“Con tiento, santos varones, que el Cristo está apolillado”. Ese refrán de pueblo sirve para aconsejar prudencia, moderación en el manejo de nuestros asuntos. “Despacio, que llevo prisa”, me amonestaba mi padre cuando conducía yo con mayor velocidad de la debida. Eso equivale al “Festina lente”, apresúrate despacio, de los latinos. (“Lo haremos de patito” -creyó entender la sexoservidora que le decía su octogenario cliente. Ella lo había hecho de perrito, de chivito en precipicio y en otras variantes de la fauna erótica, pero nunca de patito, así que le preguntó: “¿Cómo es de patito?”. “No me entendiste, linda -aclaró el añoso señor-. Quise decir que lo haremos despacito”). Ese cuidado hay que tenerlo particularmente en tratándose de estatuas. Un alcalde de pueblo anunció: “Voy a hacerle una estatua a mi general Villa”. Preguntó alguien: “¿Ecuestre?”. Respondió el munícipe: “Sí, pero no tanto”. Cuando Óscar Flores Tapia fue gobernador llenó de estatuas de insignes personajes las ciudades de Coahuila. Había conocido a algunos de esos próceres, de modo que instruía a los escultores para que los representaran en la forma en que él los recordaba. Por ejemplo, a don Manuel Pérez Treviño, quien fue gran militar, notable funcionario público y extraordinario embajador de México en España, lo hizo poner con las manos en los bolsillos del pantalón, pues en esa habitual actitud lo vio frecuentemente. A los familiares del general no les gustó la pose -les pareció poco gallarda-, y le pidieron a don Óscar que la modificara. Pero la vox populi exigió que la estatua quedara como estaba. Dijo la gente: “Es el primer político que vemos con las manos metidas en sus propios bolsillos”. A don Vito Alessio Robles, ilustre historiador, Flores Tapia lo hizo representar sentado en un sillón, porque así lo guardaba en la memoria. Resultado: ahora los saltillenses le dicen a la estatua “el mono sentado”. “Vivo por el rumbo del mono sentado”. Desde luego eso no amengua las grandes virtudes cívicas de don Vito, pero ciertamente la expresión popular no corresponde a sus merecimientos. Peor le pasó a la estatua de López Obrador que en un desmesurado ataque de lambisconería ordenó levantar en Atlacomulco, Estado de México, Roberto Téllez Monroy, ahora ex-alcalde morenista de ese antiguo bastión del PRI. Poco le duró el gusto al edil. Develada apenas el 29 de diciembre, la tal estatua amaneció echada por tierra unos días después, sin pies ni cabeza, como en alusión simbólica a la 4T. No cabe duda: tuvo razón don Miguel de Unamuno cuando rechazó la idea de que le hicieran una estatua. Razonó: “Más vale que digan: ‘¿Por qué no le han hecho una estatua?’ y no que pregunten: ‘¿Por qué le hicieron una estatua?’”. “La Celestina”, pieza fundamental de la literatura española, tuvo gran éxito desde su aparición en 1499 hasta que fue prohibida en 1792, cuando tuvo mayor éxito aún. De ella dijo Cervantes: “Obra a mi entender divina / si encubriera más lo humano”. Pues bien: el cuento que sigue no encubre absolutamente nada de lo humano. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, invitó a Taisia, muchacha sabidora, a acompañarlo a su departamento. Cuando llegaron, Taisia le pidió frente a la puerta: “Déjame ver cómo metes la llave en la cerradura, pues eso me dice mucho acerca de la personalidad de mi galán. Si introduce la llave con suavidad eso significa que es un amante delicado y tierno. Si lo hace con fuerza eso quiere decir que es fogoso, apasionado. A ver: mete la llave”. “Espera un poco -solicitó Afrodisio-. Antes acostumbro darle unos besitos a la chapa”. FIN.
MIRADOR
Me dicen que murió Fito Galindo.
No lo creo.
Quien ha escrito una bella canción no muere nunca, y Humberto “Fito” Galindo escribió muchas bellas canciones.
La que a mí más me gusta es “Se vende un caballo”, pero tiene otras igualmente hermosas, como “La última muñeca”, “Compré una cantina” y “Primera, segunda y tercera”.
Los mejores cantantes, hombres y mujeres, y los grupos más reconocidos interpretaron su música. Vicente Fernández hizo toda una creación de “Se vende un caballo”. María Dolores Pradera cantó como nadie “Primera, segunda y tercera”. “Los Barón de Apodaca” convirtieron “La última muñeca” en pieza emblemática de las fiestas de 15 años.
Tuve la fortuna de tratar a “Fito”. Lo conocí en su modesta casa de Zaragoza, Coahuila, entrañable terruño que siempre se negó a dejar pese a que la fama había llamado ya a sus puertas. Siempre vi en él a un poeta que sabía decir con hondura y sensibilidad las cosas de la vida y de la muerte, del amor y el desamor.
Mientras se canten sus canciones seguirá viviendo Humberto “Fito” Galindo. Y sus canciones se cantarán por siempre.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“… Sube la Bolsa…”
Eso me parece bien,
y muy puesto en su lugar,
pero quiero preguntar:
“Perdón: la bolsa ¿de quién?”.