora estoy escribiendo esto. He escrito, por ejemplo, que ahora estoy olvidando esto. Por eso no sé si la buena memoria es bendición o
maldición.
¿Viví otra vida antes que ésta? Lo he olvidado. ¿Morí otra muerte antes de morir la muerte que moriré? Ya no me acuerdo.
Es mejor olvidar que recordar. Alguien me dijo eso, pero no recuerdo quién.
Mis recuerdos ya no me pertenecen.
Sólo son míos mis olvidos.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…Condena los juegos de
azar la Iglesia católica…”
Será cosa del demonio,
pero la Iglesia, al casar,
bendice un juego de azar
que se llama “matrimonio”.