Bubio era un tit man. ¿Qué es un tit man? En slang americano es un hombre cuya parte favorita del cuerpo femenino es el busto. Se distingue del butt man, que en el caderamen de la mujer encuentra su punto preferido de contemplación. Yo pienso que la mayoría de los varones somos como el Oaxaquita, músico callejero de mi ciudad, que tocaba en su viejo y roto violín Las Mañanitas a quienes cumplían años. La gente lo quería bien; lo invitaban a pasar y le preguntaban qué quería: desayunar o almorzar. Él bajaba la cabeza, humilde, y contestaba: “Las dos cositas”. Sucedió que Bubio conoció en un antro a una bella mujer de magnífica, opulenta proa. Tras entablar conversación con ella le propuso: “Te apuesto 50 pesos a que puedo acariciarte el busto sin tocar ninguna prenda de tu ropa”. Ella, divertida, aceptó la apuesta, segura de ganarla. Entonces el lascivo sujeto acarició cumplidamente los dos atractivos hemisferios de la dama. Le dijo ella: “Pero tocaste mi ropa”. “Es cierto —admitió Bubio—. Perdí la apuesta. Aquí tienes tus 50 pesos”… El pleito rastrero, arrabalero, cantinero, que con Scherer se traen Sánchez Cordero y Gertz Manero —rima involuntaria— muestra la materia de qué están hechos algunos de los servidores de López Obrador. Esa materia se compone de 90 por ciento de obediencia, 9 por ciento de eficiencia y uno por ciento de decencia. Cuando se le pregunta a AMLO acerca de esa riña, él vuelve la vista hacia otro lado con la misma altivez con que mi tía Yuya —Julia— apartaba la mirada del perro y de la perra, que en la calle hacían lo que los perros y las perras hacen en la calle. Pudibunda señora era mi tía. Llegaba a los extremos. Una noche nos estaba contando en la reunión familiar una película de la Segunda Guerra. “Entonces —relató— el submarino alemán lanzó un tor…”. Se volvió hacia su esposo, el tío Quico (Pacífico) y le pidió, modosa: “Di tú la palabra, querido. A mí me da pena pronunciar el resto”. Pero advierto que me he apartado del comentario que me ocupaba. Vuelvo a él. Julio Scherer y Sánchez Cordero —lástima de nombres— tienen viejas rencillas (no sé por qué nunca se habla de nuevas rencillas), y Gertz Manero exhibe talante canallesco cuando pone en ejercicio sucias artes para mantener en la cárcel por venganza o bajos intereses a una mujer, y persigue con saña a otra cuya edad pasa de los 90 años. El presidente López, en vez de apacentar a su rebaño y hacer que la ropa sucia de la 4T se lave en casa, deja que sus cortesanos se hagan garras entre sí y exhiban la pasta de que están hechos algunos de sus mozos de estribo más cercanos y de sus más próximas azafatas. Bien se ha dicho: los jefes de primera escogen colaboradores de primera; los jefes de segunda escogen colaboradores de tercera. O cuarta, como en el caso que nos ocupa… Doña Holofernes, dueña de la Granja Lada, le confió al granjero vecino un problema que tenía: el toro semental no cumplía su oficio con las vacas. Le dijo el hombre: “Yo tenía el mismo problema con mi toro, pero una médica veterinaria me recomendó que lo sometiera a una dieta de trigo, maíz y sorgo mezclados con aceite de oliva y miel de abeja, y después de sólo tres días de darle ese alimento el toro recobró sus ímpetus. Ahora lo que no sé es cómo mantenerlo alejado de las vacas”. Semanas después el granjero se topó con el marido de doña Holofernes. Le dijo: “Lo veo bastante más gordito que la vez pasada, vecino”. “Sí —reconoció el otro—. Es esa dieta a que me tiene sometido mi mujer a mañana, tarde y noche a base de trigo, maíz y sorgo mezclados con aceite de oliva y miel de abeja”… FIN.
MIRADOR
San Focio es un santo del cual muy raras veces se oye hablar. No tiene fecha propia en el calendario, y por tanto no aparece en el Año Cristiano. La Leyenda Dorada no recogió su nombre, ni Butler lo menciona en su profusa hagiografía.
Vivió en Laodicea en el siglo tercero. Sus padres lo inclinaron desde niño a las devociones, que llenaron sus días infantiles. Cuando cumplió 13 años salió de su casa, pues pensó que en ella podía cometer los pecados de la gula y la pereza. Temeroso del trato con los hombres, y más con las mujeres, se metió en un pozo seco de 15 metros de profundidad. Ahí, dijo, buscaría a Dios. Su padre pagaba a un criado para que todos los días le bajara un pan y un poco de agua, lo cual era todo su alimento, y subiera en un balde sus desechos.
A los 30 años de edad murió San Focio. Pocos días después de su muerte su padre lo soñó. Estaba en el más allá en otro pozo, sólo que mucho más hondo y oscuro que el de acá. El Señor le dijo al padre: “Tu hijo mismo se cavó ese pozo. Es lo que espera a aquellos que para acercarse a mí se alejan de su prójimo”.
Ahora el padre de San Focio tiene miedo de dormir. Teme que en el sueño se le aparezca su hijo y le reclame haberlo dejado entrar en aquel pozo para buscar a Dios.
¡Hasta mañana!
MANGANITAS
“…Siguen subiendo las gasolinas…”
PEMEX ha sido un fracaso.
Dice que el petróleo es nuestro,
pero tenemos, siniestro,
cada día un gasolinazo.