Aguascalientes amanece hoy con un nuevo Obispo, don Juan Espinoza Jiménez, quien viene a ocupar la sede que estuvo vacante poco más de un año tras el deceso por Covid-19 de Monseñor José María de la Torre Martín.
Este acontecimiento, lleno de simbolismos, marca una nueva etapa en la historia religiosa de la Diócesis de Aguascalientes, pues tras una orfandad de padre espiritual llega y todas las expectativas están puestas en él.
Este sacerdote, ahora Obispo de Aguascalientes, es oriundo de La Piedad, Michoacán, y ha tenido un extenso peregrinaje en México y en el extranjero, pues le antecede un extenso currículum, como ser secretario general de la CELAM, que es el Consejo Episcopal Latinoamericano, en Colombia, pero nunca ha olvidado sus raíces.
Al ahora Obispo le reconocen propios y extraños ser un hombre sencillo, de palabra fácil y con muy buen ánimo y humor, pero al mismo tiempo de carácter, el necesario para llevar las riendas de una Diócesis en la que no siempre ha sido todo miel sobre hojuelas, pero que ha tenido a líderes espirituales que supieron zanjar situaciones difíciles.
Don Juan ya tendrá tiempo de conocer su Diócesis, empezando, suponemos, por el clero que le dio una cálida bienvenida a él y a la plana mayor, pues vinieron muchos Obispos para darle acompañamiento en este trascendental acto en su vida personal.
El nuevo Obispo se rodeará de su personal, y de hecho ya empezó a hacerlo y nombró como vicario general al padre Juan Gabriel Rodríguez Campos, quien a la muerte de Monseñor De la Torre fue elegido administrador diocesano y entregó buenas cuentas, y como un voto de confianza fue designado como el número dos de la Diócesis de Aguascalientes, y en su momento pondrá al nuevo Obispo en antecedentes sobre la población católica del Estado, de la región y, por supuesto, del clero.
Por lo pronto don Juan, en la misa en la que tomó posesión como nuevo Obispo de la Diócesis, se ganó a la gente presente cuando reveló que el báculo que portaba había pertenecido al querido y recordado Obispo don José de Jesús López y González, y en un acto de humildad confesó que ojalá se le ‘pegara’ algo de él, lo que conmovió a los presentes.
El nuevo prelado tiene ante sí una larga lista de pendientes, que en su momento se resolverán, pero el principal es acompañar a los sacerdotes y a la gente que profesa la fe católica en Aguascalientes y algunos municipios de otros Estados que esperan de él continuidad en los programas pastorales, pero sobre todo su acompañamiento en estos complicados momentos que vive toda la humanidad.
Así, tras 14 meses de orfandad espiritual, don Juan inicia en Aguascalientes su peregrinaje y su nueva misión: encabezar una Diócesis que lo recibe con los brazos abiertos y que espera de él que sea padre, pastor y guía.