Desbordamiento de fe y devoción a la Guadalupana quedó de manifiesto ayer en el Santuario edificado en su honor, donde cientos de familias, importándoles poco la pandemia, se postraron ante los pies de la imagen de la Virgen para mostrarle su agradecimiento y entregarle ofrendas, en su mayoría ramos de flores, principalmente de rosas rojas y blancas.
Desde las primeras horas del día el sacro recinto se vio muy concurrido por cientos de personas, quienes desfilaron para venerar a María en su advocación de Virgen de Guadalupe.
En cada una de las celebraciones litúrgicas hubo peregrinaciones integradas por adultos, adolescentes, ancianos y niños, estos últimos en su mayoría ataviados como inditos en honor a Juan Diego o niñas con mantos rojos con verde como la Virgen de Guadalupe, quienes mostraron su devoción a la Madre del Cielo, también nombrada como Emperatriz de América.
A las doce del día, durante la Misa de las Rosas, el recinto fue insuficiente para recibir a tantas personas, a quienes les importó poco permanecer parados más de una hora y estar muy junto a otras personas, porque todos querían orar y estar lo más cerca de la imagen de la Morenita del Tepeyac.
El administrador diocesano, presbítero Juan Gabriel Ramírez Campos, fue el encargado de presidir la tradicional misa, y estuvo acompañado del señor cura, Carlos Alberto García Zavala.
Durante la homilía, el sacerdote Ramírez Campos hizo alusión a las apariciones de la Guadalupana, diciendo que para el pueblo mexicano es un privilegio contar con su protección y amor, porque ella es nuestra Reina, nuestra Madre; destacó que pensar en ella, es pensar también en su hijo Jesucristo.
Una vez más los católicos mostraron su amor filial a la Guadalupana con manifestaciones de fe, pero sobre todo, de gratitud.
ACM