Una de dos, o el Presidente es increíblemente ignorante y fácilmente manipulable, o sus odios son cada vez más profundos y públicos. En todo caso, cinco días consecutivos de ataques contra la Universidad Nacional Autónoma de México, y otros tantos en momentos diferentes, no abren otros caminos para la interpretación. Este miércoles el presidente Andrés Manuel López Obrador continuó su embestida contra la UNAM, en cuya Facultad de Ciencias Políticas se tituló, pero contra la que ya no pudo esconder sus agravios por razones que hasta este momento nadie, dentro y fuera de la institución, entiende.
Las especulaciones abundan. ¿Su prudencia para el regreso a clases presenciales pese a las presiones del Presidente? ¿Sus diferencias con la directora del Conacyt, Elena Álvarez-Buylla, por el tema de la persecución de los científicos? ¿Por el nombramiento de su antecesor Enrique Cabrero, uno de los científicos perseguidos, como miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM?
López Obrador ha mentido en sus ataques a la UNAM, creando un clima de opinión pública negativo a la institución. Ayer dijo que el rector Enrique Graue ganaba 200 mil pesos, lo que es falso.
Antes había cuestionado los salarios a profesores de asignatura, aunque quien determina esas remuneraciones no es la UNAM, sino la Secretaría de Hacienda. Dijo que no había levantado la voz contra Gobiernos neoliberales, lo que es otra falacia: un grupo de economistas encabezados por Rolando Cordera, algunos de ellos que militaron en el Partido Comunista y varios educados en la escuela cepalina, se enfrentó a sucesivos secretarios de Hacienda y gobernadores del Banco de México en apoyo a un modelo económico alterno al que llevaban a cabo.
Varios años del período que López Obrador critica como la presunta sumisión de la UNAM ante el neoliberalismo, prominentes colaboradores de él fueron funcionarios en la institución. Juan Ramón de la Fuente, actual representante de México ante la Organización de las Naciones Unidas, fue rector en el período 2000-2008, y la candidata designada por el Presidente a sucederlo en 2024, Claudia Sheinbaum, fue investigadora hasta que se sumó a su Gobierno en la Ciudad de México. Rosaura Ruiz, secretaria de Educación en el Gobierno capitalino, fue directora de la Facultad de Ciencias del 201 a 2018). María Elvira Concheiro, fue investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, hasta que fue nombrada el año pasado tesorera de la Federación. Irma Eréndira Sandoval, su primera secretaria de la Función Pública, tenía un observatorio dentro del Instituto de Investigaciones Sociales, donde estudian temas de corrupción.
El Presidente ha puesto como ejemplo de la derechización de la UNAM que hubiera querido empezar a cobrar cuotas a los alumnos. Esto sucedió durante la rectoría de Francisco Barnés, cuando el Consejo Universitario aprobó incrementar las cuotas de inscripción semestral de 20 centavos a 680 pesos para licenciatura y a 510 para bachillerato. Previamente el rector Jorge Carpizo propuso revisar las cuotas de inscripción en 1987, pero la UNAM se fue a huelga casi un mes y aquello se olvidó. El rector José Sarukhán quiso actualizar las cuotas y servicios en 1994, pero no llegó ni siquiera a una propuesta formal. Barnés tuvo éxito en la negociación, pero provocó una huelga de un año. En la actualidad, el costo de inscripción semanal sigue siendo de 20 centavos; es decir, la UNAM es prácticamente gratuita.
Son muchas las falacias lanzadas por el Presidente contra la UNAM, aunque en los últimos días ha ido refinando sus ataques. Del todo lo redujo a señalar que ese proceso de derechización se había dado en las ciencias sociales, en donde caben las facultades de Derecho, Economía y Ciencias Sociales, pero mintiendo en que no se daban materias de derecho agrario, laboral ni derecho constitucional.
El martes, equivocándose al hablar -dijo “hamburguesearon” en lugar, uno supondría de “aburguesaron”-, y el miércoles añadió que algunos se convirtieron en ideólogos del neoliberalismo, sobre todo durante el Gobierno de Carlos Salinas. Durante ese período, ciertamente, hubo un grupo de intelectuales dentro de la revista Nexos que estuvieron muy cerca del ex-presidente, pero lejos está de haberse constituido como un grupo compacto en defensa de un proyecto. En Nexos estaban, por ejemplo, dos muy cercanos a López Obrador, hoy ya muertos, Carlos Monsiváis, que le heredó a los moneros de La Jornada -sus actuales asesores políticos- y a su jefe de propaganda, y José María Pérez Gay, uno de los más grandes intelectuales de los últimos 50 años, cuya esposa es la embajadora en Argentina.
Cuando habla de esos intelectuales ¿pensará López Obrador en el director y fundador de Nexos Héctor Aguilar Camín. Es cierto que estuvo muy cerca de Salinas, pero no se compara en nada a lo que varios de sus colaboradores más cercanos usufructuaron del ex-presidente, como el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, que el martes reconoció que tiró el sistema de cómputo electoral en los comicios presidenciales de 1988. ¿O detrás de todo está la sed vengativa contra el presidente consejero del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, que encabezó el Instituto de Investigaciones Jurídicas, donde tiene críticos severos?
Sólo López Obrador podría explicar la causa de su campaña en contra de la UNAM, y sus intenciones ulteriores. Hay una razón implícita en sus primeras declaraciones, intervenir en la autonomía universitaria y provocar cambios. ¿Es capaz de abrirse ese otro frente? Sin duda. Y quizás ahí está el principio de todo lo que iremos viendo. López Obrador, agitador profesional, lanzó la provocación y lo escucharon.
Imanol Ordorika, uno de los líderes del movimiento universitario de 1986 y uno de los jefes políticos de Sheinbaum en ese entonces, recogió ayer en La Jornada el pensamiento que varios miembros prominentes de MORENA y cercanos al Presidente han buscado desde hace tiempo, una sacudida -verbo que utilizó ya el Presidente- en la UNAM, para un proceso de democratización interna. Las cartas ya se abrieron. La embestida no cesará.