Delicada denuncia hizo Estados Unidos, quien aseguró que México está infestado de espías al servicio de Rusia, pero si acusa, debería presentar pruebas para que el Gobierno mexicano pueda hacer lo conducente.
Pero esto no es nuevo en el país, ya que no hace mucho tiempo un asunto hizo mucho ruido en las altas esferas políticas, pues se comprobó mediante una investigación internacional que en México se operaba el programa Pegasus, donde más de 15 mil números telefónicos fueron ingresados a un sistema de espionaje por el programa creado por una empresa israelí.
Obviamente los espiados no eran cualquier hijo de vecino, sino del Presidente para abajo: políticos de altos niveles, periodistas, jueces, deportistas y hasta figuras del mundo del espectáculo, y se descubrió que ese sofisticado sistema fue comprado en el sexenio del panista Felipe Calderón pero se dio en la práctica con el priísta Enrique Peña Nieto y se supone que ahí se detuvo.
Por lo menos públicamente se dio a conocer un par de nombres de involucrados que hackeaban los teléfonos de algunos personajes, pero nunca hubo como tal sanciones fuertes porque se supone que el espionaje no debería permitirse, pues vulnera la intimidad de las personas o incluso empresas.
No es la primera vez que a Rusia se le señala de infiltrar espías donde le conviene, incluso se le acusó de intervenir en las elecciones de Estados Unidos, en un caso conocido como el “Rusiagate”, pues se comprobó que hackearon todo lo que pudieron para manipular los resultados y así saliera victorioso Donald Trump, ya que así convenía a sus intereses; obviamente la trama se descubrió, pero de ahí no pasó.
Hablar de ese estilo de infiltrados son palabras mayores, pero, ¿y qué tal los espías improvisados? Ahora con la facilidad de los dispositivos electrónicos y cualquier celular, ya sea barato o de los más sofisticados, cualquier persona anda grabando lo que no debe y generalmente es para exponer alguna situación en las famosas redes sociales.
Esto muchas veces ha servido para descubrir y exponer situaciones delicadas y que no deberían suceder, pero hay otros que vulneran la intimidad de la gente y por mencionar sólo un ejemplo, hasta los programas y revistas de espectáculos ganan adeptos publicando audios o fotografías de gente que se siente espía o paparazzi y exhiben imágenes y conversaciones que podrían lastimar a la persona afectada o traer una consecuencia qué lamentar.
Incluso, hay aplicaciones que se pueden descargar en cualquier móvil para grabar conversaciones y esto sucede porque no hay un marco regulatorio que controle estas situaciones, algo que se antoja más que imposible.
Obviamente se espera que si las autoridades de Estados Unidos, que son las que acusan que México está invadido de espías al servicio de Rusia, deberán de demostrarlo, pues lo que está pasando en ese lejano país, que es la guerra contra Ucrania, habrán de darse sanciones, caiga quien caiga.