“Observe usted a la mujer que está en aquella mesa —le dijo el gran detective Sherlock Holmes a su inseparable amigo, el doctor Watson—. Se pinta el cabello de negro, pero en verdad es pelirroja. Proviene de Tipperary, conocido lugar de Irlanda que queda bastante lejos. Aunque ahora no está fumando, gusta de los cigarrillos egipcios, los cuales suele aspirar en boquilla de marfil. Bebe mucho, principalmente ginebra, whisky y ron. Es dada a devaneos, y para sus aventuras prefiere soldados, marineros y mozos de cantina”. “¡Caramba, Holmes! —exclamó lleno de admiración el doctor Watson—. ¡Es usted genial! ¡Poder decir todo eso de aquella mujer con sólo verla!”. “Bueno —reconoció humildemente el célebre investigador—. Además estuve casado 18 años con ella”… Los buenos jefes se hacen respetar; los malos se hacen temer. Pienso que López Obrador pertenece a la segunda especie. Toda proporción guardada, sus subordinados se parecen a los Generales de Hitler, que le ocultaban los desastres acontecidos en los frentes de batalla por miedo a provocar su enojo. Ninguno se atrevió a despertarlo cuando empezó la invasión de Normandía, y el no turbado sueño del Führer permitió que las tropas aliadas penetraran más prontamente en territorio enemigo, lo cual aceleró la caída del Tercer Reich. Algo parecido sucede —guardando todas las distancias, ya lo dije— en el caso de AMLO. Sobradas evidencias muestran que los miembros de su Gabinete tienen miedo hasta de ir al baño, no sea que eso disguste al Jefe. Amigos tuve —tuve— con los cuales me reunía frecuentemente a charlar sobre esto y sobre aquello. Algunos eran del PRI; otros del PAN. Por cuestiones de política —y de panza— fueron a dar a MORENA. Pregúntenme si los he vuelto a ver. (Nadie le pregunta al columnista si los ha vuelto a ver o no, pero aun así ya no los ha vuelto a ver). El comportamiento de personajes como Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López es ejemplo de lo más bajito que se puede ver en la escala política. “Con usted hasta la ignominia, señor Presidente”. Por eso es bueno que la Suprema Corte le haya marcado otro alto a López Obrador en el asunto ese del tiempo que debe pasar para que un ex-funcionario pueda trabajar en el sector privado. Oponer una dosis de razón a las sinrazones de AMLO es cosa de beneficio para la República. Esperemos que en el asunto de la reforma eléctrica los ministros hayan actuado con la misma independencia, pensando igualmente en el interés de México y no en los obsoletos dogmas económicos y políticos que enarbola el régimen. Por lo pronto ya sabemos que el Monarca de la 4T no tiene colaboradores: tiene cortesanos. Trabajo les costará enderezarse cuando el sexenio acabe… Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le dijo a su amiga doña Gules señalándole a un sujeto que pasaba: “Ese hombre es un mago. Si tienes 70 años te puede dejar de 60, de 50 y hasta de 40”. Preguntó, interesada, doña Gules: “¿Es cirujano plástico?”. “No —aclaró doña Panoplia—. Falsifica actas de nacimiento”… Un borrachito llevaba en el bolsillo trasero de su pantalón su nalguerita, pequeña ánfora de forma plana llena de licor. Tropezó, cayó de sentón y sintió un líquido que le mojaba la parte posterior. “¡Dios mío! —clamó en tono suplicante—. ¡Que sea sangre!”… Doña Taisia, la mujer de don Cucoldo, visitó la estación local de bomberos con sus compañeras del Club Social. Le llamó la atención un tubo que descendía de lo alto, y le preguntó al jefe para qué servía el tal tubo. Le explicó el bombero: “Es para que los hombres puedan salir con mayor facilidad y rapidez”. “¡Qué buena idea! —exclamó doña Taisia—. ¡Voy a poner uno de ésos en mi clóset!”… FIN.
MIRADOR
Dios hizo al colibrí, y con el barro que le sobró hizo al elefante.
Pequeña obra maestra es ese diminuto pajarillo de variados nombres: chuparrosa, picaflor, chupamirto, pájaro mosca. Los españoles que vinieron al Nuevo Mundo no lo conocían. Lo compararon con una pequeña moneda de plata, el tomín, y lo llamaron tominejo.
Hay uno que visita mi jardín todos los días. Yo lo conozco y él me conoce a mí. Lo miro, pero hago como que no lo miro para que no se asuste. Me mira, pero hace como que no me mira para que no me envanezca. Viene tan rápido ese colibrí, y tan rápido se va, que el aire no se da cuenta de que pasó por él, y no alcanza el Sol a hacerlo que haga sombra.
Demos gracias por esta pequeña maravilla. Su pequeñez nos anuncia grandes maravillas.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
“…La embajadora de Ucrania pide a
López Obrador que no apoye a Rusia…”
Según mi leal a entender,
y conforme a su sentir,
seguro AMLO la va a oír
como quien oye llover.