Huele a improvisación la nueva designación presidencial: una periodista al frente del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias; tema que levantó cejas a más de uno.
Y no es porque la periodista en cuestión no tenga la capacidad de dirigir tan sensible oficina, sino que se supone que por la naturaleza de su función debería ser una persona con otro enfoque profesional.
Pero los nombramientos que ha realizado López Obrador durante lo que lleva de su Gobierno a veces no son los adecuados, ya sea por el perfil profesional, otras veces porque no se tiene la necesaria experiencia o hasta incluso, por mala reputación pública, como su propuesta del nuevo embajador de Panamá, pues Pedro Salmerón es acusado de acoso sexual.
Pero éste no es el primer caso, pues recordemos que en su momento defendió a capa y espada al ahora senador en funciones y el verdadero poder tras el trono en el Gobierno de Guerrero, Félix Salgado Macedonio, que tiene en su haber varias denuncias de violación. El Presidente nunca lo creyó y trató de imponerlo como candidato de MORENA, pero el INE no se dejó presionar y le encontró irregularidades en su prerregistro y el resto es historia: la nominación se la pasaron a Evelyn, la hija, quien ganó las elecciones y es la primera gobernadora de Guerrero, pero todos saben que quien toma las decisiones es su papá.
Muchos son los casos, ya expuestos, que por ejemplo varios de los que forman parte de su equipo de Ayudantía han saltado a direcciones donde ganan un sueldazo, lo que en realidad no vendría a ser un problema, sino que están al frente de dependencias en las que no tienen la mínima experiencia.
O lo que pasa ahora mismo, en uno de los puntos más graves de la pandemia: quien lleva el control de la enfermedad a nivel nacional no es el secretario de Salud, sino un subsecretario que no da pie con bola y que incluso tendrá que rendir cuentas ante un juez por la mala gestión del problema del Covid-19.
El punto es que las decisiones presidenciales no siempre llenan las expectativas, pues son incontables los casos como los arriba descritos.
Ahora bien, inexplicable han sido también los ceses o las obligadas renuncias de cuadros experimentados, pues por poner un par de ejemplos están Carlos Urzúa y recientemente Arturo Herrera.
Urzúa, un hidrocálido que es académico, político y economista de gran experiencia y renombre, fue la primera renuncia en el Gabinete presidencial, pues era el secretario de Hacienda y pretendieron cortarle autonomía, cosa que no aceptó y pues de plano le dijo adiós a su compañero de varias batallas, López Obrador, pues ya había trabajado con él cuando el tabasqueño era jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal.
Igual destino tuvo el sucesor de Urzúa, Arturo Herrera, a quien en una jugada maestra lo sacaron de la Secretaría de Hacienda con la promesa de convertirlo en el gobernador del Banco de México; pero ni lo uno, ni lo otro, el profesionista terminó en el limbo político.
En fin, tal vez haya un garbanzo de a libra y la nueva directora del DIF dé la sorpresa y se revele como la persona idónea para dirigir la asistencia social a nivel nacional.